Ricardo[i]* utiliza todos los días el sistema de transporte público de Medellín para desplazarse por la ciudad con la asistencia de su silla de ruedas eléctrica. Su lugar de trabajo se encuentra a 9 Km de su residencia ubicada en un barrio con topografía empinada y con poco o ningún espacio accesible que facilite su movilidad. A pesar de los inconvenientes, Ricardo utiliza el metro inclusive durante las horas pico y expresa: “prefiero esperar para no incomodarme yo ni incomodar a los demás.”
Silvana ii* vive en el municipio de Bello en Medellín, realiza sus viajes en transporte público con su hijo David quien tiene una discapacidad motora y utiliza una silla de ruedas. Durante el trayecto para llevar a su hijo a las clases en la Fundación a la que asiste, viaja 22.5 Km. Silvana con respecto a las dificultades que encuentra al usar este medio de transporte expresa: “A mí no me gusta que lo bajen cargado porque podría caerse, para eso están las rampas.”
Desafortunadamente, la realidad de Ricardo, Silvana y su hijo David, es común en los sistemas de transporte de América Latina[1].
Tradicionalmente, la infraestructura de transporte no es planeada reconociendo las necesidades específicas de usuarios como mujeres que viajan con niños o usuarios con discapacidades. Es por esto por lo que el transporte asequible, confiable y seguro para todo tipo de usuarios, es clave para eliminar brechas y generar oportunidades igualitarias de acceso a servicios de educación, atención médica, vivienda, vida comunitaria y empleo.
Sin embargo, esta conversación está cambiando. La primera línea del metro de Quito recién inaugurada, es el primer metro que incluyó un enfoque de género desde su planeación. Más del 78% del metro de Santiago cumple con parámetros internacionales de diseño universal. En La Paz, Bolivia, el sistema ofrece una tarifa diferenciada para adultos mayores, personas con discapacidad y estudiantes. Otros sistemas de transporte de la región trabajan por eliminar barreras culturales y actitudinales. En Bogotá, Transmilenio ha dispuesto de personal capacitado en cada una de las estaciones para a tender a usuarios con discapacidad y para brindar una mejor experiencia de viaje. Existen otros ejemplo a nivel internacional que pueden ser un modelo interesante para región como el caso de en Londres, en donde los 21,000 icónicos taxis negros son accesibles para personas en silla de ruedas, además las personas con movilidad reducida reciben un subsidio sobre el costo de su viaje.
Desde la División de Transporte del BID queremos generar instrumentos que apoyen a las ciudades a cambiar la manera de hacer la planeación del transporte público. Para incluir los temas de género y accesibilidad universal en las operaciones de transporte público que financiamos. Por ejemplo, desde el bien público regional Transport GenderLab estamos promoviendo la implementación de políticas de transporte con enfoque de género entendiendo a las mujeres como usuarias del transporte público y como parte del mercado laboral del sector, para visibilizar sus patrones de movilidad y mejorar la infraestructura y operación de los sistemas.
Sumando a esto, para comprender las necesidades y barreras de accesibilidad que puedan tener personas con discapacidad, hemos desarrollado una metodología que permite evaluar cualitativamente toda la cadena de viaje de personas con diferentes discapacidades, a través de mapas de experiencia de viaje.
La metodología utiliza la herramienta Mapa de Viaje del Cliente (MVC), a través de la cual se genera una visualización del proceso que sigue un usuario del transporte público para hacer su viaje.
La metodología, que segmenta cada viaje en 12 distintos momentos, fue implementada en Bogotá, Santiago y Medellín. Se hizo el seguimiento de los viajes a personas con diferentes perfiles de usuarios incluyendo personas con discapacidad, mujeres y adultos mayores para identificar las facilidades y obstáculos antes, durante y después del viaje en el transporte público, con un especial énfasis en la relación entre este y el entorno urbano. Los resultados preliminares nos muestran mapas detallados por perfil, de manera que las ciudades puedan valorar los resultados y recomendaciones para mejorar sus sistemas para discapacitados y para todos los usuarios.
Los resultados permitirán generar recomendaciones generadas con y para los usuarios de transporte público con discapacidades.
Las ciudades podrán utilizar los resultados por sistema de transporte o perfil de usuario para incluir mejoras en la política pública, planeación y operación de los sistemas de transporte público en Latinoamérica.
[1] Según cifras de CEPAL para 2010, cerca de 12% de la población latinoamericana y caribeña viviría con al menos una discapacidad, esto equivale a 66 millones de personas.
[i] y ii *Los nombres han sido cambiados para proteger a los participantes del estudio.
Pedro Valenzuela dice
En Latinoamérica tenemos que humanizar nuestras ciudades y uno de los actores es el transporte público Urbano. Aún queda mucho por hacer pero lo importante es que los actuales proyectos de transporte urbano que se están desarrollando están tomando muy en serio las necesidades de los usuarios y las características de su ,movilidad de acuerdo a sus necesidades.
Espero que en mi país Venezuela, en un eventual proceso de reconstrucción de la infraestructura de transporte y planeación de nuevos sistemas de transporte urbano, se tomen en cuenta las experiencias exitosas de quienes están innovando en esta materia a nivel regional.
Francisco Rodriguez Charry dice
buenas tardes:
En la practica en la ciudad de Bogotá donde está implementado Transmilenio, esto se queda en el papel, ya que los buses en el 90% de las horas de servicio, van tan llenos que no se puede poner en práctica ninguno de los lineamientos dados.
En la mayoría de los casos las personas con discapacidad no pueden viajar comodamente, y en algunos casos ni pueden ingresar a los buses articulados