Si en el año 2020 la atención estuvo puesta en lidiar con los efectos directos del Covid-19 , durante 2021 el foco se centró en la recuperación de la actividad económica. No es que la pandemia haya sido superada. Lejos de ello: tal como se anticipaba, los países han estado expuestos a continuos rebrotes, y la emergencia de variantes más contagiosas pone continuamente en jaque los avances de vuelta a la “normalidad” y al relajamiento de los controles y medidas sanitarias.
Sin embargo, ya sea por el aumento en los niveles de vacunación de la población (que, sin embargo, están lejos de ser óptimos), por el cansancio con las restricciones impuestas a las interacciones personales y a la movilidad, por la imposibilidad económica de mantener dichas restricciones, o por una combinación de todos esos factores , lo cierto es que en el 2021 la reactivación económica adquirió prioridad y ese convirtió en clave para el desarrollo América Latina y el Caribe en este nuevo contexto.
El desarrollo de los países en América Latina y el Caribe
Los países de América Latina y el Caribe fueron de los más severamente afectados del mundo por la crisis sanitaria. Muestra de ello es que durante 2020 la economía de la región se contrajo cerca de un 6,7%. La buena noticia es que las proyecciones indican que el 2021 se ha producido un importante rebote de la actividad económica. Pero el crecimiento estimado (cerca de un 6,3%) no será suficiente para llevar a la región a los niveles pre-pandemia. Hacia adelante, el panorama no se ve muy alentador. Por un lado, no hay disponibles recursos suficientes para sostener el crecimiento del gasto fiscal que impulsó la reactivación. Y, por otro, la inflación, esa vieja conocida de la región, ya empieza a asomar su cara. En este contexto, los pronósticos actuales apuntan a un crecimiento no superior al 3% en promedio para los próximos dos años.
¿Cómo promover un mayor dinamismo en las economías de la región?
Una forma de abordar esta pregunta es identificar las tendencias que están definiendo la actual coyuntura y definir las acciones que debieran tomar los países de la región para poder aprovechar esas corrientes de cambio. En esa línea, tres áreas surgen como particularmente relevantes: nearshoring, transformación digital empresarial, y una región verde y azul.
1. Condiciones para aprovechar el proceso de nearshoring
Tanto por razones geopolíticas como por consideraciones ambientales y de eficiencia, ya antes de la pandemia se observaban intentos de reversión del proceso de traslado de industrias hacia el este asiático, particularmente por parte de Estados Unidos. Las disrupciones de abastecimiento de insumos claves que se han producido por la emergencia sanitaria (y que también han ayudado a alimentar el alza de precios) han dado nuevos bríos a esta tendencia. Para América Latina y el Caribe esto representa una enorme oportunidad, pues se estima que aumentando sólo un 10% su participación en las cadenas globales de valor se generaría un aumento del 11% del PIB per cápita[1].
Evidentemente, los procesos de relocalización toman tiempo, y no son automáticos. Los países de la región requieren ser activos en promoción, pero sobre todo deben generar las condiciones apropiadas para atraer a las empresas. En particular, si el objetivo no es competir en base a bajos costos, es preciso fortalecer los sistemas nacionales de innovación, de modo que se puedan ofrecer oportunidades de crecimiento continuo de la productividad a las firmas. Pero, sobre todo, es preciso tener recursos humanos calificados en cantidad suficiente. Contar con talento es una condición clave para poder atraer empresas de alto valor, que generan empleos de calidad.
Costa Rica es uno de los países que ha entendido bien esto, y la formación de personal calificado ha sido una prioridad de su política pública. Es así como en el marco del Programa de Innovación y Capital Humano para la Competitividad (PINN) de ese país, apoyado con recursos del BID, se destinaron más de US $ 7 millones para financiar tanto certificaciones especializadas como formación acelerada de talento digital a través de Bootcamps internacionales. Ello permitió en los últimos dos años especializar a más de 1.800 personas, el grueso de las cuales ha sido absorbido por las empresas de producción de insumos y equipos médicos, sector que hoy representa más del 30 por ciento de las exportaciones y que sigue atrayendo firmas internacionales al país.
