Conversamos con Nicolás Castellano, reportero de la Cadena Ser para los temas de migración. Nicolás ha sido enviado especial a numerosos conflictos y catástrofes internacionales (El Sáhara, Filipinas, República Democrática del Congo, Haití, frontera siria…), es autor del libro “Me llamo Adou” y coautor del audio-libro sobre inmigrantes “Mi nombre es nadie”.
¿Cómo cree que se cuenta y cómo se debe contar la migración desde un medio de comunicación?
Creo que la realidad de las personas en movimiento no se puede contar en los medios de comunicación solo cuando hay una tragedia, cuando hay un pico dramático. Creo que el olvido o la amnesia cíclica de los medios hacia las realidades de las personas en movimiento hace que contemos las cosas de manera episódica: cuando hay un gran naufragio mediático como el de Aylan Kurdi, cuando muere una niña el otro día en Canarias después de ser reanimada en el muelle por un voluntario de Cruz Roja, cuando muere un papá con su niña en el Río Grande en la frontera de México con Estados Unidos… y la realidad es que la migración está compuesta por casi 250 millones de personas y poco tienen que ver con las rutas irregulares marítimas, sino que es una realidad mucho más amplia que la foto particular o el momento dramático. Porque al final lo que pasa es que, como decía el poeta Luis García Montero, “si solo contamos el drama, estamos contribuyendo a la piedad líquida”: que nos de pena en un momento determinado una persona que tiene derecho a moverse – lo dice la Declaración Universal de los Derechos Humanos o la Convención de Ginebra para los refugiados – y simplemente lo convertimos en un episodio de pena temporal que se diluye. Creo que los medios de comunicación, aunque hay muy buenos ejemplos y compañeros excelentes, en general caen en la rutina del drama y no en explicar todo lo que supone la realidad de las personas en movimiento, que va mucho más allá de la ruta que sigan.
¿Cuál cree que es la atención que se presta desde Europa a lo que está ocurriendo en América Latina y, en particular, en Centroamérica?
No creo que estén prestando ninguna atención a lo que está pasando en América Latina y en Centroamérica. El año de las caravanas (2017-2018), el año de las caravanas grupales grandes desde Centroamérica hacia Estados Unidos llegaron más centroamericanos a España a pedir asilo de los que finalmente consiguieron llegar a la frontera de México con Estados Unidos y, ni aún así, los medios de comunicación europeos le hicimos suficiente caso a la realidad y a las razones que llevan a hondureños, salvadoreños, guatemaltecos y nicaragüenses a moverse. Hay razones sociales muy profundas, más allá de las sequías cíclicas de la zona y a las dificultades de la economía de subsistencia, hay razones políticas muy potentes para que la gente se mueva. Y en la agenda de la Unión Europea o en la agenda de España creo que no está para nada el eje centroamericano. Claro que ahora nos interesa mucho el cambio de ciclo con la nueva administración estadounidense y a ver cómo va a comportarse Biden con los derechos de las personas migrantes, y creo que es importante que Biden cumpla algunas de sus promesas, como dar la ciudadanía a casi 30 millones de personas o proteger de verdad a los menores que llegan solos a la frontera, no las barbaridades que se hacían en la anterior administración. Pero me parece que si Europa tuviera más en cuenta el contexto de América Latina en general, pero de Centroamérica en particular, creo que a Centroamérica le iría mejor: Europa no puede estar ausente. ¿Qué pasa? Que vivimos en un encierro ideológico motivado por las ideas radicales, en los que los populismos localistas, sea concepto Europa, sea concepto de cada país o concepto de cada región en el caso de España, Francia o Italia, hacen que nos olvidemos. Sobre todo la pandemia nos ha vuelto a meter en lo que es la Edad Media, intramuros, en las murallas que tenemos en torno a nuestros intereses locales de supervivencia económica, política, etc. Eso ha encarnizado mucho el debate político y hace que toda la agenda internacional, que hace unos años sí que se había convertido en un elemento muy interesante, tanto con la administración Obama como con la Unión Europea de hace unos años, pues creo que está en un segundo plano porque la pandemia nos ha vuelto egoístas y nos ha vuelto muy nacionalistas radicales. Y si nos olvidamos de lo que pasa más allá, al final pagaremos las consecuencias porque, evidentemente, si se enquista la crisis de Centroamérica como se está enquistando, la gente va a salir y las necesidades van a aumentar y la inestabilidad de Centroamérica va a seguir aumentando.
