“El niño es bello.
Solo miren sus grandes ojos marrones.
Podría ser Gardel.
Podría ser Márquez.
Solo necesita un poco de ayuda para volar”.
Roger Waters
Un día como hoy, hace exactamente 25 años, los adultos les hicimos una promesa a los niños y niñas del mundo: les aseguramos que haríamos todo lo posible para proteger y promover sus derechos a sobrevivir, aprender y crecer y alcanzar su pleno potencial. Pero este compromiso aún sigue pendiente, y todavía son demasiados los niños que viven en condiciones que limitan su desarrollo. Las ciudades, por su enorme potencial para asegurar a los niños el pleno goce de sus derechos básicos, deben hacer mucho más para ayudar a cumplir esta promesa.
Este compromiso con los niños fue formalizado a través de la Convención sobre los Derechos del Niño, que es el tratado internacional más ratificado de la historia, aceptado por todos los países miembros de las Naciones Unidas (con la única excepción de Estados Unidos y Somalia). Su adopción representó un cambio radical en la manera de pensar a los menores de 18 años, al reconocerlos por primera vez como sujetos plenos de derecho, y no como receptores pasivos de una serie de beneficios. Desde entonces, este instrumento ha contribuido a logros importantes como la disminución de la mortalidad infantil o el aumento de la escolarización en las últimas décadas.
Sin embargo, al día de hoy es poco lo que se ha avanzado en el cumplimiento de la Convención, y esto es especialmente cierto en las ciudades latinoamericanas, en las que viven tres de cada cuatro niños de la región. Mientras que muchos niños disfrutan las oportunidades que brinda vivir en la ciudad, muchos otros no tienen acceso a servicios tan esenciales como el agua potable, el saneamiento y los hospitales, a pesar de que se encuentran muy cerca de estos. Unos 50 millones de niños, niñas y adolescentes de zonas urbanas de América Latina subsisten en condiciones de pobreza y marginalidad (CEPAL-UNICEF 2013), y una gran proporción vive en áreas urbanas informales, expuesta a enfermedades y desastres naturales, bajo amenaza constante de desalojo y víctimas de la violencia.
Este tipo de contextos urbanos no ofrece a los niños y niñas las condiciones mínimas para asegurar sus derechos básicos y, lo que es aún más preocupante, muchos gobiernos municipales en la región parecen asumirlo como inevitable. Sin embargo, existen diversas acciones que las ciudades de América Latina y el Caribe pueden realizar para ser más amigables con los niños y promover los derechos consagrados en la Convención:
1- Promover el desarrollo infantil temprano
Los primeros mil días de vida de los niños y niñas (desde la gestación hasta los dos años de edad) son los más importantes para su desarrollo. Tal como señala la especialista del BID Julia Johannsen, “es en este periodo donde se desarrolla el 80% del cerebro humano, y donde la desnutrición y el descuido pueden causar daños irreversibles en el desarrollo físico, cognitivo o socio-emocional de una persona”. Muchas de las ciudades de la región están realizando crecientes esfuerzos en este sentido, como por ejemplo, la ciudad de Medellín, con el programa Buen Comienzo, creado en 2004 bajo la administración del ex-Alcalde Sergio Fajardo, que tiene como fin atender a los niños más vulnerables, cuyos padres no tienen los medios para darles oportunidades óptimas de desarrollo.
2- Monitorear la situación de la infancia urbana
Aun cuando las ciudades suelen tener responsabilidades limitadas o compartidas en temas como educación o salud, estas tienen la obligación ineludible de conocer la situación en la que viven sus niños. Para ayudar a las ciudades a medir y comparar su desempeño en indicadores clave para la infancia, UNICEF y Global City Indicators Facility (GCIF) están desarrollando el Índice U-KID, una herramienta global y multidimensional que está siendo testeada en siete ciudades piloto y que le permitirá a los gobiernos municipales no solo demostrar logros, sino también mejorar la rendición de cuentas y el control ciudadano, así como identificar áreas de mejora.
3– Visibilizar a los niños en los asentamientos precarios
En general, el enorme número de niños urbanos que habitan en los asentamientos informales no es tenido en cuenta en las estadísticas oficiales ni en las políticas públicas. Solo haciéndolos visibles y midiendo su bienestar podrán las ciudades atender mejor las necesidades de estos niños. Organizaciones de la sociedad civil como TECHO están desarrollando investigaciones sistemáticas para generar dichos datos con la colaboración de cientos de voluntarios. El Centro de Investigación Social de TECHO ha identificado la ubicación, cantidad y principales características de los asentamientos informales (incluyendo el nivel de acceso a servicios básicos, tenencia de la tierra y el tipo de organización existente en el interior de los asentamientos informales) en todo Chile y gran parte de Argentina, y está iniciando investigaciones en numerosas ciudades de la región.
4- Diseñar la ciudad a partir de los niños
Existe un principio en el diseño urbano tan simple como efectivo para construir mejores ciudades: pensarlas a partir de los niños. Sin embargo, la mayoría de las ciudades en Latinoamérica están pensadas para facilitar la movilidad del tráfico, imponiendo mayores restricciones y peligros para las personas. El creciente tráfico automotor de las ciudades latinoamericanas representa una gran amenaza especialmente para nuestros niños, quienes constituyen la población más vulnerable a ser atropellada. En América Latina, las traumatismos ocasionados por el tránsito vial son la primera causa de muerte de niños entre 5 y 14 años (OPS, 2011).
Un ejemplo de avance en este ámbito es la política de seguridad vial conocida como Vision Zero, desarrollada en Suecia y adoptada por ciudades en todo el mundo, ha resultado muy efectiva para proteger a los usuarios más vulnerables de las vías. La idea central es que las muertes en el tránsito no son ni inevitables ni aceptables y pueden ser eliminadas mediante un conjunto de medidas entre las que se destacan la pacificación del tráfico mediante el diseño urbano y la reducción de los límites de velocidad.
5- Escucharlos y tomarlos en serio
El derecho de los niños y niñas a expresarse libremente sobre los temas que los afectan y a que sus opiniones se tomen con seriedad es uno de los cuatro principios fundamentales de la Convención sobre los Derechos del Niño. Este derecho implica que los adultos responsables de tomar decisiones que afectan las vidas de los niños deben escuchar sus puntos de vista con seriedad, respeto y consideración. Sin embargo, el rol de los niños en la planificación y el diseño de sus ciudades tradicionalmente ha sido inexistente.
El Séptimo Foro Urbano Mundial (WUF7), realizado en Medellín en Abril de este año, contribuyó a promover un cambio en el rol de los niños en las ciudades al crear la primera Asamblea de Niños y Niñas con el fin de darles la oportunidad de discutir acerca de la ciudad que ellos necesitan. Los niños también pueden contribuir a mejorar su entorno: por ejemplo, a través de la campaña “Viento en Popa” donde participaron en el diseño del plan de mejoramiento integral de su barrio en un área precaria de la ciudad de Pando, Uruguay.
Escuchar a los niños y tomar sus opiniones en serio es un elemento esencial para construir ciudades más equitativas y sostenibles. Las ciudades son un asunto demasiado serio como para dejarlas solo en manos de los adultos.
Silla de comer dice
Hola, me encantó el artículo, más que nada la introducción, muchas veces hacemos promesas y se nos olvidan, y seguimos prometiendo lo que no se cumple, a este paso no habrá planeta saludable que heredar a nuestros hijos…