El cuidado de la vida es el fundamento del distanciamiento social por COVID-19 en el mundo entero. Ese cuidado de la vida ha sido una labor que hemos realizado mayoritariamente mujeres y que durante la pandemia seguimos realizando. El sector salud compuesto por héroes y heroínas en la primera fila de la batalla contra el COVID-19 está fuertemente dominado por personal femenino. El cuidado de niños, adultos mayores y personas enfermas, en las casas, también está encabezado por mujeres. Datos de la OIT en el mundo explican que una de cada trece mujeres asalariadas se dedican al trabajo doméstico remunerado, y en América Latina son una de cada cuatro. La OIT también señala que las mujeres realizan 76,2% del trabajo de cuidado no remunerado en el mundo, tres veces más que los hombres.
Aparte del cuidado directo de los demás, muchas mujeres están trabajando en los planes de respuesta ante la pandemia. Varias mujeres están liderando diferentes Estados que han enfrentado la crisis con atención y eficiencia. La primera Ministra de Nueva Zelanda, por ejemplo, implementó medidas que llevaron a que hoy no haya transmisión local del virus. Científicas como Kizzmekia Corbett, lidera la investigación en el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos para encontrar la vacuna contra el coronavirus.
En términos de transporte, la gerente de la bicicleta en la Secretaría de Movilidad de Bogotá, Laura Bahamón, ha liderado la iniciativa de aumentar ciclo-rutas para prevenir el contagio durante la pandemia.
La iniciativa ha sido fuente de inspiración para múltiples ciudades alrededor del mundo. Dentro de los sistemas de transporte urbano, son muchas las mujeres que desde la planeación y el funcionamiento hacen posible la movilidad durante el confinamiento:
Pero además de aportar en soluciones de impacto individual y colectivo, las mujeres también sufrimos de forma diferenciada los efectos de la pandemia y de las políticas desarrolladas como respuesta a esta crisis. Por ejemplo, las enfermeras han sufrido discriminación porque otros usuarios sienten temor de ser contagiados con el virus (ver ejemplo en Jalisco). Las tasas de violencia doméstica han aumentado en el mundo entero tras el encierro de víctimas y agresores. Los feminicidios han escalado. Las horas de trabajo de cuidado se han expandido para las mujeres dentro de sus hogares, pues ahora también deben encargarse del cuidado de niños que no pueden ir a colegios y jardines, y de personas enfermas que no tienen acceso a los servicios de salud.
Pese a que las mujeres contribuimos con nuestros cuerpos y nuestras mentes a frenar los impactos negativos de la pandemia, y de cualquier situación de crisis, muchas veces nuestras experiencias y aportes no son incluidos cuando se trata de discutir soluciones en el inmediato y mediano plazo.
No sólo se realizan eventos y discusiones donde todos los panelistas son hombres, sino que las soluciones que se plantean no toman en cuenta la perspectiva de género y asumen que mujeres y hombres reciben los mismos beneficios de las acciones frente a las crisis. Otros desastres naturales evidencian que las mujeres terminan siendo las más afectadas. En el caso de los huracanes Irma y María en Puerto Rico, a la hora de proponer soluciones, las necesidades de las mujeres quedaron en un segundo plano.
Frente al COVID-19, somos muchas las mujeres que podemos aportar ideas innovadoras que permitan no solo frenar la pandemia sino reconstruir otro tipo de escenarios más inclusivos, equitativos y solidarios. Mantener altos estándares de higiene en el transporte público, consolidar todas las rutas de protección contra la violencia basada en género, incorporar más mujeres en el sector transporte en espacios que vayan más allá de la limpieza de vehículos y estaciones, promover un aumento en el uso de las bicicletas entre hombres y mujeres con infraestructura dedicada y protegida, promover la distribución equitativa del trabajo de cuidado entre hombres y mujeres con transporte público y bicicletas que faciliten la movilidad de cuidado* (concepto que acuñó Inés Sánchez de Madariaga), son solo algunas de las propuestas que vienen de mujeres y que pueden propiciar una transformación más profunda de la forma como nos movilizamos y habitamos espacios, para promover la inclusión.
Nosotras somos esenciales para el desarrollo de soluciones frente al COVID-19 y para reconstruir los espacios cuando la pandemia acabe.
No solo debemos ser sujetos de políticas que estén constantemente informados por datos diferenciados por género, sino que debemos constituirnos como participantes activas de mesas de discusión y de decisión que deben incorporar integralmente la perspectiva de género en todos los espacios de la vida.
#SheCOVID #EllaCOVID
*Sánchez de Madariaga, Inés: “Vivienda, movilidad y urbanismo para la igualdad en la diversidad: ciudades, género y dependencia”, en Ciudad y Territorio, XLI (161-162), pp. 581-598, 2009.
*Sánchez de Madariaga, Inés «The mobility of care. Introducing new concepts in urban transportation”, en Sánchez de Madariaga, Inés & Marion Roberts (eds.) Fair Shared Cities. The Impact of Gender Planning in Europe. Ashgate, Aldershot-New York, 2013.
Para la implementación del proyecto de ampliación norte del cosac