La violencia basada en género (VBG) contra mujeres diversas es prevalente en el espacio y el transporte público en el mundo entero. La sufre Juanita, una niña de doce años que no puede ir al colegio en el bus porque hay un hombre que la acosa. La experimenta Susana, una mujer lesbiana a la que le gritan frases discriminatorias cuando va de la mano de su pareja en las calles. La sufre Teresa, una mujer trans-género expulsada del sistema de transporte masivo por su identidad de género. Aunque las ciudades han buscado sensibilizar, atacar, condenar y disminuir este tipo de violencia en el espacio público, lo cierto es que sigue sucediendo. La VBG en nuestras calles y transporte es una manifestación de las creencias culturales que inhiben la libertad de mujeres y niñas; algunas de estas se presentan a continuación.
“El hogar es el espacio de la mujer”.
Esta creencia se basa en la división ideológica del espacio, de acuerdo con la cual los hombres pertenecen al espacio público de la producción y las mujeres al espacio privado del hogar.[1] Aunque las mujeres trabajen, estudien, compren, cuiden, y disfruten en las calles de la ciudad, son vistas como fuera de lugar. Esta creencia se reitera en el transporte y en el espacio público cuando son acosadas porque no deberían estar ahí. No sólo es un manoseo o un piropo mediante el cual el acosador ejerce su poder sobre el cuerpo femenino, sino que esta incomodidad que genera el acosador reitera que el espacio y el transporte público son lugares masculinos y para el goce y disfrute de los hombres.
“La población LGBTI+ debe quedarse dentro del closet”.
Esta creencia delimita el espacio de la expresión del afecto, la orientación sexual y la identidad de género al espacio privado. A los y las cisgéneros y heterosexuales parece incomodarles la expresión de la diversidad, que debe ser acallada en el espacio y el transporte público. Un estudio de Oxfam en ocho países de América Latina mostró que el 73% de las mujeres y el 67% de los hombres considera que “las lesbianas no deberían mostrar su orientación sexual en la calle”, y el 74% de las mujeres y el 58% de los hombres consideran que no es normal que personas que nazcan con genitales masculinos usen ropa de mujeres.[2] Esta idea fomenta la VBG contra mujeres que expresan su diversidad sexual y de género en el espacio y el transporte público.
“Ella se lo buscó”.
Socialmente juzgamos mucho menos al acosador, que generalmente suele ser un hombre, y justificamos lo que ha pasado, culpando a la víctima, usualmente una mujer. En juicios legales, noticias periodísticas y conversaciones casuales oímos constantemente que una mujer a la que violan “se lo merecía” por ir vestida de tal o cual forma, por estar sola a cierta hora en cierto espacio, por estar borracha, por ir acompañada por la persona “equivocada”. Incluso cuando ellas expresan su negativa frente a los avances sexuales, se asume que para ellas “no es sí”. Una medición de impacto sobre los vagones segregados en Rio de Janeiro, por ejemplo, mostró que, para muchos usuarios y usuarias, una mujer que usa los vagones mixtos está abierta a avances sexuales.[3] Este paradigma limita a las mujeres diversas del acceso a la ciudad en libertad, dado que restringe su credibilidad, y las circunscribe a espacios, formas de vestir y de actuar bajo una autonomía restrictiva.
“Antes agradezca que le echan un piropo”.
Muchas personas consideran que el piropo es un halago, que el silbido es perfectamente normal. La encuesta Oxfam evidenció que el 75% de hombres y mujeres consideran normal que un hombre diga un piropo a una mujer en la calle.[4] Además, se piensa que las receptoras de este tipo de VBG deberían sentirse reconocidas y deseadas, y por lo tanto agradecidas. Las mujeres que responden ante el agresor, que denuncian la VBG en el espacio o en el transporte público son tildadas de problemáticas, malagradecidas y locas. Vienen a colación frases como “calladita se ve más bonita”, que reitera la idea de que expresar su inconformidad no es lo que culturalmente se espera de una mujer, y se conecta con la falsa creencia de que el espacio público es masculino y que ellas simplemente deben actuar como seres pasivos.
Hoy conmemoramos el día Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer en honor a las tres hermanas Mirabal (Patria, Minerva y María Teresa) que fueron asesinadas en República Dominicana en 1960.
Sesenta años más tarde, las cuatro creencias descritas siguen repercutiendo en la VBG que mujeres diversas sufren en el espacio y en el transporte público.
Los gobiernos (locales, estaduales y nacionales), la sociedad civil nacional e internacional, y el sector privado están liderando múltiples iniciativas para ofrecer respuesta a esta violencia, incluyendo herramientas tecnológicas[5] en busca del cambio. Sin embargo, desmitificar las creencias de fondo es clave para tener #CeroAcoso en estos espacios. Crear ciudades seguras y libres de violencia para la diversidad de mujeres y niñas que las habitan es inapelable si queremos alcanzar una igualdad real y efectiva en nuestras sociedades.
[1] Gillian Rose (1993), Feminism & Geography: The Limits of Geographical Knowledge. University of Minnesota Press, Minneapolis.
[2] Damaris Ruiz y Belén Sobrino (2018), Rompiendo moldes: transformar imaginarios y normas sociales para eliminar la violencia contra las mujeres, resumen ejecutivo, Oxfam.
[3] Kondylis, Florence; Legovini, Arianna; Vyborny, Kate; Zwager, Astrid; Andrade, Luiza (2020), Demand for ‘Safe Spaces’ : Avoiding Harassment and Stigma, Working paper, World Bank Group, https://openknowledge.worldbank.org/handle/10986/33853
[4] Ibid. Ruiz y Sobrino (2018).
[5] Ver podcast: Transport Gender Lab (2020) Diverse Mobility #1: Hollaback: Innovation Against Harassment. Inter-American Development Bank: https://soundcloud.com/bancointeramericanodesarrollo/hollaback
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