“Cada mes que un niño recibe lactancia se reduce el riesgo de obesidad en un 4%”, ésta fue la frase con la que terminó una presentación sobre nutrición y crecimiento infantil que escuché hace unas semanas en una conferencia internacional sobre nutrición y crecimiento. Al salir del salón donde se llevó a cabo la sesión, nos recibía la carita de un niño saludable y feliz que anunciaba alguno de los muchos tipos de leche de fórmula que patrocinaban el evento y que, por lo menos para la mitad de los asistentes, contradecía cualquier estadística.
Estudios recientes realizados en animales han demostrado que existe una especie de “programación nutricional” en los primeros meses del desarrollo infantil que determina la salud a edades futuras. El retardo en crecimiento intrauterino y durante los primeros años de vida se ha relacionado con mayor prevalencia de obesidad, sobrepeso, diabetes e hipertensión.
Sorprendentemente, el crecimiento acelerado en los primeros meses de vida también se ha encontrado que está relacionado con una mayor prevalencia de estas enfermedades crónicas. Es decir, que crecer aceleradamente y no crecer en los primeros meses de vida tiene el mismo efecto adverso sobre la salud futura, y alimentar a un niño en esta etapa con leche de fórmula lo pone en riesgo en cualquiera de los dos escenarios. Los niños alimentados con leche de fórmula tienen mayor riesgo de no crecer debido a la mayor exposición a infecciones o de crecer aceleradamente y acumular grasa debido a los efectos que el elevado contenido de proteína en la fórmula produce en el metabolismo a edades tempranas.
La promoción de la lactancia materna forma parte de la mayoría de intervenciones actualmente implementadas para mejorar el estado de nutrición y la salud de las poblaciones de nuestra región. Estas intervenciones, en su mayoría, se dirigen a promover un cambio de comportamiento en las madres y favorecer de esta manera la lactancia materna exclusiva durante los 6 primeros meses de vida. Si bien son las madres las responsables finales de alimentar a los niños en esta etapa y por lo tanto invertir en la implementación de estas estrategias es muy importante, me pregunto ¿cuál es la responsabilidad colectiva en este proceso? ¿cuáles son los cambios estructurales que nuestras sociedades necesitarían, y que requieren inversión, para regresar a la práctica de la lactancia en los primeros meses de vida y así prevenir enfermedades que afectan gravemente la calidad de vida de un gran porcentaje de la población y por lo mismo tienen un costo social y económico muy elevado en nuestros países?
Quizás el hecho de que en Panamá la ley para la comercialización de los sucedáneos de la leche materna no tenga un reglamento que permita su aplicación, que en Nicaragua las madres trabajadoras reciban al salir del hospital una dotación de leche de fórmula como un derecho laboral, que en la mayoría de los espacios laborales no exista un lugar para la extracción de leche materna, que en la mayoría de los países siga siendo un atentado a la moral el amamantar en público, o que simplemente uno salga de una conferencia sobre alimentación infantil y reciba una muestra de la última generación de leche de fórmula (¡una nueva que, ahora sí con sus cinco elementos, será “casi” como la leche materna que tiene más de 300!), nos dé alguna respuesta y nos haga sentir que al hablar de la lactancia materna no estamos promocionando sólo una hermosa práctica individual sino una intervención de salud pública en la que como sociedad también necesitamos dar nuestros primeros pasos.
Este artículo se publicó originalmente en el Blog Primeros Pasos del BID.
Max Ramirez dice
A finales del año 2013, se aprobó el reglamento de la ley 50 que promueve y protege la LACTANCIA MATERNA. No fue fácil ante la presión de los distribuidores de formulas.
Lic. Ana, una precisión. la formula no es leche, es FORMULA, a partir del suero de la leche, liofilizada para convertirlo en polvo, se agregan todos los componentes químicos que se requieran para producir FORMULAS.