El transporte desempeña un papel clave para garantizar la seguridad alimentaria, al facilitar la disponibilidad de alimentos y el acceso a los mismos por parte de los hogares, a través de infraestructuras, almacenes y servicios de transporte.
En 2022, se estimaba que América Latina y el Caribe (ALC) era la región con las segundas cifras más altas de inseguridad alimentaria a nivel mundial, con una prevalencia media del 40,9%. A pesar de su imagen de región autosuficiente en producción agrícola, aproximadamente un tercio de la población de ALC vive en países importadores de alimentos. Además, gran mayoría de los países exportadores de alimentos de la región, también importan un segmento importante y creciente de sus alimentos. Por otro lado, las disparidades y desigualdades de ingresos, así como las altas tasas de pobreza, desempleo e inflación, se han agravado debido a la pandemia del COVID-19, lo cual es un obstáculo importante para garantizar la seguridad alimentaria.
Los más afectados por la inseguridad alimentaria son los hogares rurales. Las comunidades rurales tienen mayores índices de pobreza extrema y mayores dificultades para transportar y distribuir sus productos agrícolas. Por ejemplo, la mayoría de los productores y comerciantes de alimentos de Centroamérica se ven obligados a utilizar carreteras sin asfaltar, lo que demuestra que los conductores tienen que recorrer hasta 50 km de media por caminos sin asfaltar antes de llegar a una carretera asfaltada o pavimentada. En la temporada de lluvias, estas las carreteras son inaccesibles para vehículos convencionales de cinco toneladas o más y sólo pueden acceder a ellas camionetas que no transporten más de una tonelada. El mal estado de las carreteras interrumpe el acceso de las comunidades rurales a carreteras más grandes o a los mercados, reduciendo la eficiencia del transporte en términos de tiempo de operación y costes y empeorando la productividad agrícola. A su vez, la producción alimentaria necesita de infraestructuras, almacenes y servicios de transporte adecuados para que se pueda acceder a ellos fácilmente en todas las geografías, a un precio razonable y con buena calidad. Cuando la logística es ineficiente, puede traducirse en un aumento de los precios de los alimentos para los consumidores o en una reducción de la capacidad de los productores de alimentos para competir en el mercado.
Los costes logísticos en ALC se sitúan entre el 16% y el 26% del PIB regional, frente al 9% en los países de la OCDE, lo que eleva el precio final de los alimentos en los mercados de consumo. Así pues, garantizar la seguridad alimentaria en una región donde el 30% de su población omite comidas, a pesar de ser uno de los mayores exportadores de alimentos del mundo, exige superar importantes retos en infraestructuras y servicios de transporte.
El papel del transporte para garantizar la seguridad alimentaria
La producción de alimentos depende de una serie de insumos que deben estar disponibles en el momento oportuno, en el lugar adecuado y en la cantidad correcta. Los datos de la región demuestran que invertir en la mejora de las infraestructuras físicas, reduce los costes de transporte y la incertidumbre en la obtención de insumos, lo que aumenta la productividad. Por ejemplo, los programas de construcción y mantenimiento de carreteras rurales en Colombia aumentaron la productividad agrícola en un 62% debido a la mejora del acceso a fertilizantes, insecticidas y maquinaria. Además, aumentó la probabilidad de ventas en un 5% y el valor de la producción en un 15%.
Y lo que es más importante, estas mejoras se traducen en mayores ingresos para las poblaciones locales, lo que contribuye a reducir la pobreza y la inseguridad alimentaria. Por ejemplo, las inversiones en carreteras rurales en Perú generaron oportunidades de ingresos que ayudaron a reducir la pobreza extrema y las necesidades insatisfechas en las comunidades vecinas hasta en un 14% y un 7%, respectivamente.
En las zonas rurales, la mejora de las infraestructuras viarias y la disponibilidad de servicios de transporte durante todo el año, pueden reducir los costes y el tiempo de transporte, que, como ya se ha mencionado, están directamente relacionados con el precio y la calidad de los productos agrícolas, lo que contribuye a que los consumidores puedan acceder a los alimentos y a que los agricultores puedan competir en el mercado internacional. Asimismo, permite reducir el consumo de combustible y disminuir el desperdicio y los daños en los productos durante el transporte. Además, puede facilitar el acceso a recursos relacionados con la agricultura, como fertilizantes o equipos mecanizados, y a servicios de extensión agraria que permitan llegar a las explotaciones de forma más eficiente, aumentando la productividad agrícola y los ingresos de las explotaciones.
En las zonas urbanas, surgió el concepto de “desierto alimentario” para describir los barrios de bajos ingresos de las ciudades en los que la población carece de acceso a alimentos nutritivos a precios razonables, debido a la falta de disponibilidad, asequibilidad y calidad de alimentos ricos en nutrientes en las tiendas y supermercados locales que venden alimentos a granel y a precios rebajados. En este sentido, una distancia a pie superior a 1 km desde los barrios residenciales hasta un supermercado, indica un posible desierto alimentario, sobre todo cuando los residentes tienen poco acceso al transporte en autobús o a vehículos privados.
Contribución de las operaciones del BID y llamamiento para futuras acciones:
En el BID nos centramos en mejorar las redes de transporte para aumentar la productividad y la seguridad alimentaria mediante:
- Mejorar la conectividad del mercado en las zonas rurales, a través de inversiones en infraestructuras de transporte resilientes al clima, al mismo tiempo que se ofrecen oportunidades de mayores ingresos y acceso a los servicios públicos para las poblaciones vulnerables.
- Construcción de sistemas logísticos modernos, sostenibles y resistentes como columna vertebral de las cadenas de suministro agrícola eficientes.
- Aprovechar el conocimiento adquirido, desarrollar soluciones innovadoras y crear capacidad local para fundamentar la formulación de políticas y el diseño de programas eficientes que puedan ir desde la identificación y medición de cuellos de botella logísticos en cadenas de suministro críticas, hasta la puesta a disposición de programas basados en inteligencia artificial para el mantenimiento de carreteras.
- Coordinar el uso del suelo y la planificación del transporte, permitiendo a las poblaciones con rentas más bajas acceder de forma más eficiente a tiendas de alimentación de calidad y asequibles y a mejores oportunidades de empleo y educación.
- Mejorar la calidad, la cobertura y la asequibilidad de los sistemas integrados de transporte público, y proporcionar infraestructuras adecuadas y seguras para los desplazamientos a pie y en bicicleta, centrándose en las zonas de rentas más bajas.
Les invitamos a descargar nuestra publicación, Transporte para el desarrollo inclusivo: definiendo un camino para América Latina y el Caribe. Este reporte analiza cómo la falta de infraestructura y servicios de transporte adecuados en las áreas rurales plantea barreras significativas para que las comunidades rurales accedan a las oportunidades clave para el desarrollo. Además, explica cómo se pueden aprovechar la infraestructura y los servicios de transporte rural para generar impactos a favor de los pobres en la región; a través de acciones de política efectivas en el nexo del transporte inclusivo y el desarrollo rural sostenible.
Leave a Reply