En 1817 Karl von Drais, un barón alemán, presentó al mundo el primer prototipo de bicicleta. Este rudimentario vehículo hecho de madera, con un peso de casi 23 kg, carente de pedales y frenos, llamó la atención de la gente y provocó que para la década de 1860 una serie de inventores franceses agregaran una cadena a la llanta delantera y, así, surgiera lo que se denominaría la primera bicicleta.
Más de 200 años después de la introducción de su primer prototipo, las bicicletas han tenido una notable evolución y papel en nuestras ciudades.
Hoy, las hay con motores eléctricos, sistemas de propulsión asistida a base de hidrógeno, sistemas GPS que permiten la captura de todo tipo de datos, con marcos ultraligeros de fibra de carbono, sistemas de generación eléctrica cinéticos, opciones de personalización diversos… La evolución de la infraestructura ciclista, en ese mismo periodo de tiempo, ha tenido una evolución considerablemente menor, poniendo en riesgo a todos sus usuarios.
La llegada y masificación del automóvil a lo largo del siglo XX produjo cambios importantes en la concepción de la estructura urbana y la disposición de espacios públicos, incluyendo los viales. Las distancias en las ciudades aumentaron. Y el nuevo paradigma de planeación de la movilidad, enfocado en los autos, le quitó espacio a los ciclistas y a los peatones. Distintos gobiernos hicieron inversiones millonarias por subsidiar el uso de automóviles. Carreteras interurbanas, puentes viales, túneles, iluminación, señalética, semaforización, estacionamientos en espacios públicos, y hasta refinerías para producción de gasolina, por mencionar algunas.
En décadas recientes, las externalidades negativas vinculadas al uso del automóvil, como el tráfico, la contaminación, la pérdida de productividad, los hechos viales, cambiaron la conciencia colectiva y la concepción de la política pública. Todo para evolucionar hacia una planeación urbana y del espacio público que priorice la movilidad activa, como caminar y andar en bicicleta.
Al reconocer el impacto negativo del automóvil particular, muchos países le han restado presupuesto e importancia y se lo han transferido a otros modos de movernos. Como el transporte público, la bicicleta y la caminata.
Así nacieron las vías exclusivas para ciclistas, los estacionamientos para bicicletas en estaciones de transporte público y en otros espacios urbanos, y la señalización y semaforización para dar prioridad a ciclistas, entre otros.
En el contexto de la pandemia por COVID-19, en el que muchos usuarios prefieren no usar transporte público por el posible riesgo de contagio si no se observan las medidas recomendadas, como sanitización de unidades y uso de cubrebocas, es que surgen las vías emergentes o temporales. Esta infraestructura consiste en modificar, aprovechar y reasignar el espacio público en beneficio de peatones, ciclistas y personas usuarias de otros vehículos de micromovilidad, como los monopatines. A diferencia de la infraestructura vial tradicional, las vías emergentes son intervenciones de bajo costo, alto impacto y son realizables de forma prácticamente inmediata. Ciudades como Nueva York, Berlín, París, Bogotá, Lima, y Ciudad de México, han puesto en marcha vías emergentes en espacios que antes eran tránsito de vehículos motorizados.

El Banco Interamericano de Desarrollo comparte la visión de reacondicionar el espacio público para priorizar la seguridad y la circulación de usuarios de movilidad activa. Reconoce las vías emergentes como una solución a los problemas de movilidad en tiempos de crisis. Pero considera que muchas de ellas pueden perdurar para mejorar la movilidad de las personas en el mediano y largo plazos. En este sentido, hemos publicado la Guía de vías emergentes para ciudades resilientes.
El objetivo de la guía es brindar información y recomendaciones técnicas a los tomadores de decisiones y otros actores involucrados en la implementación y monitoreo de vías emergentes.
Se establecen los siguientes ocho pasos:
- Coordinación interinstitucional y multisectorial.
- Elección de los tipos de vías a implementar.
- Trazado de la red o zona a implementar.
- Diseño de las vías emergentes.
- Definición de los recursos humanos y materiales.
- Estrategia de comunicación y difusión.
- Implementación y operación.
- Monitoreo y evaluación.
Las vías emergentes son una muestra de la capacidad de adaptación que tienen las personas. Y de su innovación para lidiar con la incertidumbre y con los factores que ponen en riesgo nuestra salud. Invitamos a más ciudades a unirse al esfuerzo de generar ciudades resilientes, con una movilidad basada en la propulsión humana.
Me encanta, gran web y gran artículo. Besistos.
Hola soy Jaime,
Muy interesante el artículo, me ha gustado especialmente el termino “movilidad activa” para definir una forma de entender la movilidad que por una parte es respetuosa con el medio ambiente, y por otra mejora la salud de las personas propiciando que se muevan activamente.
Saludos desde España
Gran artículo,
Creo que el tema de la movilidad sostenible y no contaminable, debería expandirse desde ya. Es el futuro, y si no lo cuidamos, no habrá.
Saludos.
Buenos días,
Muy buen artículo, nos parece interesante como habéis enfocado el tema en todo el texto.
Esperemos que poco a poco la movilidad sostenible se imponga en el mercado mundial.
Un Saludo.
La pandemia solo ha hecho que acelerar lo inevitable, la nueva movilidad, como indicas la gente ahora no quiere viajar en transporte publico.
Un gran artículo Amado,
Saludos desde Granada (España)
Gran articulo,
Los políticos y el gobierno deberían tomar nota y reacondicionar los espacios publicos para promover la nueva movilidad.
Saludos