“La transformación de átomos a bits es irremediable e imparable”.
Nicholas Negroponte, cofundador del MIT Media Lab, en su libro ´Being Digital´.
La economía digital ha cambiado la manera en la que interactuamos como sociedad, la forma como el gobierno se relaciona con sus ciudadanos y cómo las empresas hacen negocios. Hoy podemos monitorear nuestra salud a través de dispositivos móviles, hacemos compras en línea y pagamos con criptomonedas, trabajamos como freelance para empleadores que nunca vimos, damos órdenes a un aparato desde nuestro sofá y hasta votamos a través de Internet. Prácticamente cada semana escuchamos de una startup disruptiva que está por traerse abajo algún sector tradicional desde el comercio minorista hasta el financiero, pasando por el logístico o el de energía.
Los ciudadanos estamos siendo más rápidos en adaptarnos a esta nueva ola digital que los gobiernos o las empresas de América Latina y el Caribe (ALC). ¿Por qué las empresas de la región no están aprovechando las nuevas oportunidades digitales? ¿Qué tiene que pasar para que nuestras empresas entren a la economía de bits y dejen atrás los átomos?
El huevo o la gallina
Un primer tema tiene que ver con las condiciones básicas de conectividad de la región. A pesar de notables avances en términos del número de usuarios de Internet en ALC, datos recientes de la ITU muestran aún importantes brechas de despliegue de banda ancha con respecto a otras regiones: mientras en ALC la banda ancha móvil llega a un 50% de la población y la banda ancha fija a 10%, en los países de la OECD alcanza al 72% y 28% respectivamente. Además de las limitaciones de infraestructura, los latinoamericanos tenemos que pagar 3 veces más de lo que pagan los ciudadanos de países OECD por servicios de una calidad notablemente inferior. Según el informe de la CEPAL “Estado de la banda ancha en América Latina y el Caribe 2016”, ningún país de la región cuenta con una velocidad promedio superior a 7.3 Mbps, y solo Chile y Uruguay (con banda ancha fija) y Paraguay y Perú (con banda ancha móvil) cuentan con velocidades pico superior a 38 Mbps, que es la velocidad mínima necesaria para aplicaciones de manufactura avanzada o tecnologías de salud y educación.
Fuente: Elaboración propia en base a “Future Internet Bandwidth Trends: An Investigation on Current and Future Disruptive Technologies” y “Estado de la banda ancha en América Latina y el Caribe 2016”. LAC = América Latina y el Caribe.
Otros desafíos para la transformación digital del sector productivo tienen que ver con la velocidad del cambio tecnológico y la escasez de capacidades tecnológicas y gerenciales de las empresas en ALC. Los empresarios no conocen las bondades o aplicaciones de las nuevas tecnologías disponibles, dudan de su compatibilidad con sus sistemas actuales, desconocen quiénes son los mejores proveedores en el mercado y ven más riesgos que ventajas en el proceso de adopción. Asimismo, la brecha de talento digital en la región es cada vez más grande. CISCO estima que para 2019 habrá una brecha de medio millón de profesionales tecnológicos en ALC y que para 2025 esta brecha habrá ascendido a 1.25 millones solo para programadores de software.
Llegado a este punto nos encontramos en un círculo vicioso. Las empresas no están utilizando las nuevas tecnologías por problemas de información, talento y porque carecen de conectividad y velocidad suficientes. Pero las operadoras de telecomunicaciones, por su lado, no van a invertir en ampliar la conectividad si no ven que hay perspectivas de tráfico en el futuro. Para lograr salir de este bucle y superar estos desafíos, el Estado, como parte de sus estrategias digitales, debe implementar acciones coordinadas con el sector privado para lograr masificar la adopción y uso de las nuevas tecnologías. Algunos países ya han empezado a caminar con éxito por este camino.
Un caso de éxito: digitalización en la construcción
El sector de la construcción, que cuenta con el dudoso honor de haber sido señalado por McKinsey como el sector con el peor desempeño en términos de productividad de las últimas décadas, está siendo revolucionado con la aplicación del Building Intelligence Modelling (BIM) en países como el Reino Unido, Estados Unidos, Australia y ahora Chile. La aplicación en Reino Unido ya logró entre un 12 y 20% de reducción de costos en los proyectos de construcción financiados con recursos públicos y esperan conseguir metas aún más ambiciosas para 2025, con un 50% en reducción de tiempos y un 33% de costos. En Chile están iniciando el proceso con metas de reducción de costos del 20%.
En Reino Unido y ahora en Chile, el Estado, en coordinación con el sector privado, implementó un paquete de medidas para impulsar su adopción. Entre otras cosas, se estableció el requerimiento de utilización de BIM para todas las licitaciones de obras públicas y se trabajó en la fijación de estándares de construcción, calidad e interoperabilidad del sistema. Se llevó a cabo una fuerte campaña de diseminación de conocimiento sobre la plataforma y los beneficios de su aplicación y se apostó por la formación de ingenieros arquitectos y constructores en BIM para facilitar el proceso de adopción tecnológica.
Impulsando políticas para la transformación digital
Las importantes reducciones de costos y ganancias de productividad derivadas de la aplicación de las nuevas tecnologías, así como el surgimiento de nuevos productos y servicios con notable impacto social, están haciendo que los gobiernos de la región estén desplegando cada vez más esfuerzos por promover la transformación digital del sector productivo. Ejemplos de esto son los programas estratégicos de la CORFO en Chile donde se están impulsando la transformación digital del sector salud, la minería o la construcción, o programas como el Vive Digital de Colombia, el cual, entre otros temas, está impulsando el desarrollo de adopción de TIC en varios sectores y en el segmento de MiPymes.
Frente a una creciente demanda de los sectores público y privado, desde el BID estamos trabajando de la mano con varios países para sentar las condiciones que permitan una transición efectiva hacia la nueva economía digital, aprovechando las oportunidades que nos brinda. Si queremos que nuestras empresas entren a la economía de bits dejando atrás los átomos, nos toca impulsar nuevas políticas públicas integrales que hagan énfasis en la colaboración público-privada, la regulación, la transición a nuevos modelos de negocio y a procesos de innovación abierta digital, la extensión digital de las pymes y el cierre de las brechas de talento. Cuanto antes empecemos, mejor.
Este artículo es el primero de una serie en la cual hablaremos de aspectos clave vinculados a la transformación digital en América Latina y el Caribe.
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