La intuición nos dice que el narcotráfico tiene un impacto negativo en la economía de un país. Pero confirmarlo y cuantificarlo es más complicado de lo que puede parecer. El tráfico de sustancias ilícitas trae violencia, miedo, extorsiones y, sí, muertes. Pero también trae grandes sumas de dinero.
¿Cuál es el efecto neto entonces?
Nuestro libro sobre los costos del crimen en el bienestar de América Latina y el Caribe, que busca cuantificar el costo directo e indirecto sobre el bienestar en la región, estimó contracciones en la economía, en el precio de las propiedades y el empleo derivadas de incrementos de la violencia relacionada con el narcotráfico.
En un post anterior ya te mostramos que el aumento en los homicidios relacionados con el narcotráfico afecta significativamente el precio de las propiedades especialmente en las zonas más pobres. Confirmamos que no solo el crimen es costos, pero tiene efectos regresivos en la distribución del ingreso ya que afecta con mayor intensidad a aquellos de menores ingresos.
Hoy compartimos otro trabajo que cuantifica el efecto del narcotráfico en la economía, utilizando datos de 1.308 municipios de México de 2002 a 2010.
Una dificultad es establecer el efecto causal de esta violencia. La llegada de los carteles impactó la economía o es que un buen desempeño económico atrae a carteles, cuyos conflictos por apropiarse de una plaza conllevan a mayores niveles de violencia. En econometría esto se llama un problema de endogeneidad. Para solucionarlo se necesita alguna estrategia empírica que permita estar seguros de la dirección en la que van causa y efecto.
En el trabajo técnico que fue un insumo para el libro sobre costos de la violencia, Robles, Calderón y Magaloni (2013) proponen dos estrategias para superar este escollo. En primer lugar, utilizan la proporción de incautación de cocaína en Colombia con la distancia de un municipio a la frontera con Estados Unidos como instrumento para aislar la variación en homicidios de aquellos factores que afectan simultáneamente a la economía y los niveles de violencia vinculada con el narcotráfico así como de cambios en la economía que puedan impactar en la tasa de homicidios. Mientras mayor sea la proporción de incautación de cocaína en Colombia, el precio mundial —y en consecuencia el valor de mercado— de la droga se incrementa. El encarecimiento de las drogas es más acentuado en las zonas fronterizas de México, debido a su proximidad al mercado estadounidense.
En segundo lugar, dado que el municipio es la unidad de análisis del estudio, los autores aproximan la actividad económica usando información sobre el consumo interno de electricidad por habitante, debido a que no existen series temporales del producto interno bruto municipal. Asimismo, utilizan datos de la proporción de personas empleadas, autoempleadas y desocupadas, así como del ingreso laboral, para captar dimensiones relevantes del mercado de trabajo.
El resultado es contundente: el narcotráfico es nefasto para una economía. El análisis con variables instrumentales muestra que un incremento de un homicidio relacionado con el narcotráfico por cada 10.000 habitantes genera, a nivel municipal,
- una disminución de 2% en la proporción de personas que trabajan en el mismo trimestre y una reducción de 3% en el trimestre siguiente
- un aumento de 1,5% en la tasa de desempleo
- una baja cercana al 0,4% en la proporción de personas propietarias de negocios
- una reducción del 0,5% en la proporción de personas auto-empleadas.
Asimismo, los autores encuentran que el incremento de un homicidio vinculado con el narcotráfico por cada 100.000 habitantes genera una disminución aproximada del ingreso laboral en 1,2%.
No obstante, no hay evidencia de efectos significativos de la violencia vinculada al narcotráfico sobre el consumo de electricidad. Los autores exponen la hipótesis de que la violencia asociada a las drogas no tiene un impacto lineal sobre la economía. Considerando esta no linealidad, los autores proponen una segunda estrategia de identificación para evaluar el efecto causal de la violencia asociada a las drogas en la economía con base en controles sintéticos. Este método, propuesto por Abadie y Gardeazabal (2003) y Abadie, Diamond y Hainmueller (2010), es una variación de la estrategia de emparejamiento (matching), que tiene por objetivo encontrar la combinación de municipios no tratados cuya media ponderada mejor aproxime las características de aquéllos tratados.
Desgargue nuestro estudio sobre costos del crimen |
Para efectos prácticos del análisis, los autores establecen como intervención la ocurrencia de olas de violencia organizada, definiendo a un municipio como tratado cuando el número de homicidios relacionados con el narcotráfico entre un año y el siguiente, entre 2006 y 2010, aumenta en más de tres desviaciones estándar en relación con la media histórica de homicidios a partir de 1998.
El análisis con controles sintéticos muestra que los municipios “tratados” consumieron, en promedio, 2% menos electricidad al cabo de sufrir un año de violencia organizada relativo al escenario contrafactual. La caída en el consumo se acentúa a 4% luego de dos años y se intensifica a 7% transcurridos cuatro años de violencia.
Estos hallazgos, de acuerdo con los autores, aluden a la presencia de un efecto umbral (y por ende a la no linealidad del impacto) de la violencia sobre la actividad económica. En caso de que los niveles de violencia no sean lo suficientemente altos para sobrepasar dicho umbral, los agentes internalizan el costo económico de obtener mayor seguridad y protección, decisiones que se reflejan en el mercado laboral.
Por el contrario, un escalamiento de la violencia tal que supere dicho umbral, produciría un impacto en las decisiones de los agentes económicos, en términos de localización, inversiones y oferta laboral. Así, el estudio concluye que el incremento de la violencia asociada al narcotráfico ha tenido un alto costo para las economías locales mexicanas.
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Foto crédito: Flickr CC make noise not art
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