“Intenta no moverte demasiado durante la próxima contracción así te puedo tomar la muestra de COVID-19”. Esa es una de las frases que, antes de marzo de 2020, no había pensado escuchar mientras me preparaba para el nacimiento de mi primer bebé en junio. Tampoco había esperado escuchar a mi partera decirme: “¿puedes ajustar un poco el teléfono para que podamos comenzar a examinar tu mama por zoom?”, o “ahora ponte de espaldas y empuja tus dedos debajo de tu ombligo a ver si podemos determinar el tamaño de tu diástasis de rectos… virtualmente”, mientras intentaba que no se me cayera el teléfono. Ambas nos reímos, intentando hacer lo mejor que podíamos dadas las circunstancias, circunstancias que nos hubiera sido imposible imaginar solo unos pocos meses antes.
Estar embarazada, dar a luz y convertirse en una madre que trabaja durante el COVID-19 ha sido un viaje turbulento; pero una de las cosas positivas, para aquellas de nosotras con la suerte de tener acceso a intervenciones digitales, es la flexibilidad y el consuelo que estas intervenciones nos han brindado en momentos muy inciertos. Sin herramientas digitales, yo habría estado totalmente aislada de amigos y familiares y con acceso limitado al cuidado de mi salud y de la de mi bebé, y un regreso consciente al teletrabajo hubiera sido imposible.
Cuando comenzó la pandemia, realmente me impresionó cómo mis proveedores introdujeron nuevas herramientas digitales y utilizaron las existentes para asegurar la continuidad de mi cuidado. En un período de menos de dos semanas, recibí direcciones claras respecto de cuándo me verían en persona y cuándo de manera remota, y tenía un monitor de presión sanguínea digital y una balanza que usaba para compartir datos con mi equipo de cuidados. Este dispositivo resultó fundamental, ya que mi presión sanguínea se elevó durante las últimas semanas de mi embarazo, y el dispositivo me permitía seguir conectada con mi equipo de cuidados desde la comodidad de mi cocina.
Muchos de los proveedores también comenzaron a trabajar desde sus casas por su propia seguridad, pero aún así tenían acceso a mi información de salud debido al uso de registros electrónicos de salud. La utilización de un sistema de registro de salud personal me permitió comunicarme con mi equipo de cuidados, hacer preguntas y recibir resultados de análisis en mi teléfono. Haciendo click en un botón tenía disponible servicios de salud mental privados y seguros, y con herramientas de registración remota yo podía permanecer en mi auto llenando formularios en el teléfono mientras esperaba que la sala de espera del pediatra se liberara para minimizar así la exposición.
Estos son algunos ejemplos claros de cómo las intervenciones de salud digital pueden crear valor. Por supuesto, no todos los servicios funcionaban bien de manera virtual; mi “aldea virtual” no podía ayudarme a alimentar a mi bebé en las noches, y necesité apoyo activo de una consultora de lactancia para que mi bebé se prendiera; pero las herramientas digitales pueden aumentar y complementar los servicios presenciales; según los CDC, en EE.UU. las visitas de telemedicina aumentaron 50% en el primer trimestre de 2020. Este cambio implica mucho más que bajar una aplicación; es una muestra de cómo podemos transformar digitalmente los servicios de salud cuando se alinean las personas, los procesos y la tecnología.
Más allá de la aldea virtual: construir sistemas de salud digital resilientes en ALC con y para mujeres
Aunque en términos generales el acceso a servicios de salud en América Latina y el Caribe (ALC) ha aumentado, sabemos que el acceso a algunos servicios básicos como los cuidados prenatales varía por nivel de ingreso y ubicación, y que la atención en general está más limitada para poblaciones desaventajadas por razón de género, etnicidad o discapacidad. El embarazo también es más peligroso durante emergencias de salud pública; el brote de Ébola restringió el acceso a servicios de planificación familiar, cuidados prenatales y nacimientos en hospitales, y algunos investigadores estiman que el COVID-19 podría causar un aumento de entre 8,3% y 38,6% en las muertes maternas por mes en 118 países de ingresos bajos o medios. La telemedicina puede mejorar la salud reproductiva de las mujeres, y muchos países en ALC la están utilizando para expandir el acceso. Estas herramientas pueden jugar un papel importante en la crisis de salud mental que también estamos enfrentando; la pandemia ha causado aumentos dramáticos (de 29% a 72%) en la ansiedad de mujeres embarazadas y madres primerizas; y como las mujeres representan 70% de la fuerza laboral global del sector de salud y de servicios sociales, muchas están sufriendo de ansiedad, depresión y síndrome de burnout debido a la crisis.
Las intervenciones digitales pueden ser una herramienta poderosa para ALC, pero tenemos que tomar decisiones intencionales para asegurar que nuestras transformaciones de salud digital sean inclusivas, equitativas y que no dejen afuera a las mujeres. Necesitamos identificar y corregir los sesgos de datos en contra de las mujeres, como aquellos que experimenté personalmente durante my embarazo. Antes del COVID-19, las mujeres estaban frustradas y exhaustas por tener que diseñar caminos alternativos frente a sistemas que no estaban diseñados para sus necesidades. Al avanzar, tenemos que asegurarnos de que nuestras inversiones estén creando valor para las mujeres. La única manera en que podemos hacerlo es diseñando nuestras transformaciones digitales con mujeres y priorizar los problemas que las mujeres quieren resolver.
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