Flickr/Creative Commons/Thomas Hawk
Hace casi 10 años, fui uno de los primeros periodistas en llegar a Granada tras el impacto del Huracán Iván.
Mi visita duró un día, incluyendo seis horas recorriendo la isla. El paraíso caribeño parecía un campo de batalla. Escribí la nota apurado, en 45 minutos, de regreso en un avión que había llevado comida y agua. Fue portada del Miami Herald al día siguiente (los archivos del diario están cerrados pero pueden ver el texto aquí).
¿Qué hubiera pasado si, unos meses antes de la llegada de Iván, hubiera propuesto una nota a mi editor sobre los preparativos del caribe para enfrentar los desastres naturales? Difícil saberlo pero habría sido un ejercicio largo y costoso, y dudo que hubiera tenido el impacto de mi nota post-huracán.
Mis colegas en la prensa encuentran un desafío similar al reportear sobre programas para prevenir la violencia. Todos reconocen su importancia, pero muchos los abordan con una (a veces) justificada dosis de escepticismo y dudas si las historias justifican el tiempo y esfuerzo. Además, ningún profesional de la prensa, al destacar acciones de prevención, quiere aparecer ingenuo, o menospreciando el terrible costo de la violencia sobre sus víctimas.
Hay excepciones, claro, como el excelente informe de El Tiempo sobre las cárceles de Bogotá, pero son pocas las notas que exploran las alternativas para prevenir los delitos o que estudian las raíces muchas veces ocultas del problema.
Entonces, ¿se puede reportear sobre la prevención del crimen y el delito de manera que sea relevante y real para la gente? ¿Y los medios, al cubrir los resultados de la delincuencia más que sus orígenes, empeoran la sensación de inseguridad?
Fue un tema de discusión en el panel sobre el rol de los medios en la prevención, en nuestra Sexta Clínica de Seguridad Ciudadana, realizada a principios de mayo en la Ciudad de México, que contó con la participación de Eduardo Sánchez Hernández, el vocero de la presidencia de México, Stephen Handelman, el director de Medios, Delito y Justicia del John Jay College, Rafael Fernández de Castro, el director de Foreign Policy en español, y el bloguero, investigador de la Universidad de Sao Paolo y ex corresponsal del diario Estado de Sao Paolo, Bruno Paes.
Hubo coincidencia que los periodistas debían cubrir más la prevención, pero tomando en cuenta tres aspectos clave.
- Cualquier planteo sobre prevención debe tener en cuenta dos principios rectores que guían a un periodista (aparte de informar sobre noticias, claro). Uno es el principio de rendición de cuenta, o sea, “corregir la situación para las personas que no tienen poder”, como lo señaló Paes en un comentario que suscitó aplausos. Segundo, los medios deben fomentar el conocimiento y el entendimiento, y ayudar a derrumbar mitos y estereotipos — como que sentencias más duras son necesarias para disuadir el crimen. Y el estado debe asegurar la seguridad física de los periodistas para que puedan hacer su trabajo, como nos recordó Fernández de Castro.
- Las autoridades tienen la primera palabra. “Los primeros que detonamos esta cadena de información somos el gobierno federal de la República”, dijo Sánchez. Como ejemplo, citó el caso de las fotografías de los capos del crimen capturados, rodeados de armamentos y dinero, flanqueados por policías. Para muchos mexicanos, las imágenes comunicaban el poderío y el éxito de los delincuentes, no de las autoridades. Handelman, de John Jay College y ex periodista, dijo que las autoridades utilizan los medios para sus propios motivos, y los periodistas, bajo la presión del cierre, utilizan la información proporcionada sin un debido cuestionamiento.
- El surgimiento de los medios sociales y digitales son un llamado a la cautela, y una oportunidad. Los medios tradicionales ya no poseen el monopolio para informar a la opinión pública como en el pasado. Paes dijo que se sentía “liberado” al bloguear sobre la violencia, tras muchos años trabajando en un diario donde el estilo era “industrial”. Surgen nuevos proyectos de periodismo para cubrir la criminología desde otra perspectiva. Y el rol del periodismo responsable, ya sea en los medios o en los blogs, es más importante que nunca con el surgimiento de los medios sociales, que si bien proporcionan importantes oportunidades comunicacionales — incluso para la prevención — también conllevan riesgos, como lo demostró el trágico caso de los linchamientos en Brasil.
El problema del crimen y la violencia es real en América Latina y el Caribe. Así lo revelan estudios sobre el nivel de homicidios y las encuestas de victimización. Culpar a los medios por la sensación de inseguridad imperante es incorrecto. Pero también es importante que los periodistas dedicados a la cobertura de la delincuencia entiendan porqué algunos programas de prevención funcionan y otros no, y el papel de elementos como la información y las estadísticas en la prevención, o las limitaciones de las iniciativas basadas únicamente en la represión.
El desafío por parte de las autoridades y las organizaciones civiles que trabajan en la prevención es comunicar sus historias con un lenguaje y una narrativa que sean atractivas para el periodista — y para sus lectores/oyentes/televidentes. Es una conversación que queremos facilitar desde el BID, en la cual deben participar los periodistas y las autoridades, incluyendo los policías, para que, en las palabras de Handelman, “en vez de estar cubriendo los problemas, estamos cubriendo las soluciones también”.
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