Imagine que usted vive en un barrio donde algunas familias tienen agua y otras no. Donde la mitad de las calles están pavimentadas y solo algunas tienen aceras. Donde el alumbrado público se concentra en algunas áreas, lo cual hace riesgoso volver a casa de noche o salir antes del amanecer. O donde hay que caminar largas distancias para encontrar un parque, una cancha de fútbol, un centro de salud o una guardería.
Esta es la realidad de muchos barrios mexicanos. Si bien el promedio nacional de cobertura de servicios de infraestructura básica está por encima del 90%, estas cifras ocultan niveles de desigualdad dentro de los municipios.
En la actualidad existen alrededor de 3.200 barrios, también llamados polígonos, que cuentan con acceso deficiente a ciertos servicios urbanos y sociales básicos.
En concreto, el 17% de estas áreas registra un déficit en servicios de cobertura de agua entubada, drenaje y electricidad.
Casi el 60% no cuenta con alumbrado público, aceras o calles pavimentadas. Casi todos carecen de áreas verdes y espacios de convivencia donde la comunidad se pueda reunir para conversar, celebrar ocasiones especiales y convivir en armonía.
Para más de cuatro millones de familias que viven en estos barrios, pertenecer a la ciudad formal no es suficiente para gozar de los servicios disponibles en las áreas urbanas más consolidadas.
Si bien todas las familias son propietarias de sus viviendas o las alquilan de su propietario legal, el 50% aún es pobre. Y la falta de acceso a servicios urbanos y sociales básicos aumenta su vulnerabilidad.
En vista de esta problemática, el gobierno de México solicitó en 2003 el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para identificar carencias, mapear estos barrios, determinar un orden de prioridad y formular una estrategia de atención para las áreas más urgentes.
Fue así como nació el Programa Hábitat, cuyo objetivo principal es cerrar la brecha en el suministro de servicios urbanos y sociales a estas familias, integrándolas plenamente a la ciudad.
Desde entonces, el BID y el Programa Hábitat han trabajado mancomunadamente para afrontar los desafíos que afectan a estos barrios.
Lo han hecho mediante la construcción simultánea de infraestructura urbana básica y de centros comunitarios administrados por el municipio.
Los centros están equipados con canchas de deporte y espacios multifuncionales donde se llevan a cabo todo tipo de actividades: desde clases de computación, deportes y oficios para jóvenes, hasta talleres de educación a distancia, o cursos varios como peluquería, corte y confección o repostería que les permiten aumentar sus ingresos. Donde sea han podido articular acciones con otras Secretarías se han instalado también guarderías y centros de salud.
¿Cómo se logra este objetivo? Con la combinación de esfuerzos entre el gobierno federal, los municipios y las comunidades.
Cada uno tiene una cuota de responsabilidad: el gobierno federal identifica los barrios donde se registra pobreza y carencias de infraestructura. Los municipios deben planificar cómo cerrar las brechas en cada barrio, priorizar inversiones y servicios, y financiar al menos el 50% de los mismos.
Las comunidades deben estar en el centro del proceso de planificación de obras e intervenciones; para ello se las fortalece a través de comités de contraloría social formados por vecinos que supervisan la ejecución de los programas.
Gracias a este trabajo mancomunado, entre 2007 y 2013, el Programa Hábitat llevó a cabo actividades en 1.400 barrios de 350 municipios y atendió a dos millones de familias. Se construyeron 45 millones de metros de pavimentación y obras viales y 25 millones de metros de redes de agua potable, drenaje y electrificación. Asimismo, se construyeron y/o pusieron en funcionamiento 1.800 centros de desarrollo comunitario, donde cada año se promueven alrededor de 7.000 actividades sociales, recreativas y educativas para adultos y niños.
En 2009 el Gobierno mexicano y el BID empezaron evaluar el impacto del programa para determinar si en ausencia de este se habría logrado que los barrios que acusaban rezagos recibieran la atención necesaria.
La evaluación era relevante porque los municipios, independientemente del programa, ya tenían recursos para invertir en los barrios.
Entre un universo de barrios elegibles donde aún no había intervención a principios de 2009, se eligieron aleatoriamente 176 para la intervención a partir de 2009 y 194 para el grupo de control, donde la intervención solamente ocurriría una vez finalizada la evaluación.
La evaluación, concluida en 2012, encontró que hubo un mayor progreso en aquellos barrios que se beneficiaron de la intervención. En 166 barrios donde se llevo a cabo el programa, las brechas se cerraron en mayor porcentaje que en un grupo de barrios con similares características donde se restringió la intervención.
Se mostró igualmente que la planificación y focalización que promovió el programa tuvieron el efecto deseado.
En las comunidades donde se implementó Hábitat se registró un aumento en la confianza entre vecinos y su sentido de pertenencia, al contar con centros comunitarios que ofrecían toda una gama de servicios y actividades para adultos y jóvenes.
Algunos de los artículos que pertenecen a esta serie son:
– Bono Juana Azurduy: salud preventiva para las madres y sus hijos
– La importancia de las matemáticas en preescolar
– Cerrando Brechas: el primer maestro es clave para el desarrollo infantil
– Sinfonía por el Perú: cuando la música y la inclusión social se unen
– Lecciones del programa Bono Vida Mejor: las condicionalidades sí importan
– Abriendo el mundo inglés a los hispanohablantes
– Cómo mejorar la calidad de vida de los adultos mayores
– Desencadenantes de la productividad agrícola a corto plazo en Bolivia
– ¿Se puede evaluar una reforma de turismo sin una máquina del tiempo?
Leave a Reply