¿Te imaginas despertar un día, con más de 40 grados centígrados de temperatura, y descubrir que no tienes agua en tu casa para beber, cocinar, ducharte, lavarte tu cara o cepillarte los dientes? Esta era la dura realidad que padecieron por muchos años los pobladores de la comunidad Copal Abajo, en el departamento de Choluteca, al sur del país, y de la aldea Chivana, Omoa, al norte del país en Honduras. Hoy, la realidad es otra, gracias al Programa de Agua y Saneamiento Rural para Honduras, que apoya el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
“Nosotros estábamos en extrema sequía, no teníamos agua ni para los niños, más pequeñitos; más bien eran ellos quienes acompañaban a la madre a acarrear agua caminado largas distancias hasta la quebrada. Ahora, con el proyecto del agua, somos beneficiadas en la comunidad y también los niños de la escuela”, cuenta doña Julia Pineda, vecina de la comunidad Copal Abajo.
“El derecho al agua potable y al saneamiento es un derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida”, según la declaratoria realizada el 28 de julio de 2010 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Sin embargo, la realidad en muchos países es que amplios segmentos poblacionales carecen del vital líquido en su diario vivir, particularmente en las áreas rurales.
¿Quién tiene derecho al agua en Honduras?
En las últimas tres décadas, Honduras ha experimentado una variabilidad climática impactante, expresado en aumento de temperaturas, llegando a extremos de sequía incluso en zonas que, si bien eran secas, conservaban épocas de lluvia cortas. También ha padecido variabilidad interanual en sus precipitaciones, las cuales tienen un efecto importante sobre la economía, el medio ambiente y en un fenómeno relativamente nuevo como lo es la migración climática; que sucedió primero hacia el interior del país y posteriormente al exterior, principalmente hacia Estados Unidos y España.
Según el Programa Conjunto de Monitoreo del Abastecimiento de Agua, Saneamiento e Higiene (JMP) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) para 2020, el 89,87% de la población rural en Honduras tenía acceso a fuentes mejoradas de agua potable; cifra que expresada en términos de cobertura de agua gestionada de manera segura disminuye significativamente a 18,71%. Estos datos resaltan la disparidad en el acceso al agua potable entre áreas urbanas y comunidades rurales.
En cuanto a la calidad del agua, para 2016, solo el 10% de los proveedores rurales suministraban agua apta para consumo humano, afectando especialmente a grupos vulnerables como los pueblos indígenas y niños menores de cinco años. Por su parte, el 67% de los residentes en ciudades medianas y pequeñas solo tenían acceso al servicio de agua potable tres horas al día, con una continuidad del 2%.
Agua y saneamiento para todos los hondureños
Ante esta necesidad, el BID, en alianza estratégica con la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), a través del Fondo de Agua y Saneamiento para América Latina y el Caribe (FECASALC), en el marco del Programa de Agua y Saneamiento Rural del Gobierno de Honduras, facilitó un financiamiento por US$27,5 millones que benefició a más de 55.000 personas con acceso a agua potable y a más 28.000 personas con acceso a saneamiento adecuado en Choluteca y Omoa. Mediante intervenciones en 76 sistemas de agua potable en comunidades rurales (59 nuevos y 17 rehabilitados), se instalaron 5.174 unidades de saneamiento y 6 sistemas de alcantarillado con Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR).
Esta iniciativa mejoró las condiciones de vida de muchos en las comunidades beneficiarias de Honduras. Oscar Ortéz, fontanero de la comunidad, señala que “el proyecto ha permitido, ahorrar el tiempo en acarrear el agua de la quebrada, y evitar consumir agua contaminada”.
Doña María Cabrera, quién se dedica a la venta de pescado, relata cómo ha cambiado su vida porque antes tenía que ir a buscar agua hasta el rio y ahora tiene el agua en su casa; lo que beneficia en tiempo y salubridad a su negocio.
Algo vital a destacar del proyecto fue el enfoque participativo y de empoderamiento a las comunidades beneficiadas. Durante la ejecución, participaron los beneficiarios directos, se involucraron en la ejecución y supervisión de las obras. Además, se brindó apertura de oportunidades laborales dentro de las mismas localidades, así como en el desarrollo y consolidación de capacidades funcionales en las organizaciones de base comunitaria; donde las mujeres juegan un rol fundamental, asumiendo posiciones de liderazgo en las directivas de las Juntas de Agua y creando conciencia de la importancia de cuidar el agua.
Cabe destacar que las Juntas de Saneamiento se encargaron de la operación, mantenimiento y administración, de los sistemas y de los servicios asociados. Un testigo de ello es Antonio Mejía Arriaga, Vice Presidente de la Junta de Agua Potable de la aldea de Chivana, Omoa; quien valora cómo el proyecto unió a la comunidad por un bien común donando su mano de obra para lograr el proyecto.
El proyecto además incorporó diversas actividades de desarrollo comunitario para capacitar, a más de 12.000 personas usuarias de los servicios de Agua Potable y Saneamiento, en higiene y en el valor social y económico estos servicios. En cuanto a fortalecimiento de capacidades institucionales, en el marco del Programa, se reforzó la normativa técnica, desarrollando diversos instrumentos normativos y regulatorios, tales como manuales para ejecutar proyectos, conformar juntas y concienciar en temas como la protección de fuentes o el uso racional del agua; y las capacidades de 80 Juntas de Agua, 89 municipios y las Oficinas Regionales del SANAA.
Aún queda trabajo para que el 100% de los hondureños tenga acceso a agua y saneamiento, por eso, el BID continuará apoyando el desarrollo de este sector en Honduras, en el desarrollo de su marco institucional y normativo, el fortalecimiento de las capacidades de las autoridades sectoriales y de los prestadores de servicio, en la extensión de la cobertura y el mejoramiento de la calidad de los servicios, con énfasis en las poblaciones más vulnerables.
Ya se puede ver cómo ha mejorado la vida de las personas de estas comunidades. “Antes había muchas muertes de niños, ahora llevamos años que un niño no se muere, por el gran avance”, dice Elexy Nohemy Egauindiquem, vecina de Omoa, quien describe con asombro lo que significa a sus 65 años vivir por primera vez en una aldea que cuenta con agua limpia y libre de contaminación.
Este artículo es parte de la serie “Cambiando el mundo a través del agua y el saneamiento”, una colaboración del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) que destaca el impacto que los proyectos de agua y saneamiento tienen en las personas de América Latina y el Caribe.
Para saber más de la labor del Fondo de Agua y Saneamiento para América Latina y el Caribe (FECASALC) y sus proyectos en estos 15 años te invitamos a descargar “Avances y contribuciones del FECASALC al sector agua y saneamiento en América Latina y el Caribe”.
Autor invitado
Nidia J. Barahona Valle. Licenciada en Periodismo, Especialista en Comunicaciones, consultora del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en Honduras. Tiene una maestría en Formulación, Gestión y Evaluación de Proyectos. Cuenta con más de 15 años de experiencia en el área de las comunicaciones. Con enfoque en proyectos de desarrollo económico y social, en el sector público, bancos multilaterales de desarrollo y sector empresarial, experta en preparación de estrategias de comunicación, manejo de crisis empresarial, Relaciones Publicas Institucional, manejo y monitoreo de Redes Sociales.
Maria Isabel dice
excelente blog!