“I need not tell you gentlemen that the world situation is very serious. That must be apparent to all intelligent people. I think one difficulty is that the problem is one of such enormous complexity that the very mass of facts presented to the public by press and radio make it exceedingly difficult for the man in the street to reach a clear appraisement of the situation. Furthermore, the people of this country are distant from the troubled areas of the earth and it is hard for them to comprehend the plight and consequent reactions of the long-suffering peoples, and the effect of those reactions on their governments in connection with our efforts to promote peace in the world.”
General George C. Marshall
Universidad de Harvard, junio de 1947
“Esta es la crisis más grande que ha vivido el mundo desde la Segunda Guerra Mundial.”
Esta frase se ha vuelto común en medios de comunicación y miles de webinars desde que se declaró la pandemia. Y tiene mucho de cierto. Miles familias han vivido dramas terribles a nivel individual y en el nivel colectivo, el impacto de esta crisis dejará una herida que tardará años en sanarse. Pero también al igual que en esos días, hoy hay esperanza. Tenemos una gran oportunidad de crear un nuevo “normal”. Y es ahí, donde las personas con discapacidad juegan un rol protagónico. Si logramos reconstruir nuestras economías y nuestras sociedades de tal manera que sean verdaderamente posibles para ellos, serán posibles para todos.
La reconstrucción de Europa después de la Segunda Guerra Mundial fue a través de una estrategia llamada el plan Marshall gracias al ingenio del General Marshall quién luchó en la guerra y luego se convirtió en secretario de Estado del presidente Truman. En resumen, para reactivar la economía, generar miles de empleos y de paso reconstruir la infraestructura, se invirtieron billones de dólares en grandes proyectos de construcción. Siguiendo con la analogía, ¿cómo será el plan Marshall de esta generación? Lo lógico sería reconstruir los sistemas de salud y los sistemas de bienestar social para que la próxima pandemia nos encuentre mejor preparados. Pero, por supuesto, la construcción debe volver a ser una prioridad para la reactivación económica.
La razón por la cual la construcción debe estar en el centro de la reactivación económica es porque es un sector que tiene un aporte significativo al PIB de las naciones al generar empleo directo e indirecto en grandes proporciones.
En 2009 las principales economías de América Latina y el Caribe (ALC) estimularon el gasto en obras públicas (transporte, energía, agua y saneamiento)[1], anticipando un promedio anual de 40.000 empleos por cada US$1.000 millones invertidos, según un informe del Banco Mundial[2] del mismo año.
El BID a través de los Diálogos Regionales de Política junto a representantes de algunas de las cámaras de infraestructura más importantes de ALC y con ministros de obras públicas y transporte de diferentes países han discutido los retos de la reanudación segura y eficiente del sector de la construcción en medio de la actual pandemia del coronavirus. Además, de identificar el perfil de los proyectos con mayor potencial de reactivación económica a ser implementados en “El día después” y apoyar la reactivación económica de la región.
La construcción tiene la ventaja de ser una actividad productiva que no genera aglomeraciones tan densas como el entretenimiento, por ejemplo, ya que se labora al aire libre y se pueden mantener distancias para evitar el contagio, (Portafolio 2020) además de ofrecer flexibilidad en la programación de las jornadas de trabajo.
Inclusive, varios gremios ya se encuentran trabajando en los protocolos sanitarios necesarios para la reactivación de la actividad en sus respectivos países.
Ahora bien, la pregunta siguiente que deben resolver tanto los gobernantes como la sociedad es qué construir y cómo hacerlo. Si bien es difícil lograr consensos regionales frente a qué sectores económicos deben abrir primero, aquellos que apoyarán la construcción en general concuerdan que el sector debe enfocarse en la infraestructura pública y las obras civiles, aquellas intervenciones que una vez terminadas serán utilizadas y beneficiarán a un número mayor de ciudadanos.
En este orden de ideas, si la primera salida económica para hacer frente a la pandemia por Covid-19 será la construcción de grandes proyectos para el futuro disfrute de los ciudadanos, esta oportunidad debe ser aprovechada para incluir y potenciar la participación de un grupo poblacional marginado de los espacios de la ciudad: las personas con discapacidad.
Es necesario incluir lineamientos de diseño universal y accesibilidad en los proyectos que se están gestionando desde du planificación y diseño.
De acuerdo con el artículo 9 de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, los estados deben asegurar su acceso “en igualdad de condiciones con las demás, al entorno físico, el transporte, la información y las comunicaciones, incluidos los sistemas y las tecnologías de la información y las comunicaciones, y a otros servicios e instalaciones abiertos al público o de uso público, tanto en zonas urbanas como rurales” (ONU 2006, 10). Este concepto de accesibilidad abre la puerta al de diseño universal. El diseño universal consiste en idear productos, entornos, programas y servicios que puedan utilizar todas las personas, en la mayor medida posible, sin necesidad de adaptación ni diseño especializado (ONU 2006). Es el compendio de medidas, estrategias y soluciones administrativas, arquitectónicas e ingenieriles que permiten el uso y disfrute de un espacio, público o privado, por parte de personas con discapacidad.
El diseño universal cobra importancia en la medida que no solamente permite que un usuario o cliente obtenga el servicio que requiere de forma plena y oportuna, sino que al permitir esto genera un escenario de igualdad de oportunidades que la persona con discapacidad percibe, y su proceso de desarrollo se termina alimentando (Hidalgo, y otros 2019), lo que a su vez multiplica las opciones con las que cuenta en su proceso diario de toma de decisiones.
Este último impacto, el de dignificar la vida de las personas por medio de la apertura de caminos y opciones de vida, hace que la prestación del servicio sea secundaria y que el objetivo primordial del diseño universal sea la inclusión a la sociedad de más de 70 millones de personas.
Mediante los 7 principios del diseño universal se busca que el elemento ejecutado (bien sea en arquitectura, ingeniería, diseño industrial, páginas web entre otros) sea utilizados por todos. Los principios son: uso equiparable, uso flexible, uso simple e intuitivo, información perfectible, con tolerancia al error, que exija poco esfuerzo físico, por último, que provea un tamaño y espacio apropiados para el acceso, alcance manipulación y uso (Fundación Sidar 2007).
Algunos años después el general Marshall se ganaría el premio Nobel de paz por su iniciativa. Una cosa era ganarle la guerra los nazis, pero otra muy distinta era ganar la paz. Y con su visión quedó claro que a través de una reconstrucción de infraestructura que le devolviera dignidad al continente europeo se conseguiría esa paz. Por eso hoy tenemos que seguir ese ejemplo porque una cosa es ganarle la guerra al coronavirus, pero otra muy distinta será ganar la paz después de eso. Esta pandemia evidenció profundas falencias que tenemos como sociedad y por eso, esa paz sólo se puede ganar haciendo sociedades menos desiguales, con más oportunidades para todos donde la inclusión sea el imperativo.
Duarte Juan Domingo dice
Hola como están . muy bueno lo que están realizando.
Soy Licenciado en Gestión de Políticas Públicas.
Me gustaría compartirlrs mi Tesis . Abrazos