Por Samuel Berlinski y Matías Busso
La tecnología ha aumentado la productividad en el lugar de trabajo, al tiempo que ha moldeado la manera en que utilizamos nuestro tiempo libre y socializamos. ¿Por qué entonces no está presente en el aprendizaje en el aula de clases?
El financiamiento para equipar a escuelas y alumnos con tecnología se suele considerar como uno de los grandes retos, sobre todo en el mundo en vías de desarrollo. Sin embargo, encontrar el enfoque adecuado para utilizar la tecnología de manera efectiva en el aula también es un reto mayor, según una evaluación del BID.
El gobierno de Costa Rica y el BID llevaron a cabo recientemente una evaluación experimental de alumnos de séptimo grado con el propósito de determinar la efectividad de la tecnología en la mejora de la capacidad de los alumnos para razonar, debatir y comunicar utilizando las matemáticas.
El resultado mostró que el uso de la tecnología tenía efectos negativos en el aprendizaje de los alumnos, un hallazgo sorprendente dado que diversos estudios han mostrado que la tecnología, cuando se guía, ofrece a los alumnos oportunidades para explorar y entender las matemáticas en todas sus dimensiones.
El experimento costarricense pretendía promover la participación activa de los alumnos en las clases de geometría cambiando la manera en que se distribuía el tiempo en el aula para llevar a cabo las diferentes tareas y dedicar más tiempo a la exploración.
A diferencia de lo que ha sido la enseñanza tradicional de las matemáticas en Costa Rica, en las clases se asignaba a los alumnos un rol activo y a los maestros un papel menos controlador.
La evaluación se llevó a cabo en 85 escuelas con 18.000 alumnos de séptimo grado y 190 maestros. En Costa Rica, el séptimo grado corresponde al primer año de secundaria. El país tiene una larga tradición de emplear tecnología en sus escuelas, mientras que los alumnos que participaron en el experimento también estaban acostumbrados a utilizarla en casa.
Se dividió a los alumnos en cinco grupos diferentes: uno de control y cuatro de tratamiento. En el primero las clases continuaron con el método tradicional y los participantes no recibieron nuevos materiales y/o nuevas tecnologías.
De los cuatro grupos de tratamiento, tres utilizaron el nuevo enfoque de aprendizaje y un nuevo conjunto de materiales en el aula diseñados por expertos costarricenses e internacionales, lo que incluía una nueva tecnología (pizarra interactiva, laboratorio informático o un computador portátil para cada niño).
Entre tanto, el último grupo utilizó el nuevo enfoque de aprendizaje y los materiales correspondientes, pero no recibió las nuevas tecnologías.
Lo sorprendente fue que el grupo de control aprendió significativamente más que cualquiera de los cuatro grupos de tratamiento. El grupo de tratamiento que no utilizó las nuevas tecnologías aprendió aproximadamente el 17% de una desviación estándar menos que el grupo de control.
Los grupos de tratamiento que sí utilizaron las nuevas tecnologías registraron en promedio una disminución del 25% de una desviación estándar en su desempeño en comparación con el grupo de control. Es decir, para un estudiante promedio esto es equivalente descender un 10% en el ranking después de haber estado expuesto a la nueva pedagogía y tecnología.
Los alumnos en los grupos de tratamiento tuvieron un desempeño inferior a los del grupo de control en el aprendizaje tanto de conceptos básicos como de aptitudes superiores en geometría. Estaban menos dispuestos a probar las nuevas estrategias de aprendizaje, participaban menos en la clase, se mostraban menos dispuestos a realizar esfuerzo y exhibían menos afición por las matemáticas.
El desempeño empeoró más entre los alumnos que anteriormente habían sido los mejores de la clase: su conducta se deterioró y estaban menos interesados en aprender.
¿Por qué ocurrió esto? Existen varias razones. Puede que los alumnos hayan estado mejor equipados para aprender con el método tradicional. O quizá el enfoque nuevo les haya dado más oportunidades de distraerse. Otro factor contributivo puede haber sido el que la interacción alumno-profesor se resintiera durante la intervención.
El papel de los maestros es decisivo: su capacidad y creatividad de liderar, motivar y comprometer a los alumnos puede marcar toda la diferencia. En esta evaluación, los maestros utilizaron la formación que recibieron, pero no dominaron la innovación de manera tal que maximizaran el beneficio para sus alumnos.
Los hallazgos sugieren que a los maestros se les hizo difícil adaptarse al nuevo estilo de enseñanza con los nuevos materiales y es posible que algunos de ellos no hayan dedicado suficiente tiempo a estudiarlos.
El estudio en Costa Rica demuestra la importancia de evaluar pequeños proyectos piloto antes de embarcarse en intervenciones de gran escala. El Banco ha hecho varios esfuerzos por analizar el uso de los computadores en las escuelas y formular recomendaciones de política sobre las estrategias de implementación de las tecnologías de la información y la comunicación en la educación.
Cabe señalar que los resultados de la evaluación en Costa Rica reflejan el desempeño de los estudiantes en el corto plazo. Quizá con una formación adicional, con materiales ya perfeccionados y con una mejor combinación de técnicas de aprendizaje activo con tecnología se podrían producir mejoras significativas en el desempeño en matemáticas.
Sin embargo, la evaluación demuestra que las reformas educativas en que intervienen las nuevas tecnologías y los nuevos enfoques de la enseñanza quizá no produzcan resultados inmediatos.
Los responsables de la formulación de políticas deberían monitorear el desempeño de dichas reformas detenidamente y considerar alternativas como los programas de tutoría para fortalecer el desempeño en el corto plazo.
Esta historia forma parte de las historias de proyectos del Panorama de la Efectividad en el Desarrollo, una publicación anual que resalta las lecciones y experiencias de los proyectos y evaluaciones del BID.
Descargue aquí el estudio completo “Challenges in Educational Reform: An Experiment on Active Learning in Mathematics” (solo en inglés).
Acerca de los autores:
Samuel Berlinski es economista investigador principal del Banco Interamericano de Desarrollo.
Matías Busso es economista investigador líder del Banco Interamericano de Desarrollo.
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