*Por Gastón Siroit e Irene Irazábal B.
Imaginemos que estamos en una embarcación en el medio de un río enorme. Necesitamos avanzar. De hecho, es un asunto de vida o muerte. Recientemente tuvimos un infortunio – pasamos por unos rápidos, que causaron estragos y nos atrasaron enormemente. Tuvimos que detenerlo todo para atender esa emergencia. Seguimos lidiando con los daños al bote, pero afortunadamente, ya estamos progresando de nuevo. Sabemos que después de ese episodio, tendremos que remar con mucha más fuerza si queremos retomar el ritmo. Para movernos, usamos varios instrumentos. Los que más impulsan al barco son los remos. Pero hay un detalle: resulta que solo le entregamos remos a la mitad de los tripulantes -y no necesariamente a los que mejor reman. Absurdo, ¿verdad?
Ahora imaginemos que nuestro barco es un país y nuestros remos, las industrias que más contribuyen a impulsarlo en términos económicos. El sector minero energético representa para Colombia aproximadamente el 2.1% del Producto Interno Bruto y aporta alrededor de $2.5 Billones[1] de pesos en regalías; es así como en tiempos de reactivación económica, la minería se afianza como una actividad prioritaria que aporta al desarrollo económico nacional y cuyos resultados económicos vienen en crecimiento año tras año. Según el Ministerio del Trabajo, el sector cuenta con más de 150.000 empleos[2] directos y ese número va a seguir creciendo, por demanda de la agenda climática global. Colombia produce minerales esenciales para las tecnologías de energía limpia, como níquel, hierro y cobre. Los compromisos de descarbonización de los países van a generar un aumento en la demanda de estos materiales, multiplicando la inversión extranjera en el país y el potencial de desarrollo que se deriva de una economía más dinámica[3]. Lo cierto es que, además de todos estos beneficios, es una industria que históricamente ha implicado grandes desafíos socioambientales. Uno de ellos es que le ha dado las oportunidades de “remar” casi únicamente a los hombres.
Una prioridad de desarrollo
Dejando las metáforas a un lado, la mayoría de los beneficios del sector en el mercado laboral los absorben los hombres, mientras que las mujeres están en una situación de mayor vulnerabilidad ante los impactos negativos de esta industria. No es novedad para quienes conocen el sector: siempre hemos sabido que hay muy pocas mujeres en la industria, menos aún en posiciones de liderazgo y que sin una gestión responsable, se convierte en un ambiente propenso a diversas formas de violencia, tanto en el entorno laboral, como en las áreas de influencia de las operaciones. Todo esto es consistente con el contexto en otros países de América Latina y el Caribe. Pero la dimensión del problema a nivel nacional apenas comienza a aclararse. Afortunadamente, el sector minero-energético colombiano reconoce que la equidad de género es una prioridad de política pública con implicaciones tanto en términos de derechos como de productividad[4]. Como tal, ha tomado cartas en el asunto.
Desde 2018, el Ministerio de Energía y Minas (MME) lidera un cambio de paradigma, de la mano de los gremios, el sector privado, con el apoyo del BID y las firmas Insuco y Corewoman. Un primer paso fue la incorporación de un enfoque diferencial y de género en la Política de Derechos Humanos del Sector Minero Energético. Seguidamente se pasó a definir los Lineamientos de política pública con enfoque de género para el sector.
Un hito fundamental para llevar la teoría a la práctica y comenzar la implementación de estos lineamientos, fue cuantificar la situación. El Estudio sectorial de equidad de género para el sector minero-energético fue un punto de partida que aportó cifras y un diagnóstico preciso sobre la situación de las mujeres y las brechas de género en el sector. Esta investigación se convirtió en la línea de base en materia de género a nivel sectorial e identificó indicadores para medir el progreso en el cumplimiento de los lineamientos de género previamente definidos por el MME. Saber dónde estamos, entender el panorama, permitió también identificar los principales desafíos y establecer metas y un plan de acción para alcanzarlas. Así, los hallazgos se convirtieron en compromisos concretos para transformar el sector basados en evidencia sobre las necesidades reales y actualizadas.
Algunos hallazgos interesantes
- Más palabras que acciones. Para el momento del estudio, la mayoría de las empresas y gremios ya habían emitido algún tipo de compromiso respaldando la igualdad de género. El 65% de las organizaciones encuestadas manifestaron contar con un enfoque de género. Sin embargo, faltaban políticas corporativas y planes de acción con presupuesto para operacionalizar ese compromiso, solo un 24% reportó tenerlos. Así como monitoreamos las metas de productividad de un negocio, los esfuerzos por la igualdad de género requieren indicadores accionables y medibles para ser efectivos.
