¿Son los centros de cuidado infantil una mala inversión para América Latina? En mayo, tuvimos una gran oportunidad en el BID para discutir sobre este tema central para la región durante el lanzamiento del libro Educación que Rinde. Esta pregunta fue también el título del blog publicado después del evento por el panelista Justin Sandefur, en el que se discuten dos alternativas principales de política: centros de cuidado infantil y visitas domiciliarias.
Su blog apunta a definir si un tipo de programa es más costo-efectivo que el otro, lo que conduciría a la conclusión de que una inversión es mejor que la otra. Podríamos terminar el debate en la línea de la “conclusión no tan ordenada”, como Justin propuso en sus comentarios. Sin embargo, quisiera aprovechar esta oportunidad para profundizar el debate. Y para eso, me gustaría comenzar donde Justin lo dejó.
Es difícil comparar las políticas cuando la evidencia existente para América Latina es todavía limitada, particularmente para los centros de cuidado infantil. Hay 9 estudios rigurosos de los efectos de los programas de visitas domiciliarias sobre las habilidades cognitivas, pero sólo 3 estudios rigurosos para los centros de cuidado infantil (véase la figura 6.4, Los Primeros Años). La evidencia reciente de Brasil muestra resultados muy positivos a favor de los centros de cuidado infantil y los retornos del mercado de trabajo para los adultos en el hogar. Estoy de acuerdo en que se necesitan más pruebas. Sin embargo, diría que no cualquier tipo de evidencia funcionará.
Comencemos con la suposición básica de que queremos hacer inversiones efectivas, pero también queremos ser lo más eficientes posibles con el uso de recursos. En esa lógica, el análisis económico podría ser útil para decidir qué políticas son más costo-efectivas. Pero, ¿podemos realmente comparar la relación costo-beneficio de los programas que tenemos? Y lo que es más importante, ¿podemos reducir la deliberación políticas a la discusión costo-beneficio? Argumentaré que las comparaciones entre relaciones costo-beneficio son limitadas por varias razones. Tomemos los argumentos uno por uno, a través de las siguientes preguntas:
¿Son los programas comparables en términos de alcance (pueden llevarnos al mismo punto)?
Si su población objetivo es de bajos ingresos, las visitas domiciliarias y los centros de cuidado infantil pueden llevar a diferentes lugares. Los programas para padres tienen resultados cognitivos positivos, pero no cerrarán la brecha de aprendizaje entre ricos y pobres. Estos programas de visita al hogar pueden cambiar la calidad de las interacciones entre un niño y su madre o padre, pero, desafortunadamente, no le pueden conseguir a esta madre un título universitario o cambiar el entorno de recursos familiares.
Como demuestra la evidencia, el ambiente familiar va a hacer una gran diferencia en términos de la estimulación y las oportunidades que los dos niños recibirán. Y es por esto que los programas intensivos y de alta calidad basados en el centro pueden hacer una gran diferencia, como lo demuestra la evidencia reciente: “las inversiones tempranas en las habilidades de los niños desfavorecidos que son seguidas por inversiones educativas sostenidas en el tiempo pueden romper el ciclo de pobreza”.
¿Son los programas comparables en términos de escala y calidad?
Las pruebas existentes de Camboya y México sugieren que la falta de resultados positivos en las evaluaciones existentes podría estar relacionada con deficiencias en la implementación de intervenciones ampliadas y bajos índices de absorción.
Es difícil mantener la calidad mientras se amplía la cobertura, lo que plantea la cuestión de la validez externa de los programas piloto. De hecho, los autores de Los Primeros Años reconocen que las relaciones costo-beneficio para los centros de cuidado infantil no pasan la prueba de análisis de sensibilidad, mientras que los resultados para los programas de visitas a domicilio tienden a ser consistentes. Las relaciones costo-beneficio promedio experimentan grandes variaciones dependiendo de los programas que se incluyen. Los programas de visita domiciliaria examinados tienden a ser aplicados a una escala baja, los programas de cuidado infantil tienden a atender a poblaciones mucho más grandes, lo que aumenta los riesgos de grandes variaciones en la calidad entre centros.
¿Estamos comparando los efectos sobre la misma población?
Los mismos estudios para Camboya y México también indican que la falta de resultados positivos puede relacionarse con las bajas tasas de absorción de la población de bajos ingresos. Las inversiones no benefician necesariamente a los más pobres. Incluso cuando se dirigen a los más pobres, los niveles de ocupación tienden a sesgar el uso de los servicios de la primera infancia hacia hogares de mayores ingresos. Al reducir las desigualdades en el uso de los servicios para la primera infancia, también podríamos ver relaciones costo-beneficio más favorables, ya que esperaríamos que los efectos de estos programas sean mayores para estos niños.
¿Estamos considerando todos los beneficios que debemos?
Cuando más de un resultado social se ve afectado por una política, no podemos permanecer únicamente con los resultados de aprendizaje y las suposiciones relacionadas con su valor económico a largo plazo en el mercado de trabajo.
Los programas de cuidado infantil de alta calidad en los Estados Unidos han mostrado tasas de retorno extremadamente altas. Un estudio reciente estima los efectos a largo plazo de centros de cuidado infantil de alta calidad en la salud, la calidad de vida, la participación en la delincuencia, los ingresos laborales, el coeficiente intelectual, la escolaridad y el aumento del ingreso del trabajo de los padres. La tasa general de rendimiento del programa fue del 13,7% por año, y la relación costo-beneficio 7,3: cada dólar invertido en el programa devolvió beneficios de más de $7. Los autores enfatizan que “muchos estudios de los programas de la primera infancia reportan pocos resultados para edades tempranas después de completar el programa, por ejemplo, puntajes de CI y medidas de preparación escolar. Sin embargo, son los resultados a largo plazo los que son relevantes para el análisis de políticas”.
Lo que es aún más interesante en el estudio es que los beneficios son mayores para los niños que para las niñas. Esto parece estar relacionado con el hecho de que las mujeres son en general menos propensas a trabajar que los hombres y que los varones son mucho más propensos a cometer crímenes que las mujeres. Esto significa que mediante el aumento de participación femenina en la fuerza laboral también podríamos aumentar los retornos de los programas de DIT, lo que es particularmente relevante en el contexto de América Latina y el Caribe con altas tasas de violencia, altas tasas de embarazo adolescente y bajas tasas participación laboral feminina.
La evidencia reciente de un estudio a gran escala en Brasil evidencia el impacto duradero y expansivo de la asistencia a la guardería pública. Incluso varios años después de haber asistido a los centros, los efectos van desde el aumento de las inversiones en niños, mejoras en su altura y peso, y mayores ingresos de los padres y abuelos.
Con toda esta reflexión, quiero cuestionar el tipo de información que consideramos en las ecuaciones de costo-beneficio para decidir qué programas son los mejores, y también cuestiono la forma en que medimos qué inversiones son malas y buenas. Yo diría que el enfoque actual podría llevarnos a crear falsas economías. Pero esto es algo que se discutirá en la segunda ronda … ¡mantente conectado!
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