Los que crecimos en los años setenta y ochenta recordaremos el mundo futurista de “The Jetsons”, -también conocidos como los Supersónicos- en el que sus creadores nos presentaban vehículos autónomos, que se conducían solos, robots que limpiaban la casa y cines de realidad virtual, entre otras. Aquellas cosas nos parecían fascinantes y ficticias para la época. Pero, hoy ¿qué tan lejos estamos de esa realidad?
Aunque pareciera un asunto del futuro, los vehículos autónomos han sido tema de investigación desde hace ya casi 9 décadas.
Claro está, ha sido un proceso largo y lleno de retos que poco a poco se han ido superando. Los vehículos autónomos se definen como un vehículo que es capaz de usar sensores para identificar su ambiente y poder navegar sin la necesidad de un humano. Actualmente, la autonomía de estos vehículos se va implementando cada vez más en autos comerciales, ofreciendo cierto nivel de autonomía al alcance de todos. La Sociedad de Ingenieros Automotrices (SAE, por sus siglas en inglés) clasificó en 2014 los vehículos autónomos en seis categorías, de acuerdo con el nivel de intervención humana necesaria:
- Nