Impulsadas por la liberalización del comercio, la búsqueda de reducir costos y los avances en materia de transporte, desde comienzos de este siglo, las cadenas de suministro se han extendido a lo largo y ancho del mundo. La búsqueda de una mayor resiliencia a partir del impacto de COVID-19 ha generado atracción hacia el nearshoring, o la necesidad de contar con proveedores más cercanos a los mercados de destino. Para la región, esto significa mayores oportunidades de negocio con Estados Unidos y con sus vecinos. Para ello, debe ser capaz de sortear la barrera de la baja calidad de la infraestructura y servicios logísticos.
La pandemia de COVID-19 ha generado disrupciones en las cadenas de suministro globales en una manera no vista desde la Segunda Guerra Mundial. En el primer trimestre de 2020, las medidas establecidas por China para contener la expansión del virus, que incluyó el cierre de fábricas, carreteras y puertos, impactaron rápidamente en el aprovisionamiento mundial de todo tipo de bienes. Por ejemplo, ya en febrero de 2020 el transporte marítimo entre China y los puertos de California -corredor clave de suministro global- había caído en más de un tercio y las importaciones en cerca del 45% respecto al mismo período del año anterior (WSJ, 2020).
En las semanas siguientes, comenzaron a verse rupturas de inventario en sectores como el automotriz, el electrónico y, especialmente, el de equipos e insumos médicos. Como nunca antes, se puso de manifiesto la importancia estratégica, técnica y financiera de contar con una buena estrategia de gestión de riesgos. Sin embargo, encuestas internacionales muestran que, antes de la pandemia, una de cada tres empresas globales no disponían de tales estrategias.
La gestión de riesgos abarca diferentes aspectos que pueden afectar el normal funcionamiento de una cadena de suministro, entre los cuales se encuentra la disponibilidad oportuna de proveedores de insumos y servicios (Calatayud y Ketterer, 2016).
Es conocido el grave impacto que la política de proveedor exclusivo tuvo para Ericsson, el entonces líder en producción de teléfonos móviles. En marzo del año 2000, un relámpago causó un fuerte golpe de tensión en la red eléctrica de Albuquerque, Nuevo México. Este rayo generó un incendio en una de las plantas de microchips de Philips, que proveía a Ericsson. Debido a la política de proveedor exclusivo, el incendio causó la disrupción en la producción de Ericsson por meses, con pérdidas de US$400 millones en ventas.
En similar situación se han visto empresas de diferentes sectores industriales con el confinamiento de China a principios de 2020. La diversificación geográfica y la reducción de la distancia entre proveedores y compradores, también denominado nearshoring, va ganando relevancia para la reconfiguración de las cadenas de suministro de las empresas globales. El 40% de los líderes de estas empresas planea acciones de nearshoring y ampliación de la base de proveedores, a fin de incrementar la resiliencia de sus cadenas de suministro (McKinsey, 2020). Este potencial cambio podría ascender hasta el 20% del valor de autopartes y el 45% del de textiles que hoy exporta China.
Es aquí donde, paradójicamente, la pandemia presenta una gran oportunidad para los países de Centroamérica y el Caribe (CC).
Por su cercanía con Estados Unidos, la presencia de tratados de libre comercio y la experiencia en la exportación a dicho país de bienes textiles, farmacéuticos, electrónicos, alimenticios y de autopartes, esta región podría beneficiarse de la necesidad de diversificar proveedores y acortar las cadenas de suministro con base en Estados Unidos. La oportunidad para CC se encuentra en incrementar las exportaciones de bienes de mayor valor agregado que, por su complejidad económica, contribuyen de mayor manera al crecimiento económico de la región (Hausmann et al., 2013).
Para aprovechar esta oportunidad única para la recuperación económica y la generación de empleo en la era post-Covid, los países de CC deben mejorar radicalmente sus infraestructuras y servicios logísticos. Clave en la que puntúan sistemáticamente por debajo de todas las regiones, con la excepción de África Subsahariana (Figura 1).
¿Qué beneficios traerían las mejoras logísticas?
Lo hemos estimado a través de un modelo gravitacional con 155 países, para el período 2007-2018, aproximando la mejora logística a través de las puntuaciones obtenidas en dos indicadores del Índice de Desempeño Logístico: calidad de la infraestructura y de los servicios logísticos. Los resultados sugieren que, si los países de CC alcanzaran los niveles de Chile -el de mejor desempeño en América Latina-, sus exportaciones crecerían entre 4% y 8%, por un valor promedio equivalente al 1,5% del PIB, proporcional al 30% de la inversión promedio en educación en la subregión (Figura 2).
¿Por dónde comenzar?
Con el apoyo del BID, los países de CC han desarrollado Planes Nacionales de Logística (PNLog). Estos reúnen las prioridades de inversión identificadas en el sector. Se basan en un amplio proceso colaborativo público-privado, y una estrategia país de inserción internacional. El escenario post-pandémico brinda una oportunidad histórica de reconfiguración del comercio mundial. Avanzar en la implementación de dichos planes en la subregión de CC es clave para:
- atraer inversión extranjera directa en industrias de mayor valor agregado y, por ende, con un mayor impacto positivo en la economía
- apuntalar el desarrollo del tejido productivo nacional
- proveer fuentes adicionales de empleo para la recuperación económica
El Salvador, Honduras y República Dominicana ya están realizando avances en este sentido. Están implementando acciones que apuntan a mejorar el desempeño del sistema logístico en su integralidad. Estas incluyen los componentes de infraestructura, servicios, regulaciones y modernización tecnológica del sector.
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