Antes de que la COVID-19 golpeara Perú, Diana Quispe* trabajaba de peluquera a tiempo parcial en las afueras de Lima y atendía a los clientes en sus casas en uno de los distritos más ricos de la ciudad. Diana trabajaba en el sector informal, al igual que casi el 80% de los trabajadores en Perú y más del 50% en América Latina, sin gozar de seguro de salud ni pago en caso de baja por enfermedad.
Sin embargo, cuando el gobierno anunció estrictas medidas de confinamiento al comienzo de la pandemia, estaba claro que durante algún tiempo le sería imposible continuar con su trabajo—que requería un contacto estrecho con los clientes. Es lo que sucedió con numerosos trabajadores empleados en servicios personales, que constituyen una parte importante del sector informal.
Como trabajadora informal y madre de tres hijos, Diana Quispe tuvo que tomar una decisión difícil: o buscar otro trabajo informal y no hacer caso a las autoridades que sancionaban a quienes no respetaban el confinamiento, o depender de los ingresos de su pareja como profesor en una escuela primaria. Cuando su hijo de siete años comenzó a seguir las clases online y Diana tuvo miedo de exponer al virus a su madre, que cuidaba de sus dos hijos pequeños, al igual que numerosas mujeres en su posición, tomó la difícil decisión de permanecer en casa y cuidar de sus hijos, en lugar de buscar otro empleo.
En la mayoría de las crisis económicas en América Latina antes de la pandemia, el sector informal había funcionado tradicionalmente como un amortiguador al absorber a los trabajadores que dejaban el sector formal y al limitar el aumento del desempleo. Las personas que dejaban el sector formal se reinventaban a sí mismas en el sector informal como un medio de supervivencia.
Sin embargo, esta crisis ha sido diferente a las anteriores.
Al menos durante la primera mitad de 2020, la dinámica del mercado laboral observada en las crisis anteriores, sencillamente no se produjo. Al igual que Diana Quispe, un porcentaje más alto de la población económicamente activa dejó el mercado laboral y se volvió inactiva. La mayoría de los empleos perdidos correspondían al sector informal.
Lo que nosotros observamos es que los empleos formales no disminuyeron en la misma medida. Hay varios motivos que explican este hallazgo. Debido a la incertidumbre sobre la duración y la profundidad de la crisis sanitaria, algunos empleadores pueden haber preferido disminuir las horas de actividad por empleo en lugar de reducir el plan de producción con el fin de evitar los costos de despido, y varios gobiernos proporcionaron apoyo para mantener a flote a las empresas durante la crisis.
En los nueve países de América Latina de nuestro estudio, observamos que el empleo formal creció relativamente en relación con el empleo informal (Gráfico 1).
Gráfico 1. Porcentaje de empleos formales vs. empleos informales
Notas: Estimaciones de las encuestas de los hogares o de empleo: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Paraguay y Perú. El empleo formal se define como aquel que tiene acceso a seguridad social. La encuesta en Argentina sólo tiene cobertura urbana.
En promedio, entre el primer y segundo trimestre de 2020, el ratio del empleo formal en relación con el informal aumentó de 0,84 a 1,09, y los cambios más pronunciados se observaron en Argentina, Chile y Brasil (Gráfico 2).
Gráfico 2. Distribución de la población en edad de trabajar mayor de 15 años, países seleccionados de América Latina, 2020 (porcentaje)
Fuente: Acevedo et al. (2021).
Un porcentaje alto de personas dejaron la fuerza laboral, lo cual generó grandes aumentos de la inactividad: desde aproximadamente 5 o 6 puntos porcentuales en Paraguay, Brasil y Colombia, hasta cerca de 15 puntos porcentuales en Bolivia y 26 en Perú.
En la mayoría de los países, el aumento del porcentaje de trabajadores inactivos correspondía a mujeres como Diana Quispe (Gráfico 3, panel a). En términos globales, las mujeres están sobrerrepresentadas en muchas de las industrias golpeadas con más dureza por la COVID-19. El 40% de todas las mujeres empleadas —510 millones de mujeres globalmente— trabajan en sectores muy golpeados, en comparación con el 36,6% de los hombres empleados.
Los jóvenes (Gráfico 3, panel b) también fueron duramente golpeados por la pandemia, y muchos se vieron obligados a quedarse en casa con graves consecuencias para su futuro. La menor probabilidad de obtener un empleo puede desalentarlos en su búsqueda de empleo, lo cual contribuye potencialmente a engrosar los millones de jóvenes inactivos en América Latina que ni están buscando empleo ni estudiando.
Gráfico 3. Aumento del porcentaje de personas inactivas en 2020, entre el primer y el segundo trimestre (puntos porcentuales)
A. Aumento del porcentaje de personas inactivas (puntos porcentuales) por género. |
b. Aumento del porcentaje de personas inactivas (puntos porcentuales), por edad. |
Fuente: Cálculos basados en Acevedo et al. (2021).
Nota: El empleo formal se define como aquel que tiene acceso a seguridad social. La encuesta en Argentina sólo tiene cobertura urbana.
Estos resultados son consistentes con los hallazgos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) (2021), que sostiene que los cambios en el mercado laboral durante la pandemia no se reflejan en tasas de desempleo más altas.
En cambio, debido a las restricciones de movilidad y a las medidas de confinamiento, un alto porcentaje de la población empleada decidió dejar totalmente la fuerza laboral, o al menos dejarla temporalmente. En lugar de aumentar la tasa de informalidad, aumentó la tasa de personas inactivas, lo cual significa que las personas dejaron de buscar trabajo.
Resulta interesante señalar que en otras regiones del mundo los patrones de ajuste han sido diferentes. Por ejemplo, en los países asiáticos, la pandemia parece haber desatado un aumento de la informalidad.
Sin embargo, es poco probable que estas dinámicas persistan a lo largo del tiempo. Según las proyecciones de nuestro estudio, al comienzo de este año, la informalidad crecerá hasta niveles más altos que los de los años anteriores a la COVID-19 —con 7,56 millones de empleos informales adicionales- como consecuencia de que la población volverá al mercado laboral para compensar por la disminución de sus ingresos (Gráfico 4).
Gráfico 4. América Latina: Simulación de la tasa de informalidad (porcentaje)
Fuente: Acevedo et al. (2021).
Nota: La línea azul representa la tasa de informalidad promedio en 16 países (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay); la línea roja es la tasa de informalidad prevista por el modelo en el documento; y la línea amarilla representa la caída de la tasa de informalidad entre 2019 y 2020 en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Paraguay y Perú.
Por lo tanto, si queremos reducir la informalidad en la región, debemos adoptar las políticas públicas adecuadas.
Nuestro estudio se centra en los beneficios de algunas de estas políticas y observa que aplazar o perdonar los pagos del impuesto sobre la renta y las cotizaciones de la seguridad social dependiendo de la generación de empleos formales podría reducir el aumento de la informalidad entre un 50% y un 75%.
La educación de la fuerza laboral también tendría el potencial para reducir el empleo informal en un 50%. En este sentido, se podrían explorar opciones como políticas de apoyo para tener acceso a los servicios de guardería, sistemas de capacitación online, acceso a microcréditos para las iniciativas empresariales o mecanismos de asesoría en la búsqueda de empleo para los jóvenes.
Puede que la informalidad en la región vuelva a mostrar su fea cara. Si queremos detener su crecimiento, debemos pasar a la acción ahora.
*Diana Quispe es un personaje ficticio creado con fines didácticos para este artículo. El personaje combina características de numerosas mujeres trabajadoras en la región.
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