Bolena es una trabajadora doméstica que atraviesa diariamente la ciudad entre su casa situada en las montañas de Usme en el sur de Bogotá y su lugar de trabajo en la zona residencial de Rosales, también ubicada en las montañas de la capital colombiana pero en el extremo nororiental. Para Bolena la bicicleta es una opción limitada. Ella necesita del transporte público para acceder a su lugar de trabajo. Más allá de la distancia, escalar las montañas en cada trayecto es tarea de titanes. Algunas opciones de bicicletas con motor pueden solucionar este inconveniente, pero poder acceder económicamente a estos vehículos sigue siendo un reto para personas de escasos recursos.
La situación de Bolena no se da solamente en Bogotá y no sólo para trabajadoras domésticas. Pensemos por un momento en los recorridos hacia el escarpado barrio El Poblado en Medellín, Las Lomas en Ciudad de México. O las distancias entre barrios periféricos de escasos recursos y las zonas residenciales generadoras de empleo en Sao Paulo, Buenos Aires, Quito o Santiago de Chile. Son estas zonas residenciales donde se concentra una cantidad importante de puestos de trabajo para cuidadoras, masajistas, manicuristas, enfermeras, trabajadores de la construcción, porteros de edificios, jardineros, domiciliarios, entre otros. Muchos, sobre todo las mujeres, recorren gran parte de estas distancias en transporte motorizado. Y luego caminan la última milla, o al menos así lo hacían antes de la pandemia.
La pandemia nos ha hecho repensar cómo movernos de forma salubre y segura como nunca antes en la historia reciente.
La bicicleta se ha fortalecido como una verdadera opción de movilidad. En los últimos meses hemos visto tips para montar en bicicleta, almacenes y talleres para ciclistas clasificados como negocios esenciales durante la pandemia, y promoción de sistemas de bicicletas públicas donde antes era impensable. Ciudades como Bogotá, Londres, Atenas, Medellín y Berlín la han posicionado como un vehículo limpio, eficaz, y seguro contra el virus.
Efectivamente, la bicicleta ofrece ventajas para muchas personas. Es un transporte limpio y sostenible ambientalmente, mejora la salud de quien lo realiza, ocupa menos espacio público, tiene menor costo económico y permite una interacción directa con el entorno. Es una gran solución en viajes cortos y con infraestructura protegida, como ha sido estudiado en el Reino Unido para viajes de menos de dos millas.
Sin embargo, no podemos olvidar que para muchos y muchas simplemente no es una opción.
Estudios en la región (Santiago de Chile) muestran que los desafíos asociados a la segregación residencial y socio-económica impactan el uso de la bicicleta. Para muchas mujeres la bicicleta no es una opción por otras razones. Los patrones de movilidad de las mujeres son más complejos por los viajes en cadena que realizan para desarrollar la movilidad de cuidado* (concepto que acuñó Inés Sánchez de Madariaga). Además, muchas no saben montar en bicicleta. La bicicleta, en la niñez, parecía un “juego de hombres”. Mientras ellos se lanzaban montaña abajo, ellas ayudaban con los quehaceres de casa y jugaban a las muñecas. Muchas de las que quieren aprender tienen miedo de hacerlo. Temen que un carro o un bus las atropelle, o que otros actores de la calle las roben o las acosen. Otras pueden ser adultas mayores, sufrir alguna discapacidad o limitación física que les impida hacer uso de estos vehículos.
Estas relaciones entre género y ciclismo urbano deben ser consideradas al momento de diseñar políticas de promoción del uso de la bicicleta. Algunas medidas para responder mejor a las necesidades de las mujeres incluyen:
La bicicleta tiene beneficios ambientales, económicos y de salud pública.
Reconocer los diferentes perfiles de usuarios y cómo mejorar su experiencia debe pasar por incorporar medidas esenciales para darle seguridad a las mujeres que quieren moverse en bicicleta en las ciudades de América Latina y el Caribe. Para quienes se mueven de punta a punta, tienen alguna limitación física y se enfrentan a dificultades asociadas a la geografía como Bolena, el transporte público sigue siendo una opción necesaria. No hay una varita mágica ni una única solución para responder a las necesidades de poblaciones tan diversas y con ocupaciones tan variadas en megaciudades como muchas latinoamericanas. Sin embargo, la intermodalidad es y seguirá siendo un elemento fundamental para asegurar una movilidad más eficiente. Los modos motorizados y no motorizados deben combinarse para que las personas lleguen a su destino de manera segura, rápida, asequible y saludable.
*Sánchez de Madariaga, Inés: “Vivienda, movilidad y urbanismo para la igualdad en la diversidad: ciudades, género y dependencia”, en Ciudad y Territorio, XLI (161-162), pp. 581-598, 2009.
*Sánchez de Madariaga, Inés «The mobility of care. Introducing new concepts in urban transportation”, en Sánchez de Madariaga, Inés & Marion Roberts (eds.) Fair Shared Cities. The Impact of Gender Planning in Europe. Ashgate, Aldershot-New York, 2013.
Yuri dice
La integracion modal ebikes+transporte colectivo es necessaria para las ciudades metropolitanas de latinoamerica! Hay
Mucho que hacer
Etienne Zambrano dice
Creería, también, la importancia de la silvicultura urbana es de los aspectos cruciales para el funcionamiento de toda infraestructura urbana, En ciudades como Barranquilla el efecto de islas de calor y la poca arborización (o cubiertas) son obstáculo claro de la factibilidad de proyectos de esta índole.