Hace por lo menos 30 años los países de América Latina y el Caribe se embarcaron en un gran experimento para reintegrase a la economía mundial. Después de años de estancamiento, el comercio internacional se tornó en nuestra mejor apuesta para volver a crecer, generar empleos y reducir las desigualdades.
Pero en el calor del debate político, muchas de las expectativas fueron más allá de lo que sugerían las evidencias y la buena teoría económica; otras chocaron con cambios significativos en la economía mundial.
El precio de expectativas no realistas
Este desajuste entre expectativas y posibilidades realistas creó el escenario para gran parte del escepticismo y el cansancio que ha generado la política comercial de la región. Al haber colocado la barra demasiado alta de manera idealista, los gobiernos y analistas convirtieron a las políticas comerciales en un blanco fácil para los ataques de aquellos con intereses perjudicados por la liberalización y de aquellos opuestos ideológicamente al libre comercio.
Como mostramos en el libro De promesas a resultados en el comercio internacional, irónicamente las víctimas más inmediatas fueron aquellos beneficios más tangibles causados por el comercio, el crecimiento y el bienestar, cuya relevancia se perdió entre el bullicio de visiones exageradas sobre los alcances de la apertura comercial. Esas expectativas irreales también llevaron a los gobiernos a ignorar el contexto en el que estaba teniendo lugar la liberalización. Necesitaban crear instituciones y alianzas políticas para asegurar la supervivencia a largo plazo de las reformas y coordinar la política comercial con otras políticas públicas complementarias en el mercado laboral y de productos (educación, ciencia y tecnología, infraestructura, entre otras).
Aprender esta lección parece particularmente relevante hoy día, cuando muchos países de la región aún se están recuperando de costosos retrocesos populistas y sus políticas comerciales enfrentan tanto nuevos como viejos desafíos.
En el libro dejamos claro que la recompensa para los que logran superar estos desafíos no es menor. Los países que pudieron tanto abrir como sostener la apertura de sus economías aceleraron su crecimiento en 0,6% al año, lo que ha permitido elevar su PIB per cápita en 20% en un periodo de 20 años; un logro que parece no encontrar paralelo en otras políticas públicas que pueden afectar al crecimiento económico.
Nuevos Desafíos….
Entre los nuevos retos sobresalen las amenazas que representan los actuales conflictos comerciales entre las grandes potencias para el sistema de comercio multilateral basado en reglas. El comercio no puede ser un instrumento para la prosperidad de la región si el mercado mundial se fragmenta en bloques que estén regidos por el poder y no por las leyes.
Las soluciones más promisoras para mejorar la gobernanza y la efectividad del sistema –sin renunciar a los principios fundamentales de reciprocidad y no discriminación— serían una flexibilización de la toma de decisiones consensuada y/o del requerimiento de que se negocien todos los temas simultáneamente (principio del compromiso único).
…y viejos desafíos
Entre los antiguos desafíos que persisten para la política comercial está la integración regional, que ha adquirido aún más relevancia estratégica en el contexto actual de conflictos comerciales. Su peso y racionalidad dependen de la convergencia entre los 33 tratados intrarregionales existentes y de poder cerrar los eslabones pendientes entre las economías más grandes de la región: Argentina, Brasil y México. Los beneficios potenciales al resolver la convergencia de los tratados actuales no son nada desdeñables —un aumento estimado del 11,6% del comercio intrarregional (o US$20.000 millones, sobre la base de cifras de 2018)—, algo a lo que la región no se puede dar el lujo de renunciar.
A nivel nacional, el proteccionismo sigue vivo y goza de buena salud en algunas de las economías más grandes de la región, todas las cuales han sufrido fuertes retrocesos en sus políticas comerciales.
Este desafío se puede abordar mediante una combinación de tratados preferenciales (tanto regionales como globales) y de iniciativas unilaterales (preferiblemente con la intención de converger con los niveles de la OCDE), como lo hicieron los países más exitosos de la región. Sin embargo, como dicho antes, es necesario apoyar estos esfuerzos con políticas complementarias, cambios institucionales y alianzas políticas que incluyan medidas para compensar a los perdedores.
Soluciones conocidas pero que se nos escapan de las manos
Si la reducción de las barreras arancelarias tradicionales sigue siendo un reto para algunos, reducir los costos no tradicionales (logística, información y aduanas) se mantiene como prioridad para todos los países de la región. Las soluciones son bien conocidas y comprenden, desde mejorar el conjunto y la eficiencia de las redes de transporte, hasta implementar programas mejor financiados y focalizados para promover las exportaciones y las inversiones. La recompensa es grande y suele empequeñecer los beneficios asociados con la eliminación de las barreras tradicionales.
La peor estrategia excepto todas las demás
Si 30 años de liberalización nos han enseñado algo, quizá la mejor manera de expresarlo sea tomando prestada la reflexión de Winston Churchill sobre la democracia. Se podría decir que el comercio y la integración constituyen la peor estrategia de desarrollo, exceptuando todas las otras formas que se han probado de vez en cuando en la región. Esto no significa, sin embargo, que esta estrategia no pueda ser mejorada. Los invitamos a considerar el conjunto de propuestas que ofrece el libro justamente con ese objetivo.
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