En anticipación a la conferencia global más importante de cambio climático (COP 25 en Santiago, Chile), Greta Thunberg (16 años), emprendió un viaje cero emisiones a través del atlántico. El viaje, que tuvo una duración total de 14 días, fue posible gracias al Malizia II, un bote eléctrico liviano y equipado con tecnologías para ser autosuficiente en el viaje transatlántico entre Plymouth (Inglaterra) y Nueva York (Estados Unidos). El mensaje de este viaje es simple: una generación más consciente de los desafíos climáticos y de las alternativas tecnológicas para enfrentar el cambio climático.
En el caso de América Latina y el continente, el mensaje cobra gran relevancia en el sector transporte. Con una demanda energética basada en combustibles fósiles (principalmente Diésel y Gasolina corriente, ver gráfico) (OLADE, 2019), el sector transporte es uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero, y de gases contaminantes y material particulado en centros urbanos.
La electromovilidad es una oportunidad sin precedentes en la región, y algunos países ya están dando pasos para alcanzar una transición exitosa (Electromovilidad: Panorama actual en América Latina y el Caribe). Por una parte, las matrices energéticas que alimentarían las baterías tienen factores de emisión tan bajos, debido a que provienen en su mayoría de fuentes de energía renovables como la hidráulica, por lo cual hasta en el caso menos favorable, la electromovilidad tiene sentido en cuanto a emisiones. Adicionalmente los costos de inversión iniciales y específicamente el de las baterías son cada vez menores, ya en 2017 el costo por kWh era de hasta US$300, y se espera que para 2025 ronde los US$100 (Análisis de tecnología, industria, y mercado para vehículos eléctricos en América Latina y el Caribe). Lo anterior, sumado a los ahorros operativos que se prolongan a lo largo de la vida útil del vehículo, han facilitado el surgimiento de modelos de negocio para la transición tecnológica en el sector, con un especial énfasis en aquellos modos de mayor intensidad de uso (donde tiene más sentido económico, ambiental y social tener una transición hacia la electromovilidad).
La electrificación del transporte es una de 3 revoluciones (UC Davis, 2017). La automatización y las modalidades compartidas de servicios de movilidad maximizan aún más los beneficios potenciales de la transición tecnológica en el sector.
El vehículo autónomo (VA), eléctrico y compartido será fundamental en la nueva era del transporte. Para diversos expertos, su incursión podría lograr:
- reducción de hasta el 90% en el número de siniestros viales (1, 2) ya que la mayoría de los siniestros de tránsito son causados principalmente al conducir bajo la influencia del alcohol o las drogas, por estar parcialmente impedido y por irrespeto a normas de tránsito.
- disminución de entre el 30% y 80 % de emisiones de CO2 con la incorporación de tecnologías híbridas y eléctricas.
- reducción de la congestión urbana para millones de personas, por cuanto las tecnologías incluidas en los vehículos autónomos permiten reducir la distancia entre vehículos, aumentar la capacidad de la vía y disminuir los tiempos de búsqueda de estacionamiento.
- mejora en la disposición del espacio público que hoy está destinado al estacionamiento, haciendo más amigable el entorno urbano.
Adicional a la reducción de emisiones producto de su tecnología de propulsión eléctrica, las soluciones de movilidad compartida permitirían disminuir los índices de propiedad de flota debido a que los usuarios empiezan a visualizar los vehículos no como un bien sino como un servicio (as a service), contribuyendo con el desarrollo de soluciones por demanda (on demand).
También se visualiza que la movilidad autónoma puede traer otras consecuencias subyacentes como el crecimiento de la mancha urbana (urbana sprawl) o el aumento en el número de kilómetros viajados, a consecuencia de la diminución del costo subjetivo del tiempo de viaje. Otros retos que plantea este nuevo escenario serán la coordinación con los vehículos conducidos por humanos, la necesidad de minimizar los posibles ataques cibernéticos a los VA y las responsabilidades producto de accidentes de tránsito.
Recientemente, desde el BID se publicó un estudio de alternativas tecnológicas y de tendencias de mercado y está impulsando la adopción de ésta y otras tecnologías para el transporte y la movilidad en la región. Parte de ello corresponde al desarrollo de un piloto en Santiago de Chile, donde se probará un VA eléctrico y compartido; se entrenará para que pueda recorrer un trayecto que unirá un campus universitario con el sistema de transporte público urbano; se analizará el marco legal y regulatorio para identificar los aspectos que requieren ajustes; y se creará un conjunto de herramientas regulatorias que permitan hacer las pruebas con el VA. Asimismo se desarrollará un centro de innovación junto con la academia, sector público y sector privado, con el objetivo de activar el ecosistema de emprendimiento en torno a esta tecnología en los países de América Latina y el Caribe.
¿Quieres saber más de este tema? Te invitamos a descargar las publicaciones del BID relacionadas.
1. Ten ways autonomous driving could redefine the automotive world, McKinsey, 2015.
2. Automated Vehicle Crash Rate Comparison using Naturalistic Data, Virginia Tech Transportation Institute, 2016.
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