- No es evidente para quienes no lo viven. Por lo general, los hombres subestimaban la dimensión de desigualdad que muestran los datos. Es decir, las personas con más autoridad y capacidad para conducir los cambios necesarios y balancear el campo de juego en el sector no tenían la percepción de que la situación fuese tan desigual. Por eso, fue necesario socializar los resultados entre tomadores de decisión y otras partes interesadas.
- Si quieres ir lejos, ve acompañado. Abordar un problema tan complejo, con aristas culturales, económicas, sociales y de gobernanza, requiere un enfoque multiactor. El grupo #EnergíaQueTransforma se constituyó para facilitar la coordinación e implementación de las prioridades de género en el sector. Con 30 actores representados, hasta la fecha es el espacio para intercambiar experiencias, contextualizar los retos de cada organización y adoptar compromisos comunes. Allí se formaron grupos de trabajo temático para abordar desafíos sobre reclutamiento, contratación y acciones para la no discriminación; desarrollo profesional con equidad; relacionamiento con el entorno y proveeduría local; y balance de vida y trabajo.
Lo que sigue
Resolver las brechas de género, especialmente en un sector tan masculinizado implica un cambio estructural a largo plazo y una articulación fina con otros sectores del Estado. La consolidación de una línea de base y la primera fase de implementación de los lineamientos de género son pasos fundamentales para construir un sector minero-energético más responsable e inclusivo. Esto a su vez, puede convertirlo en un sector más competitivo y resiliente[5].
En una segunda fase de implementación, el MME se está enfocando en ampliar esta metodología a un nivel territorial, sumando actores municipales y abordando los impactos diferenciados que tiene el sector cuando nos centramos en las pymes en lugar de en la gran industria. Las mujeres que subsisten de la pequeña minería, la artesanal e informal enfrentan otro tipo de desafíos – y, por cierto, probablemente sean más que las que participan de la gran industria[6].
El BID continuará brindando asistencia técnica a los países ricos en recursos naturales para abordar las brechas de género a nivel sectorial, incluyendo los impactos diferenciados que tuvo la pandemia en las mujeres. También seguiremos difundiendo conocimiento y espacios de aprendizaje mutuo para apalancar las lecciones aprendidas en otros contextos. Ya hemos contribuido con iniciativas similares a la colombiana en Chile, Argentina y Perú. Cada una de estas experiencias puede compartir las barreras y oportunidades encontradas, para que otros actores sectoriales que comienzan este trayecto puedan aprovecharlas y finalmente, construyamos una región donde las mujeres tengan las mismas oportunidades para “remar” por el desarrollo sostenible de sus países.
* Irene Irazábal: Irene es consultora independiente en temas de paz y desarrollo sostenible. Su trabajo se centra en la gobernanza y la creación de consenso para cadenas de suministro responsables. Irene ha diseñado y gestionado programas de múltiples actores en Asia, América Latina y el Caribe, lo que ha permitido asociaciones y políticas públicas conjuntas. Sus contribuciones al sector de Infraestructura y Energía del BID se han centrado en las dimensiones de sostenibilidad social de los proyectos de minería, hidrocarburos y energía geotérmica. Abogada con una maestría en estudios internacionales de Paz, Irene cree que las estrategias de desempeño social claras y medibles que promueven los derechos humanos y priorizan la diversidad y la inclusión son buenas para los negocios.
[1] Minería bien hecha, una ‘joya’ para la economía colombiana, Periódico Portafolio, Sección Economía, Editor Édmer Tovar Martínez, febrero 25 de 2019
[2] https://www.mintrabajo.gov.co/prensa/comunicados/2019/septiembre/sector-minero-genera-mas-de-150.000-empleos-directos-en-el-pais-viceministro-carlos-baena
[3] Al respecto, ver: BID (2022) Apalancando el crecimiento de la demanda en minerales y metales por la transición a una economía baja en carbono
[4] Oueda, S. ¿Por qué la diversidad y la inclusión son buenas para los negocios? BID (2020)
[5] Principios para el empoderamiento de las mujeres: Informe sobre tendencias mundiales 2018. El Pacto Mundial de Naciones Unidas, ONU Mujeres, BID Invest, BID Lab.
[6] Guiza, L. La pequeña minería en Colombia: Una actividad no tan pequeña. Dyna, Medellín (2013)
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