Minimizar las pérdidas y desperdicios de alimentos requiere prioridades de acción centradas en la innovación, política pública, inversión y conocimiento, destacaron líderes de América Latina y el Caribe.
Por German Sturzenegger y Natalia Espínola*
En 2016, los países de América Latina y el Caribe se comprometieron a cumplir, al año 2030, una serie de Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), entre ellos reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita (a nivel de distribuidores minoristas y consumidores) y a reducir las pérdidas de alimentos posteriores a la cosecha (Meta 12.3).
Al inicio de 2022, ALC enfrenta enormes desafíos para alcanzar esa meta. Según datos de FAO, cerca de 220 millones de toneladas se pierden por año en la región entre la postcosecha y el procesamiento, lo que equivale a cerca del 12% del total de la producción.
Si consideramos también los desperdicios, que corresponden a las etapas de comercialización y consumo, el porcentaje que perdemos y desperdiciamos se acerca al 30% de la producción total de alimentos para consumo humano. Los costos ambientales de este fenómeno son enormes. Cerca del 8% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero tiene su origen en las pérdidas y desperdicios de alimentos (PDA). En materia de huella hídrica, FAO estima que el agua que utilizamos a nivel global para producir alimentos que luego se pierden o desperdician equivale a la recarga anual del acuífero guaraní. Paradójicamente, esto ocurre en una región donde alrededor de 60 millones de personas sufren de inseguridad alimentaria severa, cerca de 8% de la población.
Con el objeto de apoyar a los países de ALC a reducir sus niveles de PDA, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en coordinación con una serie de socios, lanzó en 2018 la plataforma #SinDesperdicio, focalizándose en cuatro ejes de acción: innovación, política pública, conocimiento y comportamiento, esto último a través de la promoción del consumo y producción responsables. La plataforma ha generado un verdadero efecto red (network effect), incorporando a organizaciones y empresas como FAO, WRI, UNEP, CGF, WRAP, la Red Global de Banco de Alimentos, Nestlé, Grupo Bimbo, Femsa (a través de su Fundación), Oxxo, Dow, IBM y Coca Cola.
Con el objetivo de identificar soluciones concretas a este enorme desafío, el 17 y 18 de noviembre 2021 el BID, en coordinación con FAO, UNEP y el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca del Gobierno de Argentina, organizaron la 2da Cumbre sobre Reducción de PDA en ALC como un espacio de diálogo e intercambio de experiencias hacia la consecución de la meta 12.3.
La Cumbre reunió a los principales protagonistas de la agenda de reducción de PDA. Cincuenta panelistas de los sectores público y privado, academia y sociedad civil debatieron el potencial de la reducción de PDA en materia de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y seguridad alimentaria. Las discusiones destacaron los avances en materia de legislación y políticas públicas con 70 proyectos de ley en toda ALC; así como estrategias e instrumentos financieros para acelerar la inversión privada a lo largo de las cadenas de valor alimentarias (se estima que el retorno a la inversión es de US$7 por cada US$1 invertido; las experiencias de innovación del sector privado; y cómo generar capacidades de medición de PDA. Más de 4800 personas participaron durante los dos días.
Uno de los objetivos de la Cumbre fue identificar prioridades de corto (2022), mediano (2025) y largo plazo (2030) para la región, las cuales fueron agrupadas en 4 áreas de acción: conocimiento, política pública, innovación e inversión.
En materia de Conocimiento, y en tanto no se puede gestionar lo que no se mide, se destacó la importancia de cuantificar las PDA a través del levantamiento de líneas de base para una serie de cadenas y productos prioritarios, siguiendo los lineamientos metodológicos de los índices de pérdidas y de desperdicio de FAO y UNEP respectivamente.
En materia de Política pública se enfatizó la importancia de desarrollar estrategias nacionales de reducción de PDA que definan prioridades, metas y arreglos institucionales claros, destacándose la experiencia Argentina en ese sentido; así como la importancia de generar un marco normativo que facilite y genere incentivos para la donación de alimentos.
En materia de Innovación se destacó la importancia de seguir consolidando el esquema emprendedor, facilitando el acceso a financiamiento y la adopción de nuevas tecnologías y servicios que promuevan la reducción de pérdidas y desperdicio de alimentos.
Durante la Cumbre, se presentaron estudios sobre el retorno financiero asociado a las inversiones en reducción de PDA, identificándose la necesidad de incrementar los niveles de Inversión, tanto a nivel del sector público como privado, incluyendo grandes, medianas y pequeñas empresas a lo largo y ancho de las cadenas de valor.
ALC tiene un gran desafío por delante. Reducir las PDA, en sintonía con la Visión 2025 del BID, tiene el potencial de generar un triple impacto positivo: social, ambiental y económico. Contribuiría a mejorar las vidas de millones de personas que sufren de inseguridad alimentaria; a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero; y a generar ahorros (de hasta 1600 millones de dólares por año a nivel global) y oportunidades laborales, contribuyendo así al desarrollo sostenible e inclusivo de nuestra región.
Quedó claro en la Cumbre que, para alcanzar la meta 12.3, todos los actores de la cadena alimentaria tienen que continuar trabajando de manera coordinada por una ALC #SinDesperdicio.
*Natalia Espínola es consultora de la División de agua y saneamiento del BID.
Leave a Reply