Una alcancía es un clásico de la infancia, que se ha mantenido vigente durante generaciones. En los últimos 20 años, muchos niños se entusiasmaron con ahorrar sus monedas tras conocer al cerdito alcancía Hamm, un personaje de la franquicia de Toy Story. Pero lo que para los niños puede parecer un juego en realidad les está enseñando un hábito muy importante que puede poner a un país en camino al desarrollo: el ahorro.
Poner dinero en una alcancía puede ser el primer paso hacia la alfabetización financiera, una destreza clave de la que carecen muchos adultos en América Latina. Cuando los procesos y transacciones financieras se vuelven más accesibles gracias a la tecnología, es importante comenzar a enseñarle estas destrezas a la población de la región a la edad más temprana posible. Justamente eso están haciendo varios programas en Perú con niños de escuelas primarias y secundarias.
Cuando los niños crecen y se convierten en ciudadanos económicamente activos, su capacidad de ahorrar puede ser una herramienta para el desarrollo. En hogares pobres, el ahorro puede hacer la diferencia si el sostén del hogar pierde su empleo, tiene un accidente o enfrenta las consecuencias de una sequía. Los ahorros también pueden permitir que sectores de bajos recursos manejen sus riesgos de forma más efectiva, salgan de la pobreza y construyan una vida mejor. Entre los hogares de mejor posición económica, tener dinero en el banco también es importante, ya que pueden tomar decisiones a más largo plazo e invertir de forma más productiva.

El auto-control es un aspecto clave de nuestras elecciones de ahorro, al igual que en muchos otros aspectos de nuestras vidas, como comenzar una dieta o estudiar para un examen. Mientras antes lo desarrollemos, mejor será: según evidencia de la psicología del desarrollo y la neurociencia, el desarrollo del auto-control está estrechamente relacionado con el desarrollo de la corteza prefrontal, que puede comenzar cuando el feto se encuentra en el útero y continúa hasta la primera adultez. Factores ambientales también pueden tener influencia, lo que abre la posibilidad de realizar intervenciones tempranas entre niños y jóvenes, mientras la corteza prefrontal aún se está desarrollando.
En Perú se están llevando adelante varias iniciativas para ayudar a los niños a ahorrar. FINCA Perú es una de varias instituciones de microfinanzas en la región que han promovido el desarrollo de hábitos de ahorro entre microemprendedoras y que, en los últimos años, han ampliado su foco a los hijos y nietos de estas mujeres. FINCA Perú ha implementado un programa desarrollado por la ONG internacional Aflatoun para brindarle educación social y financiera a estudiantes de escuelas primarias y secundarias de zonas rurales, y también les están brindando instrumentos de ahorro a los hijos de sus clientes.
Otro ejemplo en Perú es la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA), que implementa un programa bancario en pueblos de zonas peri-urbanas y rurales de ese país. Luego de unos años probando un programa piloto, la institución lanzó un producto diseñado para enseñarles a los niños hábitos de ahorro al ayudarlos a ahorrar directamente. El producto se ofrece a los hijos y nietos de sus clientes de hasta 18 años, en el marco de la metodología que usa ADRA para ofrecer crédito y servicios bancarios. Los niños eligen una meta de ahorro específica y comienzan un ciclo de depósitos mensuales durante las reuniones bancarias del pueblo. No pueden retirar su fondos hasta que alcanzan su meta pero, en tanto, ganan intereses ya que los fondos se pueden usar para otorgarles préstamos a los miembros del banco.
ADRA también ofrece capacitación para las madres y abuelas de los niños, en la que hacen hincapié en el rol clave que tienen para promover los hábitos de ahorro de sus niños. También les han dado alcancías a los pequeños para ayudarlos a alcanzar sus metas y evitar la tentación de gastar el efectivo entre depósitos.
Aunque el efecto del programa aún no se ha evaluado, la rápida expansión del portafolio de clientes menores de edad es alentador. Entre diciembre de 2012 y junio de 2015, la cantidad de niños que participan del programa ha aumentado de 882 a 3.831, y los ahorros totales acumulados por estos jóvenes clientes se ha multiplicado por seis. Hasta junio de este año, el ahorro promedio por niño era de unos US$28.
Trabajar para desarrollar hábitos de ahorro en los niños significa ayudarlos a generar nuevos puntos de referencia que incorporan el concepto del ahorro en sus decisiones de consumo. La inercia, uno de los sesgos psicológicos que afectan las elecciones de ahorro, puede ser aprovechada con este fin. La inercia significa que la situación actual se percibe como una referencia y que cualquier desvío es considerado una pérdida. Realizar una acción que podría representar un costo resulta difícil.
Esta preferencia por el status quo puede resultar útil para ahorrar porque lleva a formar hábitos. La inercia es el motivo por el que una pareja siempre cena en el mismo restaurante: saben que la comida y el servicio serán de su agrado, y entonces el lugar es una elección segura. Cuando se trata de adultos, la inercia se puede capitalizar para que el ahorro sea la opción por default a través de descuentos automáticos o depósitos directos, entre otras posibilidades, ya que a las personas con una tendencia a preferir el status quo les resultará más difícil dejar de ahorrar. En el caso de los niños, aunque la evidencia aún es limitada, la introducción de programas que pueden mostrarles a los jóvenes el valor de postergar la gratificación y pensar en su futuro parece una estrategia interesante para promover un mayor ahorro en la región.
Estos son algunos de los temas que han inspirado al Departamento de Investigación del BID a dedicar la edición 2016 de su publicación insignia, Desarrollo en las Américas (DIA), al ahorro.
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