América Latina y el Caribe necesita desarrollar de manera sostenible sus industrias extractivas – fuente imprescindible de ingresos, recursos fiscales, inversión y empleo – para que estas impulsen a la región a una senda de desarrollo responsable, inclusivo y consistente. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) tiene un rol fundamental como promotor del diálogo responsable entre gobierno, sociedad civil y sector privado, un componente esencial para que ese desarrollo se materialice.
Durante dos años, cerca de veinte líderes regionales del sector extractivo se reunieron para repensar el futuro del sector en la región y construir una visión de largo plazo, que, al dar cuenta de los diversos intereses en juego, impulse el desarrollo responsable y sostenible de la industria en nuestra región. Los temas y las áreas con los que el sector tiene vínculos son tan diversos como complejos: necesidades y demandas de las comunidades, instituciones y políticas poco transparentes y efectivas, barreras a la innovación y al desarrollo de nuevas tecnologías y riesgos al medioambiente, entre tantos otros.
La construcción de una nueva visión no será tarea sencilla y debe considerar diferentes aristas y dimensiones: generación de inclusión y beneficio compartido con las comunidades de su entorno; fortalecimiento de la institucionalidad y gobernanza del sector en la región; conversión de las industrias extractivas en motor de innovación y productividad; e impulso para que las industrias extractivas asuman prácticas acordes con la sostenibilidad y el medioambiente. Estos son los ejes centrales que deben orientar las acciones de las distintas partes interesadas en el fortalecimiento de un sector sólido, basados en prácticas social y ambientalmente responsables, mirando hacia el futuro y entendiendo que los vastos recursos naturales que posee la región seguirán siendo esenciales para el mundo moderno.
Cómo desarrollar la industria extractiva de forma responsable
Un primer paso para abordar esos desafíos de manera concertada es generando confianza y reduciendo el escepticismo que existe en segmentos de la sociedad sobre los vínculos entre el sector extractivo y el desarrollo sostenible. Es imposible ignorar los impactos de las industrias extractivas en el medioambiente y en las distorsiones económicas que conlleva la actividad a nivel local y a nivel nacional. Además, hay una serie de problemas que no son directamente atribuibles a la actividad extractiva, pero que hacen que no pueda llevarse adelante como debería. La vulnerabilidad social, por ejemplo, en las zonas donde ocurren los proyectos extractivos; la incapacidad histórica del Estado para atender debidamente las necesidades de los habitantes de sus zonas, normalmente rurales y alejadas; las deficiencias que existen en los sistemas públicos de monitoreo y fiscalización de impactos ambientales; y otras barreras para que el desarrollo de la industria se realice de forma responsable y en beneficio de comunidades locales. No sorprende que exista una percepción negativa de la actividad extractiva.
Sin embargo, junto con estos líderes, estamos convencidos de que es posible abordar estos desafíos de otro modo. Conociendo la importancia que tienen nuestras riquezas naturales en nuestras economías, es imperativo enfrentar los retos que plantea el desarrollo del sector. Gran parte de estos retos se ubican en el territorio donde este opera y resultan, en parte, de la superposición de intereses entre los diversos actores que en él conviven. La incapacidad de integrar los intereses de estos actores, y una gestión ineficiente de los impactos sociales y ambientales de la actividad extractiva, han generado una historia de conflictividad y baja aceptación social. Para fortalecer relaciones constructivas es clave definir cómo se inserta el sector en el territorio y cómo se relaciona con sus habitantes.
Estas son las premisas que sustentaron el diálogo entre estos líderes regionales. El diálogo, facilitado por el BID, permitió generar una serie de recomendaciones para orientar la acción de las distintas partes interesadas hacia la construcción de acuerdos de beneficio compartido que permitan que la riqueza del subsuelo latinoamericano acelere el progreso en la superficie. Dicho de otra manera, acuerdos que permitan reenfocar la extracción hacia el desarrollo. Estas propuestas están plasmadas en el documento recién publicado por el BID, “Hacia una Nueva Visión Compartida sobre el Sector Extractivo y su Rol en el Desarrollo Sostenible de América Latina y el Caribe”.
Es tiempo de un cambio en el contrato social en el sector extractivo
Para que esta nueva visión se materialice, es necesario un cambio profundo del contrato social en torno al sector extractivo – un cambio de comportamiento de las empresas, de la sociedad civil organizada y del aparato público. Este nuevo contrato debe orientarse hacia el bien común, el beneficio mutuo y el respeto a las diferencias culturales, en particular cuando se trata de comunidades indígenas. El sector extractivo puede desatar su potencial de contribuir al desarrollo inclusivo si orienta sus relaciones sociales, políticas y productivas hacia el beneficio compartido en diálogo con la ciudadanía.
Esperamos que las recomendaciones contempladas en este documento sirvan como base para planes de acción que busquen fortalecer la gobernanza del sector extractivo. Asimismo, que incentive a modernizar la infraestructura necesaria para aumentar su competitividad, mejorar los mecanismos de relacionamiento social e impulsar inversiones responsables acordes con los pilares de sostenibilidad que deben regir nuestro desarrollo.
En el BID nos hemos propuesto promover un sector extractivo sostenible, innovador, e incluyente, y estamos convencidos de que mediante un diálogo multiactor efectivo se pueden lograr estos acuerdos. Un nuevo y novedoso contrato social en torno al sector extractivo es posible.
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