
Pekín, la pujante capital de China y sede de los Juegos Olímpicos en 2008, es una de las ciudades con mayor población del mundo. Con más de 20 millones de habitantes en su área metropolitana, es más populosa que la mayoría de los países de nuestra región. Si estuviera ubicada en América Latina, equivaldría al séptimo país en población, superando a Chile (16.8 millones) y Ecuador (15.7 millones). Y esto, aún sin ser la mayor ciudad de China – título que ostenta Shanghai, con 23 millones de habitantes.
A Pekín fuimos invitados para presentar las experiencias y lecciones aprendidas en la implementación de la Iniciativa de Ciudades Emergentes y Sostenibles en América Latina. Durante este seminario de intercambio, organizado por el Paulson Institute de la Universidad de Chicago, fue posible entender algunos de los problemas que desafían la sostenibilidad urbana en ese lado del mundo.
Más de la mitad de la población china vive hoy en ciudades, y se espera que aproximadamente el 70% sea urbana para 2035. Esto es equivalente a 300 millones de chinos mudándose a ciudades en las próximas dos décadas, algo así como la mitad de la población actual de América Latina.
Esta rápida urbanización de China ha cambiado sensiblemente la forma y apariencia de sus ciudades. Pekín es un ejemplo de eso. La ciudad antigua era un laberinto de barrios formados por casas bajas, construidas alrededor de patios interiores cuadrados, y separadas por calles estrechas. Estos antiguos barrios (“hutong” por su nombre en mandarín) solían ser lugares muy sociales, donde era posible caminar o desplazarse en bicicleta a cafés y pequeñas tiendas, y generar fuertes lazos comunitarios, en un ambiente urbano vital.
La presión urbanizadora fue haciendo desaparecer gradualmente a estos barrios antiguos. Los “hutong” dejaron lugar al Pekín moderno, con grandes “super-manzanas” (superblocks o manzanas de varios centenares de metros de lado), con altas torres de oficinas y viviendas, y separadas por anchas avenidas. Para aliviar el tráfico vehicular, se construyó una serie de autopistas concéntricas (rings o beltways en inglés), el equivalente al Periférico de México DF o a la Avenida General Paz de Buenos Aires. Pero así como ocurrió en otros lados, la construcción de autopistas terminó generando más tráfico vehicular – y más crecimiento urbano disperso. Hoy la ciudad se encuentra inscripta en un sistema de 6 autopistas concéntricas. Como notara el autor Guy Sorman (http://www.city-journal.org/2010/20_4_asian-megacities.html), al preguntarle a un residente de Pekín dónde vive, la respuesta más probable es algo como “en algún lugar entre el cuarto y el quinto anillo”.

Los problemas urbanos de la China moderna tienen puntos de contacto con los de nuestra región. La cultura imperante del auto como símbolo de estatus de la clase media, la rápida urbanización, y la degradación ambiental de las ciudades, son sólo algunos de los desafíos que nos afectan por igual. El reto es alcanzar un desarrollo más sostenible, con ciudades más amigables y a escala humana, y una mejor calidad de vida para los habitantes. Confiamos en que iniciativas de sostenibilidad como la que se encuentra liderando el Paulson Institute, apoyadas por instrumentos de política pública, intercambio académico y participación del sector privado, son un excelente paso en esa dirección.
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