2. Apoyar la transformación digital empresarial
La pandemia ha impulsado la digitalización forzosa de numerosas actividades. Uno de los riesgos que enfrenta la región es que este proceso continúe profundizando las ya enormes diferencias de productividad e ingresos que existen entre grandes y pequeñas empresas. Estas últimas encuentran serias limitantes para adaptarse a la era digital. Para ser claros, el problema no es simplemente de financiamiento, sino sobre todo de falta de información, desconocimiento de las opciones más adecuadas para su negocio, y débiles capacidades internas para conducir una transformación digital exitosa. Dejadas a su suerte, las perspectivas de transitar a una transformación digital victoriosa son muy poco promisorias para la gran mayoría de las PYMES.
Dado lo anterior, varios gobiernos de la región han comenzado a implementar programas para asistir la transformación digital de las firmas de menor tamaño. Un caso interesante es el de un programa que la Agencia Nacional de Desarrollo de Uruguay (ANDE) está comenzando a poner en marcha con apoyo del BID. Usando un enfoque integral, esta iniciativa propone acompañar a las empresas en su tránsito digital partiendo de un autodiagnóstico en línea que utiliza una herramienta especialmente diseñada para evaluar el estado de madurez digital de las empresas, para luego apoyar con capacitación y asistencia técnica las estrategias de cambio. El foco de las intervenciones no es la digitalización per se, sino la forma en que las tecnologías digitales pueden contribuir al modelo de negocio de las empresas. Otro elemento distintivo es que el programa también ayudará a desarrollar la oferta de servicios de asistencia a las compañías, así como la generación de herramientas digitales adecuadas para responder a las particulares necesidades de este segmento de empresas.
3. Una región verde y azul
No menos urgente e importante que combatir y superar los efectos de la pandemia es incrementar los esfuerzos por frenar el calentamiento global. En el marco de la Conferencia sobre el Cambio Climático (COP 26), que tuvo lugar en Glasgow en noviembre recién pasado se propusieron metas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero bastante más ambiciosas que las previamente vigentes. Aun cuando es discutible si estos nuevos compromisos permitirán alcanzar el objetivo de no incrementar la temperatura del planeta en 2 grados Celsius, es claro que la COP 26 dio un nuevo impulso al combate contra el calentamiento global y quelos países tendrán que redoblar esfuerzos para cumplir con sus compromisos.
América Latina y de Caribe se encuentra en una situación paradójica, pues es una de las regiones más afectadas por el cambio climático, pero al mismo tiempo tiene grandes oportunidades de contribuir a contrarrestarlo y dinamizar su crecimiento económico en el proceso. En efecto, su abundancia de recursos naturales y su amplia biodiversidad representan un enorme potencial de desarrollo a través de vías que contribuyan a no solo a disminuir las emisiones de gases de invernadero, sino también a capturar carbono del medio ambiente. El aprovechamiento de sus cuantiosas fuentes de energía renovable (solar, eólica, hidro) para avanzar en la producción de hidrógeno verde; las posibilidades que se abren en el espacio de la bio-economía (como la producción de proteína vegetal que catapultó desde Chile a los mercados mundiales a la empresa NotCo, por ejemplo); o el uso sostenible de la flora y fauna marina en territorios marítimos protegidos, son buenos ejemplos del potencial mencionado.
Evidentemente, poder aprovechar estas oportunidades requiere, entre otras cosas, un mayor esfuerzo en investigación científica y en desarrollo de innovaciones. La buena noticia es que el área de las ciencias de la vida es donde se concentra la mayor parte de la capacidad de investigación relevante de América Latina y el Caribe. Existe entonces, al menos, un buen punto de partida para lograr un desarrollo sostenible en este nuevo contexto.
La pandemia del Covid-19, así pues, no solo ha supuesto un gigantesco reto en el corto plazo para las economías de América Latina y el Caribe. También ha sido un catalizador de cambios. La crisis sanitaria ha acelerado la transformación económica en áreas como el nearshoring y la transformación digital empresarial, mientras que, al mismo tiempo, la lucha contra el cambio climático ha seguido siendo prioritaria. La innovación, así, cobra un papel todavía más trascendental en este nuevo contexto económico que ha marcado 2021.
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