América Latina ha hecho avances considerables en materia de integración eléctrica. Estimaciones recientes señalan que en los últimos 20 años la capacidad instalada de interconexión se multiplicado por diez, pasando de 500 MW en 1995 a 5000 MW de capacidad instalada en 2014. Cabe destacar que tales realizaciones han estado inscriptas en diversas estrategias de integración regional y global de los países de la región. No obstante, este avance no ha sido lineal y el aprovechamiento de las ventajas y beneficios de la integración eléctrica es todavía inferior al potencial que ofrece América Latina, en razón de las características y distribución geográfica de sus recursos energéticos. A nivel de interconexiones existentes, tampoco se han aprovechado todas las posibilidades, pudiéndose mejorar la su capacidad y calidad de transmisión.
- Cualquier esfuerzo hacia la integración física regional debe partir del reconocimiento de las diferencias que existen entre las estrategias y las políticas nacionales. Los acuerdos deben desarrollarse partiendo de la premisa de que los países intervinientes privilegian distintos objetivos y metas, sujetas a revisión periódica. Los esquemas de intercambio deben entonces ser flexibles e incorporar mecanismos para su ajuste. Existen varias implicaciones: muchas veces se privilegia el relacionamiento bilateral, a costa de la multilateralidad. Esto incrementa las posibilidades de que se mantengan o incluso incrementen el volumen y monto de transacciones eléctricas. Tiene también puede tener como consecuencia que no se construya la institucionalidad propia a los esquemas multilaterales, que se requieran mecanismos de resolución de controversias alternativos, o que aumente la incertidumbre relacionada con los proyectos debido a posibles cambios de política de alguno de los países, lo cual podría agregar una prima por riesgo a los proyectos de integración, o a las transacciones que tienen un plazo extendido.
- Las reglas de distribución de beneficios de la interconexión deben ser transparentes y asignarse de manera balanceada entre los miembros del acuerdo. Hay ejemplos en la región donde la asignación de rentas de congestión ha sido motivo de insatisfacción para alguno de los socios y, a la postre, ha alentado soluciones de autonomía, no obstante su inferioridad desde el punto de vista económico. Eficiencia y distribución deben conciliarse de manera adecuada.
- Mientras se profundiza y avanza en entendimientos de carácter regional, el bilateralismo parece ser la herramienta más inmediata para gestionar las interconexiones actuales y aún sus futuras ampliaciones. La principal razón de este enfoque se relaciona con lo apuntado más arriba, en el sentido de las múltiples y simultáneas iniciativas de integración que persiguen los países. Para citar sólo el caso de América del Sur, mientras los miembros del bloque de UNASUR encaran proyectos y acciones de integración física en la sub-región, el desarrollo de infraestructura y reducción de los costos de transporte también son motivo de debate y acuerdo en la Alianza del Pacífico, el MERCOSUR y la CAN simultáneamente.
- La necesidad de contar con reglas de intercambio estables, que brinden previsibilidad y, a la vez, que se otorguen el margen de flexibilidad necesario para ser adaptadas a circunstancias que, como se explicó, habrán de ser cambiantes en virtud que las estrategias nacionales, responden a objetivos que no son necesariamente coincidentes. El diseño de estas reglas, a su turno, habrá de estar reconocido en acuerdos binacionales que otorguen seguridad jurídica a las partes, previendo además los mecanismos arbitrales apropiados para la solución de controversias.
A fin de proseguir con el esfuerzo de integración, es necesario entender las restricciones a la expansión de las interconexiones eléctricas entre los países y al aumento en el flujo de energía que pudiesen intercambiar, tanto para las líneas de interconexión existentes; líneas cuya construcción se encuentra en ejecución; y análisis de proyectos que han sido identificados pero su construcción no ha avanzado a pesar de haber demostrado su factibilidad física, económica y financiera. Antes de embarcarse en proyectos de factibilidad y estudios de armonización regulatoria, se deberá entender las restricciones políticas, macroeconómicas, y de aspectos sectoriales y supra-sectoriales que impiden la construcción y utilización a plena capacidad económica de las interconexiones internacionales.
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