“Bacanal” por Nadim Amin
En una famosa decisión judicial referida con la definición de pornografía, el juez Potter Stewart sentenció que le costaba mucho encontrar tal definición, pero que “la reconozco cuando la veo”.
Durante dos días se realizó en la sede del BID una reunión con los principales expertos en el campo de medición de la corrupción. El encuentro sirvió para mostrar las experiencias de diversos sectores en diseño y utilización de indicadores de corrupción. Participaron agencias calificadoras de riesgo, académicos, oficinas anti-corrupción y ministerios de finanzas. La reunión además permitió confirmar que la información que se produce no se pierde, y que existen posibles formas de potenciar su uso. Por ejemplo, conectado de mejor manera las reformas institucionales de integridad con indicadores relacionados con la inversión y el sector privado.
Más allá de los avances, la frase del juez Stewart resuena como apropiada para describir el estado del arte en este tema.
En primer lugar, la corrupción por su carácter de práctica secreta es en sí misma difícil de medir. El soborno – una de las especies más comunes – es una actividad que no deja recibos. Las mediciones que se utilizan son principalmente o utilizan indicadores que reflejan manifestaciones del problema, como por ejemplo, el coste de un kilómetro de carretera.[1]
Segundo, los índices de corrupción más populares son subjetivos. Dada la metodología que se utiliza, no siempre reflejan en tiempo y forma el estado real del problema, refuerzan estereotipos y no tienen en cuenta al promotor del negocio: el que paga. En medio del escándalo de Petrobras y del proceso lava-jato, Brasil tenia mejor percepción que Perú o Colombia (Dado que es difícil cambiar las percepciones, estos índices no son muy útiles a la hora de identificar las reformas específicas que se requieren).
Tercero, el soborno no es la única forma en la que se manifiesta la corrupción: conflictos de interés, malversación de caudales públicos, financiación ilícita de campañas, creación de plazas fantasmas, son solo algunas de las múltiples prácticas corruptas que conocemos.
Cuarto, cada vez aparecen formas más sofisticadas de corrupción, en las cuales no hay intercambio de dinero – como en el caso del soborno a un policía por una multa de tránsito – sino un entramado legal estructurado para que fluyan las retribuciones ilegales. Un ejemplo de este tipo de corrupción son los recientes escándalos de empresas multinacionales utilizando complejas redes societarias en jurisdicciones con opacidad fiscal y financiera para circular los favores que ofrecen y recibir las compensaciones
¿Para qué sirve medir la corrupción?
Estos obstáculos parecerían suficientes para desalentar a la persona más optimista. Sin embargo, los expertos que participaron en el taller del BID indican que existen razones para creer que la empresa de medir la corrupción no solo es importante como ejercicio académico, sino que además tiene un gran potencial para la agenda de reformas de transparencia e integridad.
A principios de los años 90 existían solo un par de indicadores reconocidos. Hoy contamos con una batería amplia y variada de instrumentos de medición, que cubren desde aspectos subjetivos hasta indicadores objetivos.
Toda esta información permite a ciudadanos, gobernantes, empresarios y aquellos que les interesan las reformas, conocer más sobre el problema y exigir reformas.
Los indicadores de “última generación” son más precisos y confiables que los indicadores subjetivos.
Apuntan a medir fenómenos más específicos y objetivos. Por lo tanto, a la hora de encarar reformas es más fácil identificar qué hacer. Por ejemplo, uno de los indicadores del Resource Governance Index asesora si la autoridad que otorga licencias petroleras es independiente de la compañía nacional petrolera. Este tipo de información ayuda a los gobiernos a mejorar su gestión pública en una manera concreta.
Los expertos además coinciden en que, indistintamente del tipo de indicador, todos ellos sirven para arrojar luz sobre el problema, alimentar el debate público y exigir cambios. También coinciden en que es importante utilizar los indicadores existentes – cualquiera sea el tipo – en forma complementaria, de modo de validar nuestras hipótesis de trabajo. También reconocen la importancia que distintos usuarios de los indicadores compartan sus modos de utilizarlos y qué resultados obtienen.
Hace 21 años se publicó el primer índice de Transparencia Internacional. Como el juez Stewart, muchos pensamos “no tengo como probarlo pero lo reconozco cuando lo veo”. Gracias al esfuerzo de gobiernos interesados, académicos, organismos internacionales, organizaciones no gubernamentales y el sector privado, hoy estamos mucho mejor equipados para identificar qué medidas tomar para promover la integridad.
[1] Esto es un ejemplo utilizado en la página 122 del UNDP y Global Integrity User’s Guide to Measuring Corruption por Stephanie Trapnell que hace referencia al estudio de campo de Benjamin A. Olken Monitoring Corruption: Evidence from a Field Experiment in Indonesia
Daniel Meza Palma dice
Es probable que la naturaleza secreta de la corrupción constituye uno de los mayores impedimentos para su combate efectivo. Los métodos de investigación de la corrupción, como crimen, se encuentran rezagados. La práctica de realizar auditorías ex-post, otorga tiempo suficiente a los delincuentes para encubrir las evidencias. Es por ello, que la mayoría de los delitos de corrupción son descubiertos mucho tiempo después de haber ocurrido, cuando los participantes ya han despilfarrado los recursos o los han lavado en activos que han pasado por varias manos. El crimen puede ser secreto pero la necesidad del corrupto de mostrar sus “logros” es irresistible. Entonces, como en el tema tributario, la medición de la renta presunta es un buen indicador para detectar la corrupción.
Roberto de Michele dice
Estimado Daniel
Estoy de acuerdo contigo.
La naturaleza “secreta” del acuerdo hace dificil la evidencia directa.
Utilizar el criteriobde renta presunta es una buena alternativa.
Creo que tambien estamos frente a un saludable cambio hacia mayor transparencia de las estructuras corporativas que facilitan ocultar patrimonios y sus respectivos beneficiarios finales.
Gracias nuevamente por tu comentario
RdM
Alicia Cuñarro dice
Estimado Roberto, muy buena tu contribución. A pesar de las dificultades, me permito cierto optimismo. Hay una mayor preocupación por el tema en la ciudadanía, poco a poco se van incorporando prácticas tanto en el sector publico como en privado que contribuyen a hacer más difícil el camino de los corruptos y sobre todo valoro fuertemente la desnaturalización del fenómeno que se observa en muchas sociedades. Lo que antes se consideraba como inevitable y por lo tanto irradicable, ya no es tan así. Contribuyó a esto, al menos en la Argentina, las terribles consecuencias de la corrupción.
En la medida en que avancemos en una mayor transparencia de todos los procesos que lleva a adelante el estado (compras, contrataciones, designaciones, concursos, mecanimos de acceso y promoción en la función pública) vamos a ir acotando el terreno de la corrupción. La incorporación del viejo concepto de accountability, muchas veces declamado y pocas implementado, es otra pata necesaria.
Y sin duda, una Justicia que esté a la altura de su nombre…
Gracias, y saludos
Alicia Cuñarro – Administradora Gubernamental
Roberto de Michele dice
Gracias Alicia,
Coincido contigo.
Hay razones para ser optimista.
Cada vez hay mas casos que muestran como las reglas adecuadas con incentivos alineados y el uso de tecnologias de informacion crean condiciones necesarias tantopara prevenir como para evitar el uso indebido de los recursos publicos.
las experiencias de Brasil y el programa de la CGU de control de gastos o Maparegalias en Colombia son dos ejemplos.