Las estrategias de prevención de la violencia se focalizan en víctimas y victimarios, a veces sin considerar la importancia de intervenir en edades tempranas y en el contexto familiar
¿Es más probable que un joven sea violento si ha estado expuesto a comportamientos violentos en su familia durante su infancia? ¿Marca la violencia intrafamiliar patrones que se repiten generación tras generación? Estudios en países como Estados Unidos, Holanda, Reino Unido o Suecia sugieren que ése es el caso, y que existe una transmisión intergeneracional de la violencia. De acuerdo con esos análisis, esa transmisión es una de las posibles causas del crimen y la violencia juvenil.
Ahora bien, ese patrón ¿se da también en América Latina y el Caribe (ALC)? Y, si la respuesta es afirmativa, ¿qué políticas pueden ser adoptadas para tratar de evitar la violencia intrafamiliar y, así, prever la aparición de comportamientos violentos en las generaciones futuras?
La transmisión intergeneracional de la violencia intrafamiliar ha sido poco estudiada en ALC. Como parte de su esfuerzo para comprender mejor este problema, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha llevado a cabo el estudio La violencia intrafamiliar y su transmisión intergeneracional: el caso de México, para poder determinar y cuantificar si existe un componente importante que influya en el desarrollo de comportamientos violentos a futuro, incluso una vez controlados otros factores de riesgo.
Las conclusiones de ese análisis revelan que en México se da la misma situación que en los países antes mencionados, lo cual podría reflejarse también en otros países de la región de ALC. Es decir: la violencia observada o sufrida anteriormente por los jóvenes en el contexto familiar está significativamente asociada a la violencia actual que experimentan, y es un predictor mejor que otros factores de riesgo individuales, familiares o de contexto comunitario (tales como índices de criminalidad de la comunidad y de marginación urbana de los barrios donde habitan las personas entrevistadas).
El estudio apunta una serie de soluciones que pueden tener un impacto significativo en el futuro para reducir el problema. Para ello, las políticas públicas enfocadas en prevenir y atender la violencia intrafamiliar deben considerar servicios de prevención social de la violencia que atiendan a todos los integrantes de la familia con antecedentes criminales y conductas de violencia intrafamiliar. A fin de alcanzar ese objetivo, es clave que esos servicios puedan aplicar programas específicos y adecuados según el perfil de riesgo de cada caso en concreto. El análisis llevado a cabo por el BID en México, así pues, abre las puertas a la búsqueda de soluciones a este problema en la región.
La violencia en América Latina y el Caribe
La inseguridad y el crimen violento son un motivo de preocupación de la ciudadanía en prácticamente todo el mundo, y América Latina y el Caribe (ALC) no son una excepción a esa norma. De hecho, la inseguridad es el problema que más preocupa a la población de la región (Latinobarómetro, 2018), mientras que crimen violento se ha convertido en un problema, especialmente entre los jóvenes, que algunos han comparado, con “una epidemia”, si bien esas caracterizaciones tienen siempre un marcado carácter subjetivo.
En México, que es el país en el que se centra el estudio del BID antes mencionado, 74% de la población percibe que hay un entorno de inseguridad en la entidad territorial en que la que reside, lo que supone un aumento de dos puntos porcentuales desde 2013 (INEGI, 2017). Alrededor de un tercio de los ciudadanos de esa nación considera la inseguridad, la violencia y la delincuencia como el principal problema del país (Latinobarómetro, 2018). Las tasas de homicidio doloso, de secuestro y de robo de vehículo con violencia se han más que duplicado en los últimos 11 años, mientras que la cifra de delitos no denunciados alcanzó 93,2% en 2018 (INEGI, 2019).
Más allá del caso analizado de México, la persistente violencia en ALC es llamativa porque, pese a las mejoras económicas experimentadas por la región, ésta tiene una tasa promedio de 22,2 homicidios por cada 100.000 habitantes (InsightCrime, 2019), es decir, una cifra que cuadruplica la media mundial. En este contexto, los jóvenes conforman el grupo poblacional más vulnerable, ya que son tanto los principales perpetradores de los homicidios, como las principales víctimas (51% de las víctimas masculinas por homicidio en la región pertenecen al grupo de edad de 15 a 29 años). Enfrentar este problema exige encontrar las razones que hacen que la participación de los jóvenes en la delincuencia sea tan elevada.
En todo el mundo, una de las posibles causas de la violencia es la exposición severa o prolongada a la violencia en los hogares donde las personas crecen. Éste es un problema que afecta especialmente a las mujeres y a los menores. En ALC, una de cada tres mujeres es víctima de violencia por parte de su pareja (ONU Mujeres) y uno de cada dos menores de 15 años es sometido a castigo corporal en el hogar (UNICEF).
En el caso de México, así como en la mayoría de los países de la región de ALC, las estadísticas revelan que los jóvenes son unos de los principales protagonistas de las situaciones violentas, sea como autores o como víctimas. En el país, 32,5% de los delitos los comenten personas de 25 años o menos, y este porcentaje aumenta al 43,1% en el caso de robo o asalto en la calle o el transporte público, que es el acto delictivo más común en el que la víctima está presente. Asimismo, los jóvenes de entre 18 y 29 años constituyen el 32% de las víctimas mayores de edad.
La violencia permea de igual manera en los menores de edad. Dentro de las escuelas de educación media superior de México, el 72% de los niños y el 65% de las niñas reportan haber experimentado algún tipo de agresión o violencia, mientras que el 39% declara haber recibido maltrato en el hogar por parte de algún familiar (INEGI, 2014).
Asimismo, la emergencia generada por el COVID-19 ha tenido repercusiones no solo económicas y de salud pública, sino de violencia en los hogares. De acuerdo con los datos de Naciones Unidas (ONU, 2020a), las restricciones a la movilidad, los confinamientos, y el consiguiente incremento de la convivencia en espacios reducidos han tenido como consecuencia un aumento en la violencia contra mujeres y niñas en muchos países del mundo, incluido México. En ese país, se registró en los primeros cien días de confinamiento un aumento de 20 por ciento en las llamadas al teléfono de emergencias 911 por casos de violencia contra mujeres, mientras que en las instancias estatales y municipales, la atención a esos casos creció entre 20 y 30 por ciento (SESNSP 2020).
Asimismo, la atención brindada en casos de violencia contra mujeres, niñas y niños en la Red Nacional de Refugios en México creció en dos meses de cuarentena en más de 70 por ciento en comparación con 2019 (ONU, 2020b). Finalmente, de acuerdo con EQUIS Justicia para las Mujeres, en marzo de 2020 se registró en ese país “la mayor tasa de apertura de investigaciones penales por violencia familiar, desde que el delito comenzó a ser registrado a nivel nacional en 2015”.
La transmisión intergeneracional de la violencia intrafamiliar: un factor de riesgo
La violencia juvenil no puede ser abordada solo desde la reacción, sino que puede prevenirse atendiendo a los factores a los que están expuestas las poblaciones de riesgo de violencia y que las hacen más proclives a ser víctimas o victimarios. Por ejemplo, factores de riesgo individuales (edad, género, uso y abuso de drogas y alcohol); familiares (ambientes familiares deteriorados, transmisión de determinados valores dentro de la familia, y la reproducción de la violencia de una generación a otra); y factores comunitarios y sociales (debilidad del Estado, disparidades en el nivel de ingreso, pobreza) (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2002).
Por ejemplo, los menores que han sufrido maltrato físico o desamparo tienen mayor probabilidad de cometer delitos violentos y de ser arrestados en la juventud y en la edad adulta por cometer actos similares. De manera similar, los hijos de progenitores que han estado recluidos en instituciones penitenciarias son más propensos a delinquir y a ser procesados legalmente por estas conductas (OMS, 2016).
Existen distintas teorías sobre los mecanismos de transmisión de las actitudes y los comportamientos violentos de padres a hijos. La teoría del aprendizaje social dice que los niños imitan comportamientos y actitudes de otras personas, mientras que la teoría del apego sostiene que la relación inicial de los niños con su cuidador moldea sus futuros apegos y relaciones. Hay también factores externos que pueden aumentar la propensión a la criminalidad y la violencia, como pertenecer a un hogar con bajos ingresos, el embarazo adolescente, o residir en barrios con altos índices de violencia. En particular, la violencia de pareja observada por los menores en el pasado es un factor significativo que predice esa misma violencia en la actualidad. Del mismo modo, los menores que sufrieron algún tipo de maltrato infantil son más propensos a replicar estas conductas en la edad adulta.
En el caso de México, ¿cómo influye el contexto familiar en los comportamientos violentos a futuro?
El estudio sobre la violencia intrafamiliar en México se centró en el análisis de la importancia de la transmisión de violencia intrafamiliar de padres/madres a hijos/as e incluso de abuelos/as a nietos/as como un factor de riesgo del desarrollo de comportamientos violentos a futuro-. Gracias al avance en la recolección de datos socioeconómicos que se realiza en México, a través de la Encuesta de Movilidad Social de los Jóvenes en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (EMOVI-2017), que se aplica a dos generaciones de una misma familia (padres e hijos), se ha logrado cuantificar la violencia a la que estuvieron expuestas ambas generaciones. En 2017, esta encuesta incluyó por primera vez un módulo de preguntas sobre actitudes y comportamientos violentos con el fin de observar en qué medida la violencia juvenil actual está asociada a la violencia de la generación anterior (dentro del hogar y de la familia).
La encuesta fue adaptada para recolectar la información relacionada con este módulo, que fue respondido tanto por padres como hijos, lo que permitió obtener información de primera mano de ambas generaciones. Asimismo, el estudio utilizó datos georreferenciados de la encuesta, que permitieron distinguir el posible impacto que tiene la violencia en el entorno (barrio) del que tiene la violencia intrafamiliar, incorporando variables agregadas de contexto de los barrios donde habitaban las personas entrevistadas. Lo anterior permitió caracterizar a la población encuestada en cuanto a los indicadores de crimen y delito presentes en el territorio donde viven.
Los resultados del análisis sugieren que el desarrollo de comportamientos violentos a futuro está asociado a la transmisión intergeneracional de la violencia intrafamiliar, confirmándose así la tendencia observada en otros países.
Entre los principales hallazgos del estudio están:
1. Los jóvenes que crecieron en hogares en donde el padre pegaba a la madre tienen una mayor probabilidad de ser violentados por su pareja (39,5 puntos porcentuales –pp- más), o de ser ellos los perpetradores (36,6 puntos porcentuales más) que los jóvenes que no observaron estas conductas.
2. La relación entre la violencia de pareja observada y la violencia de pareja sufrida es similar entre mujeres (40,8 pp más) y hombres (38,3 pp más).
3. Los jóvenes con familiares que han estado en prisión tienen mayor probabilidad (6,4 pp más) de terminar en la cárcel. La correlación, sin embargo, resulta significativa solamente para los hombres, que tienen una probabilidad 10 pp superiores a la de los jóvenes que no han tenido familiares condenados.
4. La conducta más consistentemente asociada a varios tipos de violencia fue el consumo de alcohol o de algún tipo de estupefaciente. Todas las regresiones mostraron que tomar estas sustancias está asociado a una mayor probabilidad de presentar conductas violentas.
Implicaciones de política pública
En la región existe escasa evidencia empírica sobre la transmisión intergeneracional de la violencia que permita aplicar políticas públicas efectivas para disminuirla y prevenirla. Mejorar el conocimiento sobre estas dinámicas permitiría actuar oportunamente y reducir de manera más efectiva el riesgo de que la siguiente generación sufra o replique los comportamientos o actitudes violentos a los que estuvo expuesta esa persona durante la niñez.
Determinar hasta qué punto la violencia tiene sus raíces en la experiencia del entorno familiar en el que las personas se han criado es un conocimiento clave para generar estrategias que permitan combatir los problemas de agresión y delincuencia que cada día en mayor medida ocupan un lugar destacado en las preocupaciones de los habitantes de la mayor parte de los países del mundo. Se trata de un enfoque preventivo y no reactivo que, si logra aplicarse con éxito, puede facilitar la prevención de la violencia desde sus orígenes. Es, sin embargo, una estrategia compleja, que demanda un trabajo de recolección y análisis de datos a gran escala, así como una transformación profunda de políticas públicas enfocadas en cambios de comportamiento destinadas a combatir la violencia.
Mejorar la seguridad ciudadana es una condición necesaria para reducir la vulnerabilidad de poblaciones en riesgo, promover la inclusión social, y fomentar un entorno más favorable a la inversión que permita generar las condiciones para el desarrollo sostenible de ALC. Para ello, debemos seguir contribuyendo a enriquecer la evidencia empírica en la región con el fin de comprender los diferentes factores asociados a la inseguridad y a la violencia intrafamiliar y su transmisión, y, así, ser capaces de generar y fortalecer respuestas institucionales que permitan prevenir y atender esta problemática.
Para conocer más, te invitamos a descargar la publicación aquí.
Freddy Rommel Coronel Alvarez Dice
La violencia intrafamiliar es un problema de siempre y si no se toman medidas preventivas oportunas adoptando acciones que generen una cultura familiar para lograr una conducta con buenos valores y modales en familia. Para ello considero al igual como existe la Escuela para los hijos debe haber una Escuela para educar a los padres primero. Estoy conciente de que se puede hacer un ensayo en busca de resultados para superar esta crisis en la familia. Porque solo encontrar el problema y quedarnos cruzados de brazos no logramos nada solo poner el dedo en la llaga esta no se cura. Bajo ese horizonte la busqueda de soluciones es lo correcto y nos gustaria ser parte de un equipo de trabajo para hacer un ensayo en busca de resultados en corto tiempo.
SALUDOS CORDIALES DESDE ZAPOTILLO ECUADOR
Freddy Rommel Coronel Alvarez Dice
Gracias al BID por compartir temas tan interesantes y de siempre en la familia y que si no tomamos las medidas correctas este problema sera por siempre. Esperamos acciones correctas y oportunas la sociedad mundial. las actualesy futuras generaciones lo estan esperando.
Freddy Rommel Coronel Alvarez Dice
Tener una crianza en un buen entorno familiar es clave para prevenir la violencia iintrafamiliar Coincido con Karela y Barbara por ello debe haber una Escuela para educar a los padres primero allí empieza acciones que generen una cultura familiar para lograr una conducta con buenos valores y modales en familia.
Fulton Aldenny Zambrano Loor Dice
Al igual que ustedes, por muchos años he pensado que que debemos invertir en nuestros niños y en sus familias para crecer en mejores condiciones. Los antisociales se crean a partir de una familia mal estructurada. Pero para mi criterio lo más importante es crear estado de igualdad entre sus habitantes, la falta de oportunidades equitativas dan nacimiento a ciudades inseguras. De que nos sirve invertir en métodos y cursos para implementar crecimiento social e inclusive en préstamos para pequeños emprendedores, si la realidad social fuera de casa es diferente. No puedes competir en una sociedad elitista, debemos atacar el nucleo que lo provoca
Divorcio express Dice
Por desgracia el entorno nos marca más de lo que quisiéramos. Felicitades por el artículo