El cambio climático es uno de los desafíos más apremiantes y complejos que enfrenta nuestro planeta. El mayor avance para actuar de manera coordinada y consensuada entre los países fue el Acuerdo de París de 2015, que estableció que “todas las partes deberían esforzarse por formular y comunicar estrategias a largo plazo para un desarrollo con bajas emisiones de gases de efecto invernadero”, acordándose una meta de temperatura que implicó la descarbonización hacia 2050. Ello supuso el origen del concepto de las Estrategias Climáticas de Largo Plazo (LTS, por sus siglas en inglés), plan maestro que debe actuar como referencia para compatibilizar con las metas climáticas de un país el resto de los planes y estrategias sectoriales específicos, como por ejemplo en materia de energía.
Un buen diseño del sistema energético futuro debe considerar la forma en que las LTS conciben y manejan los impactos locales del cambio climático, anticipando cómo este va a afectar la generación y la demanda de energía y la viabilidad técnica y económica de la infraestructura energética. Con base en ello, se podrá desarrollar una estrategia de ajuste y transición de los sistemas. La competitividad de las economías dependerá en gran medida de que exista una transición ágil y ordenada hacia sistemas energéticos de bajas emisiones, de forma que la transformación del sector funcione como impulsora del desarrollo social y económico.
La importancia de alinear la planificación energética y las estrategias de largo plazo para descarbonizar el sector es un trabajo en el que el BID ha venido trabajando en los últimos años. En este sentido, recientemente publicamos una “Guía Metodológica para alinear la Planificación Energética y Eléctrica con las Estrategias Climáticas de Largo Plazo en América Latina y Caribe”. Esta guía busca sistematizar los puntos a considerar para promover una efectiva alineación entre los planes de expansión del sector energético (PESE) de los países y sus LTS.
En la publicación se presentan los modelos empleados en la elaboración de las LTS, que permiten lidiar simultáneamente con los retos de la incertidumbre y las prioridades de desarrollo. Estos son de tres tipos:
- Backcasting: que permiten seleccionar los objetivos que se quieren alcanzar en el largo plazo y determinar los pasos para llegar allí,
- Forecasting: para pronosticar la evolución de los componentes de los sectores (proyecciones de emisiones, de costes de las tecnologías, de la demanda energética, entre otros), y
- De evaluación integrada que permiten evaluar cómo medidas de reducción de emisiones afectan la evolución macroeconómica del país y viceversa.
La guía incluye también los pasos que deben considerarse para desarrollar estrategias de flujos financieros consistentes con una ruta de desarrollo baja en carbono y resiliencia climática que, en general, implicarán desarrollar una estrecha colaboración público-privada dada la magnitud de fondos demandada. Adicionalmente, se incluyen los sistemas de monitoreo, reporte y verificación (MRV) utilizados para controlar los avances en el cumplimiento de los objetivos de las LTS. Los sistemas MRV ascendentes son útiles para hacer un seguimiento exhaustivo de una medida compleja, mientras que los sistemas MRV descendentes, con menor nivel de detalle, son ideales para hacer un seguimiento global de los avances de las LTS.
Como conclusión, buscamos que esta guía metodológica sirva como manual para la alineación de los PESE de los países América Latina y el Caribe con sus LTS. Ello a través de la facilitación de un enfoque coordinado y cohesivo en la implementación de soluciones energéticas más limpias y resilientes; proporcionando a los responsables de la planificación energética las directrices, herramientas y recursos necesarios para evaluar si sus políticas y proyectos se alinean con los objetivos y compromisos establecidos en las LTS.
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