Cuando la red eléctrica está muy alejada, las posibilidades de acceder a energía confiable y segura es un desafío. Esta era la situación de América Latina y el Caribe hasta hace poco. En 1990, solo 7 de cada 10[1] hogares de la región tenían energía eléctrica.
Las soluciones descentralizadas se han convertido en una opción factible para llevar energía a las zonas apartadas de los centros de generación. Actualmente, el 3% de la población latinoamericana carece de este servicio. Como misión del BID para cerrar las brechas de energía, nos hemos enfocado en apoyar a los países a diseñar programas de acceso universal, a través de energía sostenible.
Parque solar para iluminar una isla en el Caribe
Nicaragua, por ejemplo, ha logrado avances sustantivos es sus objetivos de cerrar las brechas existentes en acceso a energía. Actualmente, cerca del 98% de su población tiene energía eléctrica. Esos números no fueron siempre así. En el 2010, un poco más de la mitad de sus habitantes gozaba de este servicio, sin embargo, las inversiones en transmisión y generación han permitido alcanzar a las comunidades más remotas. Entre 2007 y 2019, cerca de 600 mil nicaragüenses de las áreas rurales han visto iluminado sus hogares.
A través del Programa Nacional de Electrificación Rural y Sostenible (PNESER) y con operaciones de inversión del sistema nacional de transmisión, cuya coordinación multilateral fue liderada por el BID, el país ha logrado fortalecer su red, ampliar la cobertura eléctrica y brindando un suministro eléctrico continuo y confiable. Las familias en zonas rurales pueden contar con un servicio con iguales niveles de calidad que la zona urbana.
Para garantizar el suministro confiable también se han implementado soluciones tecnológicas específicas en lugares aislados. Por ejemplo, en Corn Island (Isla del Maíz), ubicada en el Caribe nicaragüense, más de 1900 hogares recibieron un servicio continuo de energía eléctrica por la construcción de un sistema híbrido de energía fotovoltaica – almacenamiento de energía con baterías y generación térmica. El nuevo sistema además de ser ambientalmente sostenible por reducir el consumo de diésel y garantizar el suministro continuo de energía, permitió que los usuarios reduzcan su tarifa en un 25 % en comparación cuando la energía provenía de motores a base de diésel.
Luz en los llanos de la Chiquitanía
Las dinámicas y características geográficas son diferentes en cada país. Precisamente, debido a esas características, en Bolivia han emprendido proyectos de granjas fotovoltaicas o de instalación de sistemas pico fotovoltaicos en las zonas remotas. Los sistemas pico fotovoltaicos se refiere a sistemas pequeños con una capacidad de pocos vatios para satisfacer necesidades básicas de iluminación. Además, esta tecnología se ha convertido en una alternativa asequible, especialmente para las comunidades rurales.
Gracias a las tecnologías solares y a la reducción de sus costos, así como la implementación de programas de electrificación, han permitido que las comunidades rurales como los nueve municipios de Chiquitanía puedan gozar de una mejor iluminación.
La Chiquitanía está ubicada al este de San Cruz de la Sierra y al sudeste de Bolivia. En estos llanos, la electricidad no era uno de los servicios con los que contaban sus habitantes. La distancia con respecto a los centros de generación y la falta de torres de transmisión convertían a esta localidad en una de las pocas del país sin energía eléctrica.
Sin embargo, esta región, así como el 97% del territorio boliviano concentra niveles de radiación suficientemente altos para permitir el uso de tecnologías solar a lo largo de todo el año. De esta forma, el uso de energía solar es una opción eficiente dado los niveles de radiación que recibe el país. Por ejemplo, las zonas del altiplano, valles y llanos reciben radiación solar a una tasa de entre 4 y 6 kilovatios por hora, por metro cuadrado durante el día.
En la Chiquitanía han encontrado en este tipo de tecnología una solución. Gracias a un programa financiado por el BID, un poco más de 1500 hogares de áreas rurales de Santa Cruz de la Sierra recibieron energía eléctrica por medio de sistemas picos fotovoltaicos.
Así como vemos estos ejemplos en Nicaragua y Bolivia, otros países de la región también están invirtiendo en proyectos de electrificación para llegar a las comunidades remotas. Este es el caso de la comunidad indígena de Guna Yala de las Islas Catarí, Panamá.
En las últimas décadas, Panamá ha logrado incrementar en 14 puntos porcentuales la cobertura eléctrica, gracias a proyectos de electrificación. Hoy en día, Panamá tiene una cobertura eléctrica de aproximadamente 94%. Para poder llegar a las zonas aisladas, el país ha invertido sostenidamente en programas de electrificación sostenible. Ahora, sus habitantes pueden caminar por las noches y disfrutar de su entorno.
Esta es una entrada de una serie de blogs que aborda la inclusión desde el sector de energía del Banco Interamericano de Desarrollo. Ver publicación anterior.
[1] 69.3% de acceso en 1990, según datos de OLADE.
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