Mismo en tiempos de petróleo muy barato, los biocombustibles presentan ventajas importantes y siguen expandiendo su participación en la matriz energética global. Según la Agencia Internacional de Energía, actualmente etanol y biodiesel responden por 3% del consumo energético para el sector de transporte, y podrán alcanzar unos 6% hasta 2040 en el escenario “New Policies”. De hecho, un número creciente de países está adoptando con buenos resultados mandatos de mezclas de biocombustibles con gasolina y diésel, y de forma innovadora, el bioquerosene ya es utilizado en varios vuelos comerciales.
Eso es especialmente visible en América Latina y el Caribe. Además de la exitosa experiencia de Brasil con etanol de caña de azúcar desde 1931 y biodiesel desde 2005, y de los programas consolidados existentes en Colombia, Paraguay y Argentina, en los últimos años diversos países implementaran el uso regular de biocombustibles, como Uruguay, Perú, Ecuador, Jamaica y Guatemala, mientras otros están con planes avanzados en esa dirección. En todos esos países se busca no solamente promover el uso de energía renovable, pero igualmente importa mejorar la seguridad energética, la generación de empleo y la activación económica en el medio rural.
En escala global, el renovado interés en los biocombustibles se justifica también por presentar bajas emisiones de carbono y mitigar el cambio climático. Pocas alternativas energéticas son tan eficaces en este sentido, siendo el etanol de caña de azúcar el campeón: reduce en más de 80% las emisiones de carbono, cuando comparado a la gasolina. Reconociendo eso, el IPCC, después de evaluar el abanico de tecnologías energéticas disponibles, recomienda acelerar el uso de los biocombustibles, señalando que para limitar la elevación de la temperatura media del planeta en 2°C, 11% del consumo energético para mover personas y bienes que provengan de biocombustibles, es decir, duplicar la participación de los biocombustibles actuales. El escenario 450ppm de la Agencia Internacional de Energía, que también corresponde a las soluciones de energía que limitan el aumento de la temperatura media mundial a 2 °C, exige un 16% de la participación de los biocombustibles en el consumo global de energía para el transporte en 2040.
Una cuestión recurrente cuando se plantea la expansión de la bioenergía es su impacto sobre la producción y el precio de los alimentos. Sin embargo, estudios detallados han demostrado exhaustivamente que existen rotas productivas y eficientes, sostenibles, de reducido impacto en la oferta de alimentos. Como se sabe, la producción de alimentos depende de diversos factores, entre los cuales está el precio pagado al productor, las condiciones de mercadeo y las tecnologías agrícolas. En las últimas cinco décadas la oferta de alimentos per cápita ha crecido significativamente en todos los continentes; si hay todavía hambre en el planeta, seguramente no es por falta de comida. Estadísticas recientes de la evolución de la producción de biodiesel y de los precios de aceites vegetales utilizados para la fabricación de biocombustibles confirman la baja correlación entre la expansión del uso de biocombustibles y los precios de sus materias primas (ver figuras 1 y 2). Análisis similares podrían ser hechas con el aumento de la producción de etanol y la caída del precio del azúcar o mismo la tasa de deforestación, que bajó en Brasil simultáneamente al crecimiento de la producción de etanol (ver figura 3). En pocas palabras, biocombustibles sostenibles, correctamente producidos y utilizados, hoy son tan necesarios como factibles.
Fig. 1
El Índice de Precios Globales del Aceite Vegetal de la FAO
Fig. 2
Fig. 3 La deforestación en Brasil (INPE, 2015 y UNICA, 2016)
Gerardo Maldonado Meza says
Viene una nueva era ecológica y la divulgación es primordial x el planeta
Alice Driver says
Gracias, Gerardo, ¡esperamos que sea así!