¿Cómo cree que está afectando la pandemia por Covid-19 a los flujos migratorios y qué cree que pasará cuando se restablezca la movilidad de las personas?
Bueno, la pandemia ha afectado sin duda a la movilidad humana. Es el período de menos migraciones de la historia reciente, desde la II Guerra Mundial. Solo en la I y en la II Guerra Mundial se paró tanto la movilidad humana en el mundo. Eso ha afectado, por supuesto, por las restricciones de vuelos, de transporte de todo tipo, por el cierre de fronteras, los cierres perimetrales, etc. No obstante, aquellos flujos migratorios desesperados – los de supervivencia o los que necesitan poner su vida a salvo- no se han frenado tanto. De hecho, si vemos lo que ha pasado en la ruta turca-griega o en el Mediterráneo Central o, sobre todo, en la ruta canaria, el aumento de llegadas (en torno a 23.000 personas) es considerable. No es un año récord ni mucho menos de llegadas, pero sí es considerable. Y eso tiene que ver con el deterioro económico que la pandemia está generando en muchos de los países de origen o tránsito de las personas que, por su contexto de supervivencia, tienen que salir. Y esto lo hemos visto en Marruecos -la mayor parte de la gente que llega a España por esta vía es marroquí-, seguido de los argelinos, luego senegaleses, luego gente de Guinea Conakry o de Costa de Marfil. Y si ampliamos la foto más allá de España al conjunto de la Unión Europea, tenemos eso: en el caso de todos los subsaharianos que están en Libia desesperados porque las condiciones se han deteriorado mucho, cada vez que tienen una vía, salen. Por tanto, por un lado se ha paralizado la migración tradicional económica porque las vías de transporte están paralizadas, pero las vías desesperadas siguen activas porque la desesperación puede más que cualquier pandemia.
Afirma que la denominada “crisis de los refugiados” es realmente la crisis de la gestión política. ¿A qué se refiere?
Pues a que seguimos fracasando en las leyes que regulan la movilidad humana. Tanto las leyes de extranjería, que regulan la entrada de una persona, como las leyes de asilo han quedado desfasadas. Son leyes en la mayoría de los casos redactadas hace 35-40 años que preveían o calculaban un movimiento de personas muy pequeño y en base a unas cuestiones muy concretas. Querían pensar los legisladores de la época que la gente no se iba a mover tanto, pero la realidad se ha impuesto. Si ha llegado la globalización de cualquier producto que podemos comprar a golpe de click con nuestros teléfonos móviles, ¿quién no iba a esperar que llegara la globalización del derecho a la prosperidad? Cualquier persona de cualquier esquina del planeta tiene derecho a prosperar, tiene derecho a aprender en otro sitio, tiene derecho a enamorarse, a tener hijos o convertirse en vecino de cualquier barrio donde quiera. ¿Qué pasa? Que las leyes de extranjería o las leyes de asilo restringen ese derecho de admisión solo a perfiles formados, ricos… Entonces, en definitiva, cuando yo digo que la crisis de refugiados o la crisis migratoria es una crisis política es porque las leyes siguen condicionando la muerte de esta gente. Seguimos obligando a la gente para venir – como no les damos visados (porque es mentira que estemos dando visados y es mentira que haya vías de entrada legales y seguras -), madres desesperadas con sus hijos o chicos jóvenes desesperados porque sus familias pasan hambre, se suben a las pateras como la única vía, la única ruta que les queda abierta para venir, porque nadie es estúpido: hoy estamos todos interconectados, saben por Facebook o por las redes sociales, por Instagram, por internet, qué pasa en cada ruta, el peligro al que se someten, y saben que no tienen otra vía para venir. Y saben por ejemplo que es mucho más barato comprarse un billete de avión desde Dakar o desde Casablanca a Madrid que pagar una patera y poner su vida en riesgo, pero es que no les dejamos venir en avión, no les dejamos probar de ninguna manera. Por eso digo que es una crisis política: porque ninguna administración, de ningún color, salvo episodios puntuales como podemos ver en Colombia en el caso de los venezolanos -un episodio puntual esperanzador-, pero la línea predominante de los dirigentes políticos es la línea conservadora de restricción del derecho a la movilidad, de restricción del derecho de entrada, y eso provoca que las vías irregulares sigan muy vivas.
