Los acuerdos de recuperación verde “Green Deal” se inspiran en dos conceptos: las políticas de recuperación económica de la década de 1930 llamadas “New Deal” y el concepto “build back better” (reconstruir mejor) definido en el contexto de los debates de la ONU sobre la reducción del riesgo de desastres naturales y mejora en resiliencia de la infraestructura.
El foco de los planes de recuperación de 1933 fue la creación de empleo, alivio a la pobreza, recuperación económica, y reformas financieras para evitar otra crisis similar. El New Deal, además de las cuestiones coyunturales, buscaba hacer frente a desafíos estructurales asociados a las necesidades de adaptación de la fuerza de trabajo a las nuevas tecnologías e industria. Los planes de recuperación verde derivan de la misma inspiración. Antes de la pandemia ya se discutía la necesidad de un plan de adaptación del trabajo y de la infraestructura a las nuevas tecnologías. Con el aumento de los niveles de desempleo (en algunos países con velocidad récord) y la caída de la producción económica, estos planes de recuperación se vuelven urgentes. Los planes de recuperación basados en inversión necesitan adecuarse a las nuevas tecnologías, ya que de lo contrario se generan activos en desuso o cuellos de la botella. Visto la trayectoria tecnológica, económica y ambiental, si los planes de recuperación no se basan en principios de recuperación verde, estarán simplemente atrasando la necesitada adaptación de la infraestructura y de la fuerza laboral a la nueva realidad, lo que probablemente generará nuevas crisis.
A la luz de esto, los planes de recuperación verde han utilizado el concepto de reconstruir mejor (“build back better”), cuyo principio original es utilizar el desastre como desencadenante para crear naciones y sociedades más resistentes que antes. Como consecuencia de la pandemia del coronavirus, el colapso de la actividad económica ha obligado a los gobiernos a ofrecer paquetes de estímulo económico valorados en miles de millones de dólares. Estos enormes paquetes definirán la estructura económica de los países en la próxima década. La decisión sobre cómo usar estos recursos definirá la evolución de las emisiones y la capacidad de los países para hacer frente al desafío del cambio climático. Estos planes tendrán que dar ímpetu a una mejor reconstrucción de la infraestructura económica que anticipe el impacto de futuros riesgos, particularmente el del cambio climático.
¿Como están siendo propuestos estos planes para la recuperación post COVID-19?
La gran parte de los planes recuperación verde tiene tres pilares: impulsar la economía, mejorar la resiliencia y sostenibilidad, y crear puestos de trabajo. La inversión en el sector de energía está en el centro de esta agenda. Estos juntan el desarrollo del sector y de las industrias asociados a ella.
En los planes de recuperación divulgados por diferentes países, las inversiones en sector de energía incluyen la generación eléctrica, con un enfoque en inversiones en energía eólica y solar, y la modernización de plantas de energía hidroeléctrica y nuclear. También incluyen la modernización de las redes eléctricas, el empoderamiento del consumidor a través de la adopción de energía distribuida, y el aumento de la eficiencia del sector por medio de medidas de eficiencia energética o gestión de la demanda.
Además, las inversiones incluyen temas intersectoriales como la electrificación del servicio de transporte por medio de la adopción de vehículos eléctricos, instalación de estaciones para la carga, electrificación del transporte público y utilización de hidrogeno. Otros temas transversales son el aumento de la sustentabilidad del proceso industrial a través del aumento de eficiencia o cambio de combustible, la mejora de las instalaciones industriales y la gestión de residuos.
Los planes incluyen una parte de impulso de políticas y regulación, pero en su mayoría el aporte principal de estos planes son las inversiones lideradas por fondos públicos. Estos pueden dividirse en 4 categorías: transformación de infraestructura (desde generación hasta medidores inteligentes), desarrollo tecnológico (incluyendo diferentes fases de Investigación y Desarrollo), fondos para los usuarios finales (cambios de equipos) y fondos condicionales de recuperación industrial (con contrapartida en sustentabilidad, por ejemplo fondos de recuperación de aerolíneas con metas de reducción de emisiones).
¿Qué significa esto para América Latina y Caribe?
Este es un buen momento para los planes de recuperación verde. Hay signos positivos de que el impulso en torno a la acción climática antes de la pandemia continúa resonando en el público. Una encuesta de la empresa Ipsos realizada en abril en 14 países revela que el 71 % de los adultos a nivel mundial está de acuerdo en que, a largo plazo, el cambio climático es una crisis tan grave como lo es Covid-19. La encuesta muestra un amplio apoyo a las acciones de los gobiernos para priorizar el cambio climático en la recuperación económica después de Covid-19. Un 65 % a nivel mundial que está de acuerdo en que esto es importante.
Los países de ALC tienen una ventaja significativa en su base de recursos naturales para implementar un plan de recuperación verde. Tienen un gran potencial de energía renovable sin explotar. Además, varios países de la región tienen un mercado de energía atractivo para desarrolladores de proyectos de energía renovable e inversores que buscan diversificación geográfica e inversiones limpias.
Los países de ALC son muy heterogéneos, pero los principales potenciales de inversión son: (1) generación de renovables, con enorme potencial que aumenta con la integración regional; (2) modernización de las hidroeléctricas que tienen enormes recursos y ventajas competitivas en LAC); (3) potencial de leapfrog para acceso universal limpio de los servicios de energía; (4) potencial de transformar las capacitaciones de las empresas de hidrocarburos (y sus tecnologías) en industrias más sostenibles (por ejemplo, invertir en energía eólica offshore o hidrógeno); (5) digitalización para mejorar la eficiencia del sistema (generación, transmisión y distribución) y empoderar al consumidor (proporcionando a los consumidores capacidad de respuesta a las variaciones de costos y precios); (6) expansión y modernización de la red y del almacenamiento, fundamental para la intermitencia y especificidades geográfica de las fuentes renovables e integración regional.
Realizar reformas e inversiones necesarias
Para aprovechar esta oportunidad son necesarias inversiones (públicas y privadas), reformas de políticas y regulatorias urgentes y estrategias del sector energético que coordine mejor con las estrategias industriales (las de cadenas de producción) de los países.
El impacto de la pandemia en la cadena de suministro plantea nuevos cuestionamientos sobre los riesgos de la dependencia de las importaciones de la cadena global. En el caso de las fuentes renovables, la mayoría de los países de ALC no tienen un mercado lo suficientemente grande como para permitir una política de contenido local. Sin embargo, la suma de los mercados en la región justificaría la internalización de la cadena (o de parte de la cadena) de suministro de los componentes de las plantas de generación de energía renovable en los países de la región. Así, para que los efectos positivos sean multiplicados y apropiados en la región es importante entender las ventajas comparativas de los países, y en que parte de la cadena de producción hay posibilidad de una iteración eficiente con la industria local y con la transformación de los trabajadores. Además, a partir de esta perspectiva se puede pensar en la integración regional de energía no solo a través de la integración de los flujos eléctricos pero que aproveche complementariedades de la industria.
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