
Cerca de un millón de personas han fallecido a causa de la COVID-19 en América Latina, y la región sigue luchando por conseguir un suministro de vacunas suficiente para proteger la vida de sus ciudadanos. Mientras que Chile ha vacunado con dos dosis a cerca del 40% de su población, un nivel similar al de Estados Unidos, solo entre el 9% y el 18% ha recibido la primera dosis de su vacuna en Argentina, Brasil, Colombia y México, y la cifra es aún mucho menor en países como Honduras, Nicaragua y Venezuela. No obstante, el problema del suministro se debería resolver con el tiempo. Una combinación de medidas como la adquisición, las donaciones internacionales e incluso la producción nacional de vacunas debería poner fin a la desesperada búsqueda de vacunas para proteger a la población.
Pero entonces es probable que emerja otro problema: una demanda insuficiente. Como ha ocurrido en muchos países desarrollados, incluyendo Estados Unidos y Francia, podría surgir un cierto escepticismo sobre la seguridad y la eficacia de las vacunas, avivado por las redes sociales. Y si este escepticismo es lo suficientemente grande, los niveles de vacunación en la población estarían limitados y esto se convertiría en una gran amenaza para la salud pública. Prepararse para enfrentar este problema debería ser una prioridad tanto para los gobiernos como para las agencias de desarrollo.
En algunas ciudades de Estados Unidos se han reclutado voluntarios para que ayuden a las personas a programar las citas para vacunarse. Dichos voluntarios han proporcionado asistencia a las personas para navegar por la enorme variedad de sitios web estatales, de hospitales y farmacias, y han brindado apoyo especial a quienes carecen de acceso a Internet o de los conocimientos necesarios para gestionar el proceso de registro por Internet. También se han reclutado voluntarios para que fomenten la vacunación proporcionando información precisa sobre los efectos de las vacunas y su seguridad. Es fácil imaginar que podrían utilizarse técnicas similares para llegar a una parte de la población en América Latina y el Caribe.
Un experimento con vacunas en Guatemala
Como lo revela un experimento del BID llevado a cabo en zonas rurales de Guatemala, el uso de voluntarios para proporcionar recordatorios a quienes necesitan vacunas puede marcar una verdadera diferencia a bajo costo. A mediados de la década de 1990, el gobierno de Guatemala comenzó a abordar los problemas de salud de sus comunidades rurales con el Programa de Expansión de Cobertura, el cual proporcionaba servicios de salud básicos gratuitos a las mujeres en edad reproductiva y a los niños menores de cinco años. En el marco del programa, el gobierno contrató a organizaciones no gubernamentales, las cuales armaron equipos médicos de salud móviles que visitaban mensualmente a comunidades rurales que no contaban con centros de salud. Al mismo tiempo, se reclutaron agentes de salud voluntarios en cada comunidad quienes promovían la asistencia a las clínicas de quienes necesitaban servicios específicos, como vacunas.
El obstáculo era que, pese a que los equipos médicos ambulantes mantenían registros para generar estadísticas globales, como el número total de niños vacunados, dichos registros no indicaban a los agentes de salud local qué personas de la comunidad requerían atención prenatal o el refuerzo de alguna vacuna en un momento determinado. Por ello, muchas personas no recibían los servicios médicos que debían proveer los equipos médicos móviles en sus visitas a las comunidades. De hecho, las tasas de cobertura de vacunación completa se reducían drásticamente a medida que los niños crecían, pasando del 86% durante el primer año de vida del niño al 67% para los niños de 18 a 48 meses y hasta el 42% para los de 48 a 53 meses.
Una intervención sencilla aumentó la vacunación
Una prueba piloto realizada por el BID en 130 comunidades rurales trató de corregir esta menor demanda de las segundas y terceras dosis de vacunas infantiles. Por medio de un software especial que combinaba direcciones de pacientes con sus historiales médicos se generaron listas sencillas para que los agentes de salud locales supieran exactamente quién necesitaba qué en la comunidad antes de cada visita del equipo médico ambulante. Como resultado, la selección de los pacientes mejoró significativamente y las tasas de vacunación de los niños aumentaron casi cinco puntos porcentuales durante los seis meses de implementación. El costo estimado de ampliar el alcance de la intervención a nivel nacional durante un período de tiempo similar sería de solo US$0,17 por niño.
Por supuesto, el uso de estos recordatorios para la vacunación de COVID-19, junto con explicaciones sobre la importancia y los posibles efectos secundarios de la vacunación, puede funcionar en algunos lugares mejor que en otros. Es necesario seguir investigando para determinar la mejor manera de transmitir esa información: si debe hacerse mediante visitas en persona, mensajes de texto o llamadas a teléfonos celulares.
Necesidad de flexibilidad en los enfoques de la vacunación
América Latina y el Caribe es enormemente diversa: comprende desde áreas metropolitanas hasta pequeños pueblos remotos, y abarca todos los estratos socioeconómicos. El contenido y la forma de los recordatorios de vacunación deben depender inevitablemente de las circunstancias, incluidos el nivel educativo, las creencias culturales, el acceso a Internet y las habilidades digitales de la población. No hay un modelo único que será el ideal en todos estos contextos.
Sin embargo, como muestra el experimento en Guatemala, la eficacia de la distribución de las vacunas puede mejorarse incluso en aquellas comunidades de más difícil acceso mediante el uso de personal local y herramientas digitales efectivas. Vale la pena considerar estos elementos, una vez que se hayan resuelto los problemas de suministro, para garantizar que la gran mayoría de la población sea consciente de la importancia vital de la inmunización y decida vacunarse para poder lograr la inmunidad colectiva. La pandemia COVID-19 tomó a todo el mundo por sorpresa y encontró a prácticamente todos los países desprevenidos. No habrá excusa para no prepararse a enfrentar el problema de una insuficiente demanda de vacunas, el cual, como sugiere la experiencia de las regiones más desarrolladas, es probable que llegue también a nuestra región.
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