Afirma también que “las fronteras te sorprenden”. ¿En qué sentido?
Por mi trabajo -llevo más de 20 años haciendo reportajes sobre refugiados, migrantes y las causas que les llevan a salir- casi siempre estoy en lugares de frontera complejos. Cuando las fronteras son un muro, cuando hemos convertido la movilidad en un muro, en un muro en el Atlántico, en el Mediterráneo, los muros de Ceuta y Melilla, el muro de Estados Unidos con México… Es normal que los que tienen la necesidad de emigrar desarrollen la imaginación hasta límites insospechados para superar esos muros, o los muros burocráticos a los que me refería de las leyes que impiden venir. Entonces por ejemplo las fronteras, por hablar de episodios sorprendentes: nadie podía imaginar en el año 2015 que un niño apareciera en el interior de una maleta en el escáner de la frontera de Ceuta, que fue Adou, llamado “el niño de la maleta” o nadie se espera que por toda esta política de cierres aparezca el cadáver de un joven que se sube en el tren de aterrizaje de un vuelo que va a Bruselas o que aparezcan muchos de los chicos subsaharianos insertados en los asientos de los coches o dentro de los motores de los coches y que pasen la frontera de Ceuta y Melilla. Y esto se ve exactamente también en algunos vehículos que han intentado hacerlo en la frontera de Estados Unidos con México, en embarcaciones surrealistas incluso de juguete en el Mediterráneo, o en el Mediterráneo oriental.
Entonces por eso digo que las fronteras te sorprenden, porque desgraciadamente los estados han convertido muchas de estas fronteras – sobre todo me refiero a las fronteras Sur-Norte que parten el bloque económico- en no lugares donde no se respetan los derechos, en general, hay muchas vulneraciones de derechos, y esto lo dice el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, lo dice la Corte Interamericana, lo dice todo el mundo. Se han convertido lugares transparentes en lugares turbios y lugares muy difíciles de pasar pues la gente tiene que desarrollar imaginación para poner en garantía sus vidas de alguna manera.
Menciona la medida tomada por Colombia como episodio esperanzador… ¿Puede comentar un poco más sobre este tema?
Me parece que es la línea a seguir. No nos podemos seguir empeñando en que el gran éxodo venezolano, por todas las razones que cada uno le quiera encontrar, queden aparcados en países vecinos, restringiéndoles el derecho al trabajo, restringiéndoles el derecho a la salud o el derecho a la movilidad una vez que entran en todos los países del entorno: Ecuador, Perú… Entonces, que Colombia haya decidido otorgar derechos de ciudadanía plenos a todo este colectivo me parece que es lo natural, porque la Declaración Universal de los Derechos Humanos en el artículo 13 y en el artículo 14 protege el derecho de las personas a establecerse en un lugar diferente al suyo, y hay personas que huyen por motivos fundados, como los venezolanos ahora, o aquellos venezolanos que deciden huir y que tienen derecho a establecerse en otro país. Me parece que son como dos caras de un espejo: un gobierno que ha tomado la decisión de afrontar que este colectivo necesita derechos como cualquier otra persona, porque los inmigrantes o los refugiados no son diferentes a los nacionales, son exactamente los mismos, tienen el mismo derecho a la salud, a la alimentación, al trabajo, a la educación, etc, con lo cual porque uno pase una frontera no pierde derechos, no debería ser así, y Colombia lo ha entendido, Canadá lo entiende muy bien. Sin embargo, en otros muchos casos, de manera preventiva sospechamos que son ciudadanos con menos derechos y les dificultamos el derecho al asilo, les dificultamos el derecho a conseguir un permiso de residencia o un visado de trabajo, etc. Por eso digo que el caso de Colombia es esperanzador y ojalá– le ha felicitado ACNUR, le han felicitado un montón de estados que promueven los Derechos Humanos en la misma línea que Colombia- se convierta en un ejemplo a seguir. A mí me parece que hecho de que haya notas como esta puede ser una esperanza para un cambio de rumbo, porque llevamos ya mucho tiempo donde las líneas conservadoras de control migratorio, las líneas que creen que el control migratorio es un tema securitario o policial, han impuesto sus tesis en los últimos años, y la migración no es policial ni securitaria ni se regula con muros: la migración es un derecho tan antiguo como el primer ser humano.
