América Latina y el Caribe se enfrenta a una paradoja cuando se trata de garantizar las vidas de sus ciudadanos. La región se ve afligida por el crimen organizado, las pandillas y la violencia común. Tiene una tasa de homicidios (24 × 100.000 habitantes) cuatro veces superior al promedio mundial y gasta una parte considerable de su presupuesto total (5,4%) en seguridad ciudadana.
Sin embargo, se siguen empleando enfoques que, en opinión de los criminólogos, son obsoletos, entre ellos, el patrullaje policial aleatorio y un énfasis abrumador en estrategias punitivas en lugar de preventivas. Estos son métodos inefectivos e ineficientes para enfrentar al delito, que gastan demasiados recursos para lograr tan pocos resultados en resolver un problema que los ciudadanos consideran entre sus principales prioridades.
Los delitos están altamente concentrados
Los estudios muestran que aproximadamente el 50% de los delitos en las ciudades de América Latina se producen entre sólo el 3% y el 7,5% de los segmentos de calles. Los delitos también son cometidos por un porcentaje muy pequeño de la población y ocurren sobre todo entre personas que manifiestan determinadas conductas, entre ellas el consumo excesivo de alcohol, la posesión de armas de fuego y la asociación con pandillas.
Esto permite a los gobiernos contar con numerosas opciones proactivas para focalizar la lucha contra el crimen y la violencia. Sin embargo, como revelamos en el nuevo informe insignia del BID, Mejor gasto para mejores vidas, ése no ha sido el enfoque dominante. Al responder sólo cuando ya se han cometido los delitos, los gobiernos no sólo se muestran incapaces de impedir los delitos sino también incurren en enormes costos que podrían haberse evitado. Costos relacionados con la detención de los delincuentes, su juicio y encarcelamiento y la atención a las víctimas, entre otros.
Pensemos en el policiamiento de puntos calientes, la aplicación de recursos de la policía a unidades geográficas pequeñas donde los delitos ocurren mayoritariamente. Los estudios muestran que la vigilancia policial de puntos calientes tiende a tener efectos significativos en la lucha contra el crimen, con un retorno de más de USD 5 por cada dólar invertido. Esa efectividad la ha puesto de moda en las fuerzas policiales de América del Norte, Gran Bretaña, Australia y Nueva Zelanda. Sin embargo, aparte de un programa sumamente exitoso en las ciudades de Uruguay, que ha disminuido los robos violentos en un 22% en las zonas focalizadas, la gran mayoría de los países en la región parece haber ignorado por completo la estrategia. En su lugar, han vuelto a los viejos métodos, y prefieren políticas más tradicionales, reactivas y mucho menos exitosas.
La prevención es clave
La prevención social también es algo con lo que la región está en deuda. La educación infantil temprana, los programas de formación parental y de retención escolar pueden tener importantes efectos secundarios en la prevención de delitos si están bien diseñados y focalizados para ese fin. Sin embargo, también hay muchos otras intervenciones que han sido creadas específicamente para prevenir la violencia y que pueden tener grandes impactos. Un ejemplo es la terapia cognitivo-conductual (TCC) un tratamiento que busca corregir formas de pensamiento antisociales en favor de actitudes más constructivas y positivas. Existe evidencia sólida de que la TCC tiene un impacto mayor que el castigo para disuadir a los jóvenes delincuentes de volver a delinquir. Una aplicación de la TCC, conocida como Terapia Multisistémica, con un fuerte énfasis en el tratamiento basado en la familia y la comunidad, funciona particularmente bien. Ha reducido la reincidencia en Chile en hasta 6 puntos porcentuales entre los niños y jóvenes en general y hasta 14 puntos porcentuales para los que tienen entre 16 y 18 años. Sin embargo, a pesar de las posibilidades del tratamiento, Chile es el único país en América Latina que lo aplica hasta el momento.
Otras alternativas a las estrategias tradicionales de lucha contra el crimen apenas han comenzado a implementarse. Entre 2002 y 2014, la población penitenciaria de 17 países en la región se duplicó hasta 1,2 millones de personas, una tasa de crecimiento que, de sostenerse, podría llegar a casi 3,4 millones de personas en la cárcel hacia 2030, con un costo para los gobiernos de miles de millones más en gastos anuales. El subconjunto que crece más rápidamente de esta población carcelaria en aumento son las personas condenadas por delitos con drogas, la mayoría condenadas por delitos menores y no violentos. La evidencia muestra que la cárcel no es una buena opción para la mayoría de esos casos, y que sólo aumenta la posibilidad de reincidir. En los Estados Unidos, donde los problemas de drogas también han contribuido a un enorme aumento de la población carcelaria, se han creado más de 2000 Tribunales de Tratamiento de Drogas, lo que permite a decenas de miles de personas buscar un tratamiento contra la droga supervisado judicialmente en lugar de ir a la cárcel. En América Latina, esos experimentos son más incipientes. Aparte de Chile, donde los tribunales han sido implementados como una política nacional desde 2011, la mayoría de las experiencias en penas alternativas han sido muy limitadas.
Cambiar las prioridades para derrotar al crimen en América Latina
Cambiar estos patrones hacia estrategias más focalizadas, preventivas y basadas en evidencia llevará tiempo. Requerirá a líderes que puedan convencer a los ciudadanos de que, si bien las estrategias punitivas son necesarias, la prevención suele ser mejor que la represión, que hay maneras más efectivas y financieramente eficientes de lidiar con las conductas antisociales que las que se aplican actualmente. Requerirá que los ministerios vinculen coherentemente sus programas sociales con la prevención de delitos. Y también exigirá enfoques más científicos en la recopilación de datos, con el fin de contar con mejor información para estrategias focalizadas como el policiamiento de puntos calientes y también en la evaluación de las intervenciones, para quedarse con aquellas que funcionan y descartar las que no lo hacen.
América Latina y el Caribe, donde actualmente se pierden 140.000 vidas al año y se destina el 3,5% del PIB a la lucha contra el crimen, está sufriendo terriblemente de su epidemia de delitos. Eso significa que hay que actuar inteligentemente contra el crimen. Más inversión pública puede ayudar, pero sólo si se asigna a políticas más eficientes y efectivas se logrará derrotar a este flagelo.
Para leer más, haga click aquí y descarga tu copia del nuevo informe insignia del BID.
Sabino Sandro Dueñas Zuñiga dice
Coincido con todo lo expuesto realmente sustentado en cifras y estudios serios queda analizar
Pedro Vargas dice
ES FÁCIL, EL GRAN PROBLEMA LOS GOBIERNOS SON CORRUPTOS, LAS LEYES SON ABSURDAS, LOS PODERES JUDICIAL, CONGRESO SON DE LO PEOR, LAS CÁRCEL SON MANEJADAS POR LA DELINCUENCIA, SIGUE SIENDO FÁCIL PODER SOLUCIONAR LA DELINCUENCIA EN NUESTROS PAÍSES, LA GRAN MAYORÍA DE JÓVENES QUE ESTÁN EN LAS ESCUELAS TERMINAN SIN OPORTUNIDADES CON UN NIVEL EDUCATIVO MUY BAJO, SIN PODER DESARROLLARSE NO TIENEN ALTERNATIVAS DE TRABAJO, SUPERACIÓN, SE DEDICAN A LAS DROGAS, A LA DELINCUENCIA, ESTE ES EL EFECTO DE LA POBREZA, LA EDUCACIÓN, SALUD, LA FALTA DE SERVICIOS, CARECEN DE TODO, PERO SIGUE SIENDO FÁCIL
JOSE ERNESTO dice
Muy interesante artículo, este tema que es el flagelo de América Latina y de mi tierra El Salvador, lo veo como amarrado a una de las acciones que los gobiernos deben implementar y es el combate al desempleo, la creación de fuentes propias de trabajo con capital semilla, a jóvenes desempleados, la capacitación y enseñanza de oficios tecnológicos de cara a los retos del avance tecnológico permitirá que jóvenes de la escuela secundaria o primaria, encuentren su desarrollo y convivencia social, con esperanza en un mundo más humano para ellos y ellas. Miles de jóvenes entran a las cárceles diariamente, muchos emigrante todavía con el sueño americano, otros se integran a pandillas mercomenudeo, drogas y delincuencia. Todavía, podemos salvar a nuestros jóvenes y crear menos cárceles.
Ana Espejo dice
Muchas gracias por compartir, hoy más que nunca es necesario que se invierta en niños y jovenes que se siembre en ellos una visión saludable de la vida en sociedad, creo que el impacto será mucho mayor de lo que imaginamos.
Carlos Matis dice
Muy interesante el artículo. Coincido con lo expuesto.
Creo que los gobiernos se han preocupado por poner parches a la delincuencia y no están haciendo mucho por hacer cambios estructurales que desincentiven el el crimen. Pienso que uno de los pilares más importantes es la educación no solo en ciencias, si no también, en consciencia.