Las etapas de planificación y de estudios de preinversión son fundamentales para desarrollar buenos proyectos de infraestructura de transporte, agua y energía. Sin embargo, América Latina y el Caribe no ha logrado avances sustantivos para mejorar dichas etapas, y los desafíos suelen tener efectos negativos en los resultados de las políticas públicas de estos sectores. ¿Qué cambios son necesarios para mejorar estos procesos?
A partir de un comentario en redes sociales con el título de este post, fui invitado a escribir las siguientes líneas. Lo haré con base en dos premisas fundamentales. La primera es que los actores directa e indirectamente implicados en el desarrollo de infraestructura, no necesitan más explicaciones del “deber ser” con una mirada tecnocrática. En la mayoría de los casos sabemos qué se necesita hacer desde esa óptica, y no hemos logrado hacerlo. La segunda premisa, igualmente importante, es que el cambio no requiere una receta fácil. Si el problema fuera fácil, ya lo habríamos solucionado. ¿Qué necesitamos entonces?
Menos PlaneaMiento…
Menos PlaneaMiento implica aceptar, de una vez y para siempre, que la etapa de desarrollo de infraestructura está fuertemente influenciada por el juego político. En general, tenemos planes de desarrollo y planes sectoriales, de mediano y largo plazo, que no se respetan. Además, a nivel de estudios de preinversión, intentamos exigir que los proyectos tengan estudios de perfil, prefactibilidad, factibilidad, diseños de ingeniería, para después ejecutar los proyectos, lo que no siempre sucede. Esto ocurre, básicamente, por lo siguiente:
- Los tomadores de decisión consideran que tienen más réditos políticos si no siguen los planes de mediano y largo plazo.
- Para disminuir riesgos de la misma naturaleza, es decir riesgos políticos, no siempre se siguen los procesos de preinversión estipulados, y en otras se interpretan las recomendaciones de los estudios para obtener los resultados deseados.
Menos planeaMiento comprende entonces que dejemos de mirar al costado y que comencemos a hacer frente a este desafío. Estoy convencido que los problemas actuales no se solucionan si generamos más reglas para que prime el “deber ser” técnico por sobre necesidades políticas opuestas. Necesitamos exactamente lo contrario, un cambio de enfoque.
Más PlanificAcción
Más planificAcción implica que se generen nuevas reglas, pero para alinear objetivos políticos al “deber ser” técnico. Para que eso suceda, los tomadores de decisión deben percibir más beneficios políticos de respetar los planes de mediano y largo plazo, que de descartarlos. Además, deben percibir que el proceso de preinversión está ajustado racionalmente a las características de los desarrolladores, de los proyectos, y del mercado.
Más planificaAcción involucra que se trabaje en la construcción colectiva de las soluciones, lo que garantizaría mayor apoyo político. Los países de la región necesitamos un centro de alto nivel dedicado al desarrollo de infraestructura, que se base en un sistema abierto de planificación, que incluya a múltiples grupos de interés en el proceso: sector político, financiadores, asociaciones de construcción y consultoría, sindicatos de trabajadores, sociedad civil organizada y no organizada, entre otros.
Estos centros deberían trabajar en listas de proyectos de infraestructura de mediano y largo plazo, a desarrollar en los países, con base en las necesidades por ellos relevadas, y en criterios de selección discutidos.
Absolutamente relevante, al respecto, sería que los proyectos no se seleccionen únicamente con base en un criterio de eficiencia. Sería deseable el trabajo en formalizar un enfoque multicriterio ponderado y transparente, para que los grupos de interés involucrados en el proceso de planificación controlen los resultados, y los tomadores de decisión no se vean obligados a maquillar o saltar el proceso.
Dichos centros deberían ser parte que apoye y controle al desarrollo de proyectos en los ministerios y secretarías de línea; y su acuerdo debería ser obligatorio para la obtención de fondos federales o del gobierno central, dependiendo del caso. Deberían dar una mirada independiente y técnica al respecto de los estudios de pre-inversión necesarios por proyecto; y brindar apoyo en procesos de negociación y adquisición en proyectos especialmente complejos.
Estos centros, con matices, ya se usan en otras regiones del mundo, obteniendo buenos resultados. Australia, Canadá, Corea del Sur y Reino Unido, entre otros, ya han avanzado en estas soluciones; como se describe en la publicación insignia del BID del 2020. Sin duda alguna, demandarían un ajuste sustantivo de la legislación y los procedimientos de nuestros países. Por eso, esta no es una solución sencilla. Sabemos que la necesitamos, la pregunta que resta responder es si estamos preparados y dispuestos a dar este paso tan necesario.
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