Acaba de llegar de Siria en un viaje con UNICEF. ¿Qué ha visto allí?
Sí, he ido a Jordania por tercera vez desde el inicio de la guerra de Siria porque ahora se han cumplido diez años del inicio de las manifestaciones de Deera que dieron lugar a la guerra civil tan cruenta que se está viviendo en el territorio. Nuestra intención en compañía de UNICEF era sobre todo ver la perspectiva de la infancia y cómo marca la guerra a más de una generación: niños con problemas para escolarizarse, para acceder a derechos básicos, que llevan aparcados diez años en campos de refugiados como el de Zaatari, que es el más grande de Oriente Próximo y el más mediático, y muchas familias cómo se han instalado en barrios de la capital y de otras partes, porque el 90% de los refugiados ya se ha instalado en pueblos y en ciudades. Y también medir si había esperanzas de retorno o no, cómo ven esta guerra que sigue eternizándose. Siria era un país muy importante en cuanto a educación y economía de la región, y ha generado una onda expansiva que tiene al Líbano al límite, que Jordania está viviendo también una situación muy compleja. Yo creo que es un gran fracaso de la comunidad internacional que se hayan permitido 400.000 muertos o que haya 5,5 millones de refugiados en los países del entorno.
Está colaborando en la elaboración de una guía para periodistas. ¿En qué consiste?
Sí, estoy colaborando como periodista especializado consultor para la OIT para la elaboración y adaptación de una guía sobre el correcto uso del lenguaje para hablar de contratación equitativa, trabajos forzosos y derechos de los trabajadores migrantes en general. En esta guía hemos colaborado compañeros de todos los continentes. Hicimos el lanzamiento en octubre en español y se ha traducido en árabe, en inglés, en francés y pensamos que es una herramienta que puede ser útil para todos aquellos profesionales de la comunicación que quieran dedicarse o tengan que tratar estos temas. Desde el correcto uso de términos, porque las palabras etiquetan y pueden ser criminalizadoras (hay un glosario muy potente al respecto para no hacerlo) y para explicar técnica y jurídicamente lo que es la trata, la contratación equitativa, los trabajos forzosos, etc. Desgraciadamente, seguimos asistiendo a un montón de abusos de los derechos laborales en muchas partes del planeta y, desgraciadamente, muchos son de los trabajadores migrantes como los más débiles del eslabón. Hemos realizado talleres en muchos países del planeta, la agenda de talleres en América Latina se ha tenido que ralentizar por la pandemia y, en definitiva, se trata de poner herramientas para algo que va a seguir siendo un eje fundamental como las migraciones en el mundo, queramos o no, pongamos los muros que queramos, la gente se va a seguir moviendo y creemos, desde la OIT y los periodistas que estamos colaborando que tenemos que tener elementos para que la gente informe mejor, porque es la única forma de crear conciencia sobre el derecho a la movilidad, de crear conciencia de que son ciudadanos como cualquier local y de crear conciencia para que los brotes de racismo y el populismo no tengan más cabida en nuestras sociedades.
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