Cada vez que Estados Unidos se acerca a un ciclo electoral, las políticas de migración se convierten en tema de un acalorado debate, aunque sin evidencia que lo fundamente. Este año no es la excepción, como ha sido demostrado por el intercambio entre quienes se oponen a la inmigración y los hijos de inmigrantes en el escenario del debate presidencial republicano.
La discusión sobre la inmigración suele gravitar hacia el tema de las remesas: los migrantes envían una parte de sus ganancias a sus familias que siguen residiendo en sus países de origen, creando un ingreso de capital muy importante para algunos países de la región, en particular en América Central. Pero, ¿los países natales de estos inmigrantes se benefician de algo más? ¿Y se benefician de algún modo los países que reciben inmigrantes?
En trabajos recientes realizados en conjunto con Hillel Rapoport de la Paris School of Economics, analizamos la capacidad de los migrantes de transferir conocimiento que pueda traducirse en mayores cambios de productividad específicos a un sector. En particular, preguntamos si los migrantes desempeñan un rol en expandir la canasta de exportaciones de sus países de origen y destino.
¿Cuál es la base de esta hipótesis? La idea es simple. A menudo, lo que nos vuelve más productivos en ciertas tareas es nuestra experiencia acumulada. Una cirujana es una buena cirujana no sólo porque pasó varios años asistiendo a clases en la escuela de medicina, sino también porque “aprendió haciendo” y recibió entrenamiento “de maestro a aprendiz” que no se puede conseguir en los libros de texto. Como los médicos, los trabajadores de todos los sectores económicos también pueden volverse más productivos al adquirir conocimiento tácito, por ejemplo el tipo de conocimiento que se adquiere a través de la experiencia y el entrenamiento.
Sin embargo, este conocimiento es muy difícil de adquirir y aún más difícil de transferir. De hecho, se cree que su transmisión a menudo requiere de interacción humana. Por eso la literatura económica ha descubierto una y otra vez que el conocimiento se expande por el mundo de forma muy lenta. De esta forma, sería natural pensar que cuando los migrantes se desplazan, el conocimiento tácito también se mueve con ellos, quizás induciendo cambios de productividad en los países que los reciben. ¿Es así?
Sin dudas, lo es. En particular, nuestra investigación muestra que una gran cantidad de migrantes de un país que es exportador de, por ejemplo, teclados, es un fuerte determinante de la capacidad del país que los recibe de también exportar teclados de cero dentro de los siguientes diez años. La capacidad de un país de comenzar a exportar un producto nuevo desde cero está, de hecho, asociada con un cambio sectorial positivo en la productividad (luego de incorporar controles para la demanda global). También descubrimos que los emigrantes explican la emergencia de nuevos sectores (exportados desde los países que los reciben) en sus países de origen. De esta forma, nuestros resultados sugieren que los migrantes desempeñan un rol en expandir la canasta de exportaciones tanto de sus países de origen como sus países anfitriones a través de la difusión de conocimiento.
El hecho de que los flujos laborales, quizás más que el capital o los bienes, sean un determinante importante de la transmisión de conocimiento puede explicar el lento proceso de difusión de tecnología y conocimiento entre países.
¿Qué podemos decir sobre políticas? En general, rara vez se hace una conexión entre políticas de migración y productividad. Sin embargo, la evidencia sugiere que esa conexión de hecho existe a través de la transmisión de conocimiento productivo. El reciente informe ¿Cómo repensar el desarrollo productivo?, de la publicación Desarrollo en las Américas (DIA) del BID, cuenta la historia de cómo los chilenos, para impulsar el sector offshore de la economía, consideraron otorgarles visas temporarias a trabajadores de India, debido a que la fuerza de trabajo local chilena no tenía el conocimiento necesario para que la industria despegara (mientras los indios sí).
Típicamente, las grandes firmas envían a sus trabajadores al extranjero a recibir capacitación. Sin embargo, las pequeñas firmas no pueden hacerlo debido a que las externalidades son altas: los trabajadores recién capacitados (y más productivos) podrían abandonar sus puestos en la empresa pequeña para irse a una firma más grande. En este caso, sólo la gran firma se beneficiaría de la inversión que hizo la empresa pequeña. Aunque los gobiernos tienen vigentes sistemas para subsidiar el estudio en el extranjero para sus ciudadanos, en su mayoría es para programas académicos. Si existe esa falla en el mercado, entonces podría ser justificable que los gobiernos subsidien a las pequeñas firmas para ayudarlas a capacitar a sus trabajadores en el extranjero y promover la circulación de cerebros.
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