por Jorge Ducci, Especialista Líder de Agua y Saneamiento del BID. *Este post fue publicado originalmente en el blog “Volvamos a la Fuente” del BID.

Con la reciente puesta en marcha de la última de las tres plantas de tratamiento de las aguas servidas de Santiago, Chile se completó el Plan Maestro de Saneamiento del Río Mapocho que atraviesa la ciudad.
Con ello ya no se advierten los fuertes malos olores en su cruce con el acceso al aeropuerto internacional, que a más de un turista, hombre de negocios o inversionista debe haber provocado pensar ¿dónde me vine a meter? Tampoco se divisan ya las grandes bandadas de gaviotas a la salida de un colector junto al canal San Carlos, en el sector de Providencia, que se acercaban atraídas por los desperdicios en las aguas servidas.
El río Mapocho siempre ha sido un eje central de la vida de la ciudad. Nace en la alta cordillera, llegando a Santiago por el sector de El Arrayán, y termina desapareciendo en las cercanías del río Maipo, en un lugar llamado Chuchunco, nombre mapudungun que significa ¿qué se hizo el río?, y que mi abuela usaba para referirse a un lugar lejano y remoto. En la época de la colonia separaba la ciudad de Santiago en sí, con el sector norte, el llamado barrio La Chimba, lugar popular de habitación de rotos e indios. Hoy son los barrios Recoleta e Independencia, y está el lugar donde se reciben los productos agrícolas de todo el valle central (La Vega).

Con los años, a la ribera del río se han ido construyendo numerosos parques que constituyen importantes lugares de esparcimiento para la población. Desde el antiguo Parque Forestal diseñado a principios del siglo XX, hasta los más recientes Parque de los Reyes Católicos, inaugurado en 1992 y ubicado en el sector poniente a la antigua estación Mapocho que utilizaba el tren de Santiago a Valparaíso, y Parque Bicentenario, que funciona desde 2007 en el elegante sector de Vitacura, se ha ido creando un gran parque lineal continuo en toda la ribera sur, incorporando lugares de recreación, juegos infantiles, buenos restaurantes, e incluso sectores donde puedo llevar a pasear a mi perro, sin tenerlo con correa.
No obstante, el río es inaccesible para la población. En su mayor parte de su cruce por Santiago está encajonado por altos tajamares, de más de 30 metros en algunos sectores. Ello como resultado de los esfuerzos que ha tenido que hacer la ciudad desde tiempos coloniales por contener la furia del río durante ocasionales crecidas. Todo escolar recuerda haber leído la famosa historia del corregidor Zañartu que en 1797 inauguró el Puente de Cal y Canto, con una argamasa que contenía huevos de gallinas, y donde durante su construcción murieron cientos de reos utilizados como trabajadores.

La última gran crecida del Mapocho fue en 1982, (ver video de la época en), que desbordó sus tajamares, causando grandes estragos y nos hizo recordar el permanente combate de la ciudad por contener sus aguas.
También en setiembre del 2009 otra crecida importante estuvo a punto de sobrepasar las protecciones (ver fotos).
Hoy el río es sólo un pequeño hilo de agua (ya no tiene el caudal de las aguas servidas), y es bastante turbio por los arrastres de lodo que bajan de la cordillera de los Andes. Seguramente jamás será usado para pescar, bañarse o navegar. Sin embargo, saber que está limpio constituye un gran orgullo para mí y otros varios millones de santiaguinos.
Jorge, ojalá yo y muchos caraqueños algún día podamos escribir una historia como esta acerca de nuestro Río Guaire. Felicidades!