Salí de la universidad una tarde, y bajé con una amiga a tomar el bus. Cuando me faltaba poco para llegar a mi casa un joven empezó a hostigarme. Este suceso me dejó marcada y, luego llegó la culpa: ¿Será que se atrevió a decirme cosas e intimidarme por mi forma de vestir? No estaba tarde ni el lugar estaba sólo. Las personas a mi alrededor no hicieron nada al respecto, tal vez porque para ellos y ellas esto es normal. Pudieron haber pensado que yo debía defenderme, pero yo estaba aterrada.
Después de este episodio elijo, por lo regular, el asiento del pasillo y, en lo posible, cerca del conductor. También trato de estar acompañada al salir y de tomar las rutas más seguras, aunque sean las más largas. La pregunta que me hago ahora es: ¿Cuántas mujeres (y hombres) han cambiado sus patrones de viaje típicos debido a episodios como el antes descrito?
En Colombia el acoso callejero y el abuso sexual son persistentes y normalizados, independiente del tamaño de las ciudades.
Todas sabemos que al salir, aunque sea a un lugar cercano, es muy probable que recibamos piropos y miradas morbosas. Reconocemos que las personas alrededor y los victimarios no conciben ésto como un suceso que puede afectarnos, sino que al contrario, piensen que nos vamos a sentir halagadas. La normalización de la violencia basada en género es un hecho con el que lidiamos las mujeres en el espacio público. Por esa razón, y porque no estaba de acuerdo con este tipo de conductas ingresé a trabajar a la Universidad Nacional de Colombia sede Manizales donde conocí el Grupo de Investigación en Movilidad Sostenible (GIMS).[1] Allí, junto con otros investigadores interesados en entender las dinámicas de movilidad y las situaciones que afectan a las personas mientras se movilizan, iniciamos una investigación profunda sobre violencia basada en género en Manizales.
Los resultados no dejan de sorprender
Manizales es una ciudad intermedia con un poco más de 400 mil habitantes. El sistema de transporte público está conformado por prestadores de servicio privado en vehículos con capacidad promedio de 35 pasajeros. La ciudad no cuenta actualmente con un sistema masivo de transporte (BRT o Metro), aunque su planificación a largo plazo está concebida bajo un sistema integrado de transporte (SITP) ligado a movilidad activa y a cables aereos, dada la topografía escarpada sobre la cual está asentada. Además, considerando el tamaño de la ciudad, la mayoría de los viajes se realizan en un sólo modo de transporte.
Para el estudio realizamos 438 encuestas, teniendo cómo principal referente la investigación realizada por Lina Marcela Quiñonez en el transporte público de Bogotá . Se realizaron encuestas a través de formularios electrónicos y físicos con el objetivo de llegar a todos los segmentos de la población, incluyendo aquellos con poco acceso a internet (adultos mayores).
El 73.3% de las mujeres han sufrido algún suceso de acoso y/o abuso callejero y/o abuso sexual mientras se movilizan en Manizales, mientras que para los hombres este porcentaje tan solo alcanza el 12.4%.
En el caso de las mujeres, las miradas morbosas, los tocamientos y piropos son los episodios más recurrentes, mientras que el intento de violación y violación son situaciones sufridas exclusivamente por ellas; el bullying y los insultos fueron particulares para los hombres.
De acuerdo con la literatura, en Bogotá, Barranquilla y El Alto (Bolivia), un alto porcentaje de mujeres sufren violencia basada en género mientras se mueven. Para el caso de Manizales, nos preguntamos qué tanto afecta esta violencia sus patrones de movilidad. El 47% de las mujeres cambiaron sus hábitos normales de movilidad, adoptando algunas alternativas. Toman las rutas más largas y seguras, cambian su ropa y los modos de transporte, viajan acompañadas o escogen un asiento particular en el transporte público. Las mujeres que no cambiaron sus hábitos de movilidad afirmaron que no le dieron trascendencia al hecho y que no tenían más opciones para moverse. Las mujeres que cambiaron sus patrones de movilidad por el modo que continuaron usando después del episodio de violencia, dejaron el transporte público y la caminata por el taxi y la motocicleta.
La seguridad de las usuarias de transporte público es un atributo fundamental de la calidad de los servicios.
Responder a las necesidades de las usuarias frente a la violencia basada en género debe ser un objetivo prioritario en la planeación y operación del transporte. Atender estas necesidades no es un capricho de unas cuantas mujeres. Como en el caso de Manizales, es una necesidad para aquellas mujeres que usan el transporte público para llegar al trabajo o a la universidad.
La implementación exitosa de sistemas de transporte sostenibles requiere necesariamente incorporar una perspectiva de género. Ello contribuirá a mejorar la calidad del viaje del 50% de las clientas de los sistemas de transporte público. Y, por tanto, disminuirá la probabilidad de que ellas se cambien a modos de transporte privados por motivos de seguridad.
[1] GIMS: Fundado en 1998 en la Universidad Nacional de Colombia sede Manizales, busca equidad en las ciudades investigando su movilidad. Twitter: @GIMS_Unal_Mz.
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