Más de un tercio de la población indígena de Panamá es analfabeta, y en las zonas donde habitan tales comunidades —conocidas como comarcas— las tasas de retención escolar apenas si alcanzan a la mitad del promedio nacional. Con el respaldo del BID, el gobierno de Panamá se propone cambiar esta realidad mediante la mejora de la infraestructura educativa de primaria y secundaria, la capacitación de docentes y el suministro de material didáctico.
Dado que el acceso a muchas de estas escuelas puede ser difícil, incluso en las condiciones más favorables, es importante lograr que el entorno académico sea lo más llamativo posible para maximizar el aprendizaje y la retención de alumnos. Un ejemplo es el de Magdiel Santos, una niña de 11 años de edad que diariamente tiene que caminar durante una hora por entre la selva —cruzando un río por un “puente” que no es más que un tronco de árbol— para llegar a la escuela de Batata en las colinas de Ngabe-Buglé, 300 km al noreste de Ciudad de Panamá.
“Quiero que mis hijos sigan estudiando y se preparen para ser adultos”, sostiene la madre de Magdiel, Juana Santos, quien tiene otros nueve hijos. “Me sentí muy feliz cuando vi la escuela después del final de las obras”.
Batata es tan solo una de las 46 escuelas de primaria o secundaria de las comarcas de Ngöbe-Buglé, Emberá-Wounaan y Kuna Yala, donde se adelantan obras de reconstrucción o mejora como parte del proyecto. En la escuela de Batata se instaló el piso y se reemplazó el techo metálico —con goteras y ruidoso— por uno de tejas. La estructura de adobe que albergaba a los maestros —quienes deben vivir en la misma escuela debido a su lejanía— se sustituyó por una casa de ladrillo y concreto provista de baño y electricidad.
Este proyecto complementa otra iniciativa gubernamental cuyo propósito es retener a los alumnos indígenas en la escuela, mediante el pago a las familias de una beca de hasta US$200 anuales por cada niño que continúe en la escuela hasta el nivel secundario.
Dado que la mayoría de las escuelas que participan en el proyecto se hallan en lugares remotos donde la infraestructura vial es insuficiente, las comunidades están tomando parte en las obras de reparación: ayudan a cargar los materiales de construcción a cuestas hasta el lugar donde se ubica la nueva estructura.
“Cargamos arena y cemento durante varios días y lo hicimos por el futuro de nuestros hijos”, afirma Esmeralda Pérez, líder de Llano Bonito, otra comunidad indígena que se ha beneficiado de este esfuerzo.
En colaboración con el Ministerio de Educación de Panamá, el proyecto también está respaldando un programa integral de capacitación en matemáticas y español para más de 32.000 docentes. Allí los maestros se están capacitando para introducir metodologías interactivas de educación y adaptar el contenido didáctico al contexto sociolingüístico y cultural de cada comarca. Asimismo, reciben formación en técnicas de evaluación formativa a fin de adaptar mejor las actividades de aprendizaje a las necesidades reales de sus alumnos.
Se espera que por su gran alcance, las actividades comprendidas en este proyecto de US$30 millones tengan un amplio efecto en las tasas de alfabetismo y retención escolar de las comunidades indígenas panameñas. Tan solo en la comarca de Ngöbe-Buglé, el proyecto ha permitido construir o rehabilitar 17 escuelas en beneficio de casi 4.000 niños indígenas, entre ellos Magdiel Santos, quien podría ser la primera de sus nueve hermanos en completar la secundaria.
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