Si usted va a un curso de pregrado en alguna universidad chilena y pregunta a sus estudiantes cuántos dedican parte de su tiempo a actividades de voluntariado, le aseguro que verá a la mayoría con la mano arriba. Luego, haga el mismo ejercicio preguntando quiénes han pensado trabajar en el Estado al terminar sus estudios. Ahí se encontrará con una sorpresa: seguramente, sólo unos pocos levantarán la mano.
¿Por qué se produce esta contradicción, donde jóvenes con compromiso público no miran el Estado como una opción profesional? Suelen citarse numerosas razones: que sólo se ingresa al Estado mediante contactos políticos personales, que el trabajo en su interior no permite el desarrollo profesional, que las perspectivas económicas son limitadas, etc. A mi juicio, hay una razón mucho más profunda y, a la vez, básica: el casi nulo conocimiento entre los jóvenes acerca de qué hace el Estado, quienes ven al sector público como un lugar lejano y prácticamente inaccesible.
Seamos francos: la mayoría de las veces los Estados no hacen mucho para revertir esta situación. Son escasos los programas de atracción de talento joven al sector público, donde los gobiernos se vinculan de manera directa con las universidades y compiten palmo a palmo con el sector privado para atraer a los mejores economistas, abogados, periodistas, ingenieros, entre otros.
De hecho, la atracción y captación de talento joven para el sector público es una de las diez tareas clave de la agenda a futuro que propone el BID en su libro publicado recientemente: “Al Servicio del Ciudadano: una década de reformas al servicio civil en América Latina (2004-2013)”. Y es algo en que varios países de la OCDE han venido trabajando, siendo el ejemplo más conocido quizás el programa Fast Stream del Reino Unido.
Chile no está ajeno a esa realidad y ya viene trabajando en abordar este desafío. En 2011 se creó desde el Ministerio de Hacienda el primer programa de atracción de talento joven, llamado “Prácticas para Chile”. A través de prácticas profesionales y pasantías en distintas reparticiones públicas, se generaba un espacio concreto para que cientos de jóvenes trabajaran en el Estado, participando en los procesos de diseño o ejecución de las políticas públicas y asistiendo a charlas de formación con autoridades y asesores de alto nivel. Además, se el proceso se realizó de forma competitiva, recibiendo las postulaciones través de una plataforma en Internet accesible a cualquier universitario que cumpliera los requisitos académicos y manifestara su interés por los asuntos públicos, al más puro estilo de las postulaciones para estudios de posgrado.
Los resultados fueron muy superiores a los esperados. Después de 3 versiones, más de 500 universitarios provenientes de más de 50 universidades participaron del programa, cambiando su percepción del Estado y comprendiendo el rol fundamental que cumplen los gobiernos en el desarrollo de los países. Como muestra, el 30% de la primera generación de practicantes trabaja hoy en el Estado.
Debido a su éxito, se decidió traspasar las fronteras de “Prácticas para Chile” invitando a estudiantes de algunas de las más prestigiosas universidades del mundo – como Harvard, Stanford, Chicago, Columbia, NYU, Berkeley y Oxford – a realizar una pasantía en el Gobierno de Chile. La respuesta no pudo ser mejor: más de 30 jóvenes latinoamericanos y de otras partes del mundo trabajaron entre dos y tres meses en el sector público chileno, lo que constituyó una oportunidad para conectar a futuros servidores públicos de distintos países, promover el intercambio cultural y compartir mejores prácticas para los gobiernos.
Lo anterior nos hace reflexionar sobre la necesidad de que los Estados sean más pro-activos para atraer jóvenes a sus filas. Contar con programas de atracción de profesionales jóvenes no sólo contribuirá a seguir mejorando la calidad de las políticas públicas, sino también a una mayor educación cívica de los jóvenes respecto del Estado y su rol en la sociedad.
Leave a Reply