Cuando alguien me pregunta cuál es mi profesión, yo digo que soy fotógrafa, que soy una mujer de negocios, diseñadora, escritora, activista o estratega de marcas. A veces digo “todera” porque hago de todo. La respuesta es diferente dependiendo de quién pregunta pero me siento más que nada como una araña que teje su tela, conectando mundos. En líneas más generales, diría que construyo puentes. Trabajo con lo que llamo el “sur global”, a veces llamado el “tercer mundo” o “los países en vías de desarrollo” por la gente, lugares donde a menudo las historias de colonialismo y explotación amenazan a las personas y sus paisajes. He estado en muchos lugares donde no hay acceso al agua potable y sin embargo hay gran abundancia de coca cola. Me interesa mucho más la creatividad y la motivación de la gente de esos lugares que de los artistas y artesanos que tienen todos los recursos a su disposición.
Mi propia vida es un tapiz muy particular, con elementos tejidos a mano y de formas poco comunes. Mi interés por la fuerza de la artesanía viene de cómo fui criada, y de las cosas que han pasado en mi vida personal. Crecí en Medellín, Colombia, con una madre artista que nos estimulaba a mi y a mis hermanos a que hiciéramos todo desde lo básico – comidas, disfrazes, ropaLos regalos de Navidad los comenzábamos a hacer en octubre de cada año. Era un ritual y los objetos terminados eran de importancia secudaria en relación al acto de hacerlos, sentados a la mesa, semana tras semana. Y lo que era un asunto lúdico, asumido con normalidad, ahora va cogiendo nuevamente forma de la mano del movimiento “Do It Yourself”, movimiento que ya mueve muchos recursos y atrae miradas, sobre todo en áreas como la impresión 3D.
Mi socia, amiga y mamá, Clara Saldarriaga, creó la metodología Mirando el Mundo de Otra Manera, donde se obtiene un mejor hacer a través del ser. Las dos viajamos por el mundo compartiendo esta metodología con grupos de emprendedores, diseñadores,artesanos, artistas y personas inquietas por encontrar una mirada diferente. Esta metodología lúdica fusiona los conceptos de desarrollo de marcas, sostenibilidad y trabajo interior desde el ser y con ella los emprendedores tienen acceso a códigos que permiten comunicar su esencia logrando impacto personal, social, cultural y ambiental dentro de sus comunidades.
Hemos notado una tendencia recurrente en el mundo: los artesanos más talentosos han perdido el propio sentido del valor de sus habilidades. Muchos de ellos han pasado a trabajar en fábricas y nos ha tocado prácticamente convencerlos para que vuelvan a retomar su trabajo tradicional. Parece que a muchos les da una sensación de retroceso el volver a interesarse en los colores de la naturaleza, en las tintas vegetales, en la madera que crece de forma natural en el lugar. Desde el punto de vista de desarrollo de productos, los recursos naturales tienen cualidades difícilmente superables. Por ejemplo, los textiles hechos de alpaca y de llama tienen propiedades similares a aquellas alcanzadas mediante el uso de de alta tecnología. No se limitan a un valor estético sino que resisten al tiempo, se pueden limpiar y mantienen su hermosura al gastarse, especialmente si son elaborados a partir de sus colores naturales.
Hemos tenido éxito con los proyectos en América Latina y también en otras partes del mundo, sin embargo a cada paso nos cuestionamos si no se está promoviendo el ajetreo consumista y llamámandolo por otro nombre. Nos cuestionamos si estamos realmente generando valor aquí, y si los oficios llegarán a sobrevivir. Si vale la pena dedicarles tanta energía a nuestras comunidades.
Y la respuesta a nuestros cuestionamientos es rotunda: sí, pues la creatividad es la tabla de salvación más poderosa. De hecho en muchas ciudades ya hay espacios colaborativos de manufacturas, algo así como gimnasios en los que utilizas un espacio común para fabricar productos que antes se hacían en gremios o escuelas de oficios. Y estas posibilidades no se reducen a un asunto de eficiencia de recursos, sino de una forma de vida, en la que la cultura, la imaginación y la creatividad toman un papel central en las comunidades.
Hay tendencias perniciosas, claro, pero las ciudades también brindan posibilidades hasta hace poco inimaginables. Y la posibilidad de colaboración amplifica todo intento, en un efecto dominó.
Para saber más sobre emprendimientos creativos, economía colaborativa e innovación social, sé parte de la Comunidad Naranja.
Marcela Echavarría es emprendedra cultural, de origen colombiano y vive en Nueva York. Ha centrado su carrera en lograr un enfoque innovador a las industrias creativas a través del branding, la comunicación y el desarrollo de productos. Ha trabajado con cocineros, artesanos y artistas en la India, Tíbet, China, Suazilandia, Sudáfrica, México, Curacao, Colombia, Perú, Chile, Guatemala, Paraguay y Bolivia.
http://www.marcellaechavarria.com
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