¿Sabías que en el 2015 la taquilla de estrenos nacionales en Centroamérica generó 12 millones de dólares en la región? Una ganancia comparable a los ingresos que generaron las exportaciones de carne de Honduras en 2017.
Sorprendente, ¿no? Lo que está sucediendo en la industria audiovisual de Centroamérica es una historia aún no contada, pero no hay duda de que hay un despertar audiovisual muy interesante. Esto se revela si miramos, por ejemplo, el crecimiento de salas de cine, o el incremento de estrenos nacionales que entre 2013 y 2015 creció en un 58% en Centroamérica. En Panamá, por ejemplo, gracias a la normativa existente y el apoyo de la Dirección Nacional de Cine (Dicine), se espera que en el 2018 se estrenarán 10 películas nacionales, lo que representaría un crecimiento del 65% comparado con el año pasado.
Pero, además, lo podemos percibir en el interés que han generado películas de la región en los grandes festivales internacionales. El caso más destacado es Ixcanul, de Jayro Bustamante la película guatemalteca ganadora del Oso de Plata del Festival de Berlín y de otros 50 premios. O la película nicaragüense La Yuma, de Florence Jaugey que obtuvo 16 premios internacionales.
¿Pero qué tiene que ver esto con la misión de desarrollo económico del BID?
La respuesta es que el cine, también es economía.
No cabe duda de que para cualquier país es importante poder contar historias propias, proteger tradiciones, como la mola y resaltar el patrimonio cultural como por ejemplo los fuertes coloniales de Portobelo y San Lorenzo. Todo ello es parte de la identidad nacional y tiene un valor simbólico invaluable.
El cine es una de esas expresiones que reflejan nuestra identidad. Pero, además el cine es una industria económica potente que puede detonar desarrollo en la región, si la sabemos aprovechar.
Según estimaciones de Ernst & Young, en el año 2013, la producción, postproducción y distribución de cine generó US$77.000 millones de ingresos, equivalente a los ingresos netos de divisas de la industria automotriz en México en 2017, y empleó a más de dos millones de personas mundialmente.
Pero la producción de una película, una animación o un seriado de televisión, benefician además a la economía en general. El estudio “Cómo el cine fomenta el crecimiento de las industrias creativas”, de Olsberg SPI en Gran Bretaña, señala que el 38% del gasto de producción de una película genera ingresos en otros sectores, por ejemplo, en la música, cuando se contrata el sonido y la banda sonora para la película; en la moda, con el diseño de vestuario; y en los servicios y contratación de talentos y técnicos.
En Panamá, por ejemplo, cada dólar invertido en los servicios creativos del cine generan US$1.51 en la economía en general, como lo expone el estudio publicado por el BID, “Industrias creativas culturales en Panamá: diagnóstico del sector y relevancia económica”.
Si bien el potencial de las industrias culturales y creativas en nuestra región – o economía naranja como le llamamos en el BID –es tremendo, este no ha sido completamente aprovechado aún. Es por ello, que el Banco Interamericano de Desarrollo promueve políticas públicas que fomenten las industrias creativas en nuestros países y un ecosistema creativo e innovador.
En Panamá, el BID ha sido socio de Festival Internacional de Cine de Panamá (IFF Panamá) desde el 2017 y patrocinador del Premio Primera Mirada, que reconoce al joven talento centroamericano. El IFF se ha convertido en la vitrina del cine centroamericano y trampolín para sus creativos. Y es exactamente este tipo de plataformas las que son muy necesarias para que el talento de la región no pase desapercibido.
No es cuento, Centroamérica tiene muchas historias por contar y no hay escasez de talento creativo para hacerlo, así que corramos la voz.
Una versión similar de este artículo apareció en el diario La Prensa.
Los datos de este artículo provienen de la publicación “Panorama Audiovisual Iberoamericano” de EGEDA, 2016.
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