Cuando se repasa la historia de América Latina es muy grato encontrar a Loja, pequeña ciudad andina al sur de Ecuador, como la primera ciudad ecuatoriana en ser alumbrada con energía eléctrica en 1899, tan solo unos años después de la célebre iluminación de Pearl Street en Manhattan, que es considerada como el primer sistema de iluminación pública del mundo con base en electricidad.
A partir de ello, y gracias a pequeñas centrales hidroeléctricas que se fueron instalando en todo el país, Ecuador fue electrificando sus calles, comercios y casas, principalmente en las zonas urbanas, así como su industria. Sin embargo, así como la electrificación urbana en Ecuador iba creciendo, emergían los fenómenos de urbanización acelerada y desproporcionada en la región de América Latina y el Caribe.
En Ecuador, la urbanización se caracterizó por el asentamiento informal, muchas veces en áreas de riesgo y en las periferias de las ciudades, como consecuencia del éxodo rural. Esta condición ha evolucionado de una proporción poblacional urbano/rural de 50/50 en 1980, a 63/37 en 2010. Estos asentamientos precarios plantearon un nuevo reto para llevar servicios básicos como electricidad a las poblaciones urbano-marginales.
Proyectos para atender a las poblaciones rurales y urbano-marginales
En 1998, cuando el índice de electrificación en el país era alrededor de 87,5%, el Gobierno de Ecuador inició la ejecución del Fondo de Electrificación Rural y Urbano-Marginal (más conocido como FERUM), con el objetivo de desarrollar proyectos de electrificación, tanto en áreas rurales, como urbano-marginales. De esta manera, el Gobierno buscaba cómo avanzar en cerrar la brecha energética que el país enfrentaba en ese momento.
Hacia el año 2011, el índice de electrificación había aumentado hasta 93.35%. Sin embargo, continuar con acercar las redes y proyectos de energía a las poblaciones sin acceso se hacía con costos cada vez más altos, debido a la complejidad de las obras. A partir del 2011, el Gobierno solicitó al Banco apoyo para continuar con el esfuerzo de llevar la electricidad a esas poblaciones, por lo que se estableció una estrategia de apoyo, incluyendo préstamos específicos para atender este desafío.
En los primeros préstamos, los proyectos financiados se enfocaron en la extensión de la red de distribución a zonas rurales y urbano- marginales. Sin embargo, en las siguientes operaciones se introdujo el financiamiento de proyectos de electrificación rural sin extensión de red en comunidades donde la extensión no es viable y es sustituida por opciones con energías renovables y mini-redes.
Beneficios claros, impactos por determinar….
Los beneficios que programas de electrificación rural generan en la población parecen ser muy evidentes, sin embargo, es difícil encontrar investigaciones que respalde esas aseveraciones. Para evidenciar este esfuerzo y evaluar la efectividad de los programas según los objetivos de desarrollo, el Gobierno de Ecuador y el BID diseñaron una Evaluación de Impacto de acuerdo con las necesidades de conocimiento de los organismos ejecutores y de política del Gobierno. Los resultados de dicha evaluación demuestran que políticas públicas, como el FERUM, conducen a cambios de comportamiento y de percepción positivos en los beneficiarios, quienes además experimentaron mejoras en su calidad de vida.
La Evaluación de Impacto realizada demuestra, entre sus resultados, los siguientes beneficios:
- Mejoras en la calidad y confiabilidad del servicio eléctrico;
- Incrementos en el consumo de energía eléctrica;
- Incremento al acceso a medios de comunicación y culturales;
- Incremento en la percepción de seguridad (en comparación a los no-beneficiados; alrededor de un 20% adicional de jefas de hogar o cónyuges reportan sentirse seguras en la calle y un 8% adicional reportan sentirse seguras dentro de la vivienda)
- Incrementos en los ingresos monetarios del hogar del orden de 12%
- Incremento en consumo de alimentos perecederos
- Incrementos en la adopción de eficiencia energética, dado que hogares beneficiarios incrementan su tenencia de focos LED y/o CFL.
Impactos directos e indirectos de la electricidad
El acceso al servicio de electricidad presenta beneficios más allá del de iluminar hogares y calles. Queda demostrado que el acceso a la electricidad tiene impactos positivos en términos de educación, salud y seguridad, entre otros. También, la electricidad posibilita usos productivos de la energía y a su vez aumentos de ingreso en los hogares, según una publicación del BID.
Por ejemplo, en La Parroquia Rural de Angochagua, Provincia de Imbabura con alrededor de 3,000 habitantes, gracias a un trabajo coordinado entre el gobierno local y la empresa distribuidora, se han impulsado varios emprendimientos en los que la participación de las mujeres es mayoritaria debido a que los hombres se desplazan para trabajar a centros urbanos del país. Las mujeres son quienes participan en las reuniones y asambleas y quienes proponen los proyectos productivos que consideran más beneficiosos para la comunidad.
Entre los emprendimientos que la introducción de electricidad facilitó se encuentran: un molino de granos, un centro de acopio de leche, un comedor comunitario, proyecto de bordados de la Asociación de mujeres Sarumaki o un centro terapéutico con aparatología.
Muchas de las comunidades beneficiadas continúan buscando entusiasmadamente emprender y establecer iniciativas de negocios que les den acceso a mayores ingresos. Es por eso que el Banco, continúa acompañando estos esfuerzos con el fin común de mejorar vidas.
master en energias renovables y eficiencia energetica says
Buen post!