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¿Te has preguntado cómo aspectos del diseño de una vivienda, y su barrio, afectan al bienestar de las personas? Elementos como la altura y estilo arquitectónico de un edificio, los materiales de construcción de una casa, la densidad de la ciudad, y la presencia de espacios públicos, entre otros, son parte elemental para tomar en cuenta por cualquier persona trabajando en urbanismo y arquitectura. Sin embargo, ¿existe evidencia empírica sobre cómo impacta el diseño en aspectos como la salud, la satisfacción y las oportunidades de mejorar las condiciones de vida de las personas? Y, asimismo, ¿qué lecciones prácticas podemos recoger de la experiencia del BID?
La Relación entre el Diseño de la Vivienda Social y el Bienestar
La reciente publicación sobre vivienda del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), “La Relación entre el Diseño de la Vivienda Social y el Bienestar“, da respuesta a estas preguntas.
El estudio tiene dos partes. Primero, se ha llevado a cabo una revisión bibliográfica de más de 200 referencias académicas, rescatando lecciones sobre los posibles impactos del diseño en diferentes dimensiones del bienestar de las personas. Segundo, se presenta una revisión retrospectiva de proyectos de vivienda social financiados por el BID en los últimos 20 años, para así entender cómo se han tomado, decisiones sobre el diseño de vivienda en la práctica. También se aborda cómo se ha medido su impacto.
Con respecto a la revisión bibliográfica, se dividieron los hallazgos en dos grandes categorías. Primero, el estudio se centra en la escala de barrio o vecindario, que incluye aspectos de diseño como la densidad, acceso al transporte, espacios públicos y verdes (tan importantes en vista de los impactos del COVID-19), y decisiones sobre el uso mixto y diseño urbano. Segundo, la investigación aborda aspectos de diseño presentes a nivel de la unidad de la vivienda: materiales y estructura, y tamaño y tipo de la unidad. Así mismo, se investigaron factores transversales como la ‘caminabilidad’, la seguridad frente al crimen y la violencia.
El diseño de la vivienda puede generar beneficios positivos en el bienestar de sus ocupantes… pero es difícil determinar cómo y por qué
A partir de la revisión bibliográfica, se concluye que el diseño, efectivamente, genera beneficios positivos en el bienestar de las personas. Sin embargo, esta conclusión tiene matices.
Primero, la relación diseño-bienestar es más evidente a nivel de la unidad de la vivienda. Gran parte de la bibliografía analizada se enfoca en aspectos del diseño que son comparativamente más fáciles de medir, como las características térmicas y de ventilación de la casa. También toma en cuenta la manera en que las mejoras en estos aspectos afectan de modo positivo a dimensiones específicas del bienestar, como la salud respiratoria y mental.
Los impactos se vuelven mucho más difíciles de medir y entender a medida que se avanza del nivel de la unidad individual hacia escalas más grandes, como el barrio o el vecindario. Un ejemplo es la densidad urbana. Estudios resaltan tanto impactos negativos como positivos. En algunos casos, se evidencia una disminución en la calidad de vida con respecto al medio ambiente, mientras que otros estudios identifican una correlación positiva entre la densidad y la salud física, y en particular, la tendencia de los residentes a caminar más. En todo caso, la conclusión de nuestro estudio es que la densidad, por sí sola, no puede efectuar impactos positivos si no se la considera como parte de la calidad general del vecindario o ciudad.
Dificultades para conocer la relación entre el diseño y el bienestar
Las dificultades que identificó la publicación para determinar los impactos del diseño en el bienestar se deben, en gran parte, a limitaciones metodológicas inherentes al tema. Primero, los efectos de bienestar que se analizan como producto del diseño son difíciles de apreciar en el corto-mediano plazo. De igual modo, los efectos están mediados, o interferidos, por muchos otros factores, tales como características sociodemográficas, culturales, económicas de las comunidades que ocupan las viviendas. Esto complica la medición y dificulta ir, más allá de correlaciones, hacia causalidades específicas entre el diseño y el bienestar.
Dicho esto, las dificultades presentan grandes oportunidades para investigaciones que:
- utilicen enfoques más ‘relacionales’; es decir, que no simplemente se asuma que los factores físicos y ambientales, por sí mismos, determinan resultados de modo unilateral
- estén posibilitados por innovaciones tecnológicas, como, por ejemplo, modelos urbanos interactivos combinados de encuestas tradicionales
- busquen capturar de forma más dinámica, la manera en las que las personas se relacionan entre sí y con los lugares y elementos de su entorno
Otros hallazgos del estudio: cómo medir el impacto de la vivienda y la importancia de la participación en el diseño
Como resultado del análisis de 26 proyectos de vivienda social (dentro de un universo de 1.600 operaciones de préstamo) implementados por el BID entre 2009 y 2019, el estudio incluye un importante hallazgo para el futuro. Entidades de gobierno e instituciones líderes en financiación de vivienda de interés social como el BID, podrían re-pensar la prevalencia de ciertas métricas de impacto, particularmente el incremento en el valor de la propiedad. Así mismo, sería bueno que tuvieran en cuenta cómo este enfoque prioriza elementos de diseño asociados con dicha métrica, como el tamaño de la vivienda. Estos elementos de diseño podrían ser complementados con aquellos que en la literatura muestran una gran promesa en términos de impactar a otras dimensiones del bienestar (más allá de un impacto económico). Ejemplos de estas dimensiones son la percepción de seguridad, la ventilación y calidad del aire interior, los espacios verdes con bajos requerimientos de mantenimiento, el confort térmico, la iluminación, entre otros, y cómo, además, estos influyen en el valor simbólico de la vivienda.
Asimismo, en la investigación del BID hay dos hallazgos adicionales e interrelacionados que vale la pena resaltar. El primero es que, para medir el resultado e impacto de las decisiones de diseño sobre las personas, es necesario pensar desde el inicio en cómo combinar medidas objetivas y subjetivas de bienestar. De esta manera se apunta a tener una visión integral de cómo los elementos materiales del espacio impactan tanto en la percepción de las personas, como en los efectos tangibles en su salud, relaciones sociales y economía.
El segundo hallazgo es que los criterios de diseño no solo deberían reflejar la satisfacción del beneficiario con la vivienda y su barrio como producto final (etapa de uso). Sería más apropiado partir de la satisfacción con el entorno residencial que deviene del papel que las propias personas tienen en su conformación. De ahí la importancia del enfoque de diseño participativo, el cual los cuales es ya un elemento que está muy presente en las operaciones del BID. En suma, estos debates deberían informar la manera en la que se incorporan criterios de diseño físico en la conceptualización de intervenciones de vivienda y urbanismo
Es el momento de pasar a la acción para mejorar el bienestar en las viviendas
Los impactos del COVID-19 han redirigido la conversación sobre qué se puede considerar como una vivienda adecuada. Aspectos como la calidad de materiales, habitabilidad, acceso, y diseño apropiado al contexto han tomado mucha importancia. Esto es debido a que permiten a los hogares preservar y mejorar su salud física y mental, evitar la violencia doméstica, maximizar la actividad cognitiva en niños y adolescentes que estudian desde casa.
En América Latina y el Caribe la investigación empírica es limitada, pero ampliamente demandada para informar mejor las decisiones y criterios de diseño. ¡Invitamos al lector a comentar y, sobre todo, a sumar a esta agenda con sus propias contribuciones!
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