Cuando en los setenta, el cantautor brasileño Roberto Carlos nos deleitaba con su hit “yo quiero tener un millón de amigos”, no debe de haber imaginado que nos dejaba una inestimable pista para el diseño de mejores políticas de seguridad ciudadana.
¿Pero qué tiene que ver tener amigos con andar seguro? Aclaro de entrada: no es necesario que tu amigo sea el Chapo Guzmán. Tampoco un Cristo que esté dispuesto a dar la vida por vos. Lo que importa es, simplemente, que no te sientas solo en la vida.
Cuando las personas confían y se relacionan más entre sí (técnicamente, cuando han creado mayor “capital social”), tienen menos temor al crimen que las otras, incluso después de haber sido víctimas. Pero un estudio del BID (el mismo que me explicó por qué mi mamá sentía miedo en un barrio libre de homicidios) constató algo más: que en América latina, quienes no tienen amigos en quien confiar son con mayor frecuencia víctimas de robos.
Hay evidencia también sobre la relación directa entre carecer de amigos y empezar a delinquir. Y entre carecer de BUENOS amigos y NO poder salir del delito. Un modelo matemático llegó a vincular el periodo de caída en los homicidios en Colombia con la suba del capital social entre los “buenos” y la baja del capital social entre los “malos”. Nuestro colega Paolo Buonanno y otros expertos han probado el significativo efecto del “buen” capital social en la reducción de delitos contra la propiedad en Italia.
El problema de la gente que está y se siente sola es una cuestión muy relevante y en general omitida en la lucha contra el crimen. No sólo en la prevención de robos y homicidios, sino también en la lucha contra el bullying en las escuelas o frente a nuevos tipos criminales contra la integridad sexual o la intimidad, tales como los que se originan en “amistades virtuales” en la web.
El mundo de los negocios ha identificado muy bien el target de la soledad. Lo revela el aumento de la construcción de pequeños apartamentos tipo estudio, la oferta de diversión y dating para solos y solas, y hasta el consumo de mascotas: en México, por ejemplo, la población de perros y gastos ya supera a la de niños menores de 9 años. ¿Por qué todo esto pasa inadvertido para las políticas de seguridad?
Hace falta crear más capital social, promover lazos interpersonales y de confianza donde no las hay. Esto no reemplaza a la policía, pero puede ayudar a su eficiencia. Si un problema de ruidos molestos lo puedo resolver hablando pacíficamente con mi vecino, contribuyo a que el 911 no le dé “ocupado” a quien llama porque alguien entró a su casa y apunta con una pistola a su hija.
En zonas con mayor número de hogares unipersonales, se debería aumentar la densidad de presencia policial, capacitar a los policías para una comunicación más proactiva con los vecinos, y conectarlos con los operadores de programas sociales que buscan fortalecer relaciones humanas y familiares.
“El que prescinde de un amigo es como el que prescinde de su vida”, decía Sófocles en el siglo V a.C. Hoy podría repetirlo en una reunión con vecinos cualquier buen jefe de policía comunitaria. Sería en otro sentido, pero no menos cierto que el del poeta griego.
Pueden seguir al autor por twitter @josrur
Ricardo Quinto Herrera Atencio Dice
Un excelente articulo sobre Capital Social!
Javier Sagredo Dice
Enhorabuena por este artículo que apunta a una de las enormes debilidades de nuestra región: los grandes sectores de población que se encuentran en situación de exclusión o en riesgo de ser excluidos. Y ello en la región más desigual y violenta del mundo, lo cual supone un pesado lastre para nuestro desarrollo y un costo insoportable para nuestros países.
Para abordar un problema complejo como éste, tenemos necesariamente que enfocar nuestra atención en todos los factores que se encuentran en la base de los procesos de exclusión social y, entre ellos, el profundo empobrecimiento de los vínculos de nuestras redes personales y subjetivas. Y el efecto multiplicador de este empobrecimiento que suponen la violencia, el miedo y la desconfianza, en sociedades que ya han perdido muchos espacios de “ternura” y de solidaridad.
La gente que se queda en el margen, en la calle, en una cama, encerrados en una prisión o en un centro de tratamiento, se queda también sola y pierde referencias fundamentales de relación y de apoyo personal de sus parejas, familias, amigos, vecinos, conocidos… y con esa pérdida, se pierden igualmente factores de protección y resiliencia.
En ese sentido, algunas soluciones que han surgido de la propia comunidad, en entornos donde tradicionalmente no ha estado presente el Estado, nos muestran cómo avanzar en procesos constructores y generadores de tejido social desde la base; desde lo más pequeño, pero también desde lo más importante: intentando que “los olvidados” les importen a los demás; rompiendo con su situación de “invisibilidad” y recuperando su voz, su participación, el sentido de sus vidas y la conexión con su entorno más cercano.
Experiencias de base comunitaria surgidas, experimentadas y evaluadas en un número importante de países de la región están sirviendo de modelo para la construcción de políticas públicas que apuntan a generar procesos de inclusion social, de reducción de riesgos y daños, de desarrollo humano, de seguridad ciudadana, de salud, de educación, recuperando el inestimable valor que los vínculos con los demás tienen para todos nosotros. Y todo ello, en entornos de muy alta vulnerabilidad social y de fuerte incidencia del delito y de la violencia.
Países como Colombia, Brasil, Uruguay, Argentina y Perú han realizado algunos esfuerzos para convertir estas propuestas de base comunitaria en políticas públicas en materia de drogas; en este caso, la puerta de entrada son los problemas relacionados con las drogas (tanto en relación a consumos problemáticos como al involucramiento de la población en su distribución y venta), pero se trata de intervenciones de vocación integral y de profundo enfoque en la mejora del desarrollo humano de las comunidades y poblaciones más golpeadas y desfavorecidas. Sobre todo, porque cada persona que vive en estos entornos acumula un número de problemas personales, relacionales, sanitarios, legales, económicos y sociales que no pueden tratarse por separado. Por ello, son intervenciones que pueden plantearse también desde las políticas de desarrollo social, de educación, de salud…o, por supuesto, de seguridad ciudadana.
Y promueven paradigmas, métodos y procesos que incorporan a las personas como socios activos de las políticas, como pares fundamentales de los equipos técnicos, como protagonistas de su propio desarrollo.
Uno de estos trabajos, en el que la Red Americana de Intervención en Situaciones de Sufrimiento Social (RAISSS – http://www.raisss.cl) ha sido protagonista, con el apoyo decidido de Caritas Alemana y de algunos gobiernos de la región, debe servir como referencia para la construcción e implementación de políticas públicas efectivas para la generación de procesos profundos de inclusion social. En la comunidad, en la escuela, en el trabajo, transformando estos entornos en lugares de inclusión y cuidado. Desde la intervención más amplia hasta la llegada a las necesidades más urgentes de cada individuo.
Cuando uno mira a las alarmantes tasas de homicidio, al lamentable estado de nuestras prisiones o al abandono en el que viven millones de personas en nuestra region, es evidente que algo no está funcionando en nuestras sociedades, en nuestras instituciones, en nuestras políticas, en nuestras economías (http://www.undp.org/content/undp/es/home/presscenter/pressreleases/2013/11/12/citizen-insecurity-thwarts-latin-america-s-development-says-undp/). Y el deterioro de la seguridad ciudadana es un síntoma triste y visible de todo ello. Una de las claves para empezar a revertir esta situación pasa necesariamente por generar procesos de integración social con todos aquellos que se mueven en los márgenes de nuestras sociedades…y recuperar los vínculos que nos unen con ellos y que nos fortalecen a todos.
JORGE SRUR Dice
Muy interesante el ejemplo de la Red, Javier, y tus contribuciones que enriquecen lo que he tratado de compartir en mi post. Horizontes de Amistad vi se llama la publicación de la red, y es todo un llamado a pensar otros horizontes para las políticas públicas contra el delito también. Como vos, pienso que la inclusión es mejor remedio que la reclusión. El desafío es poder construir soluciones de inclusión efectivas y no sólo efectistas. De lo contrario, caeríamos en la misma trampa de superficialidad de quienes postulan soluciones mágicas represivas, que son pan para hoy y hambre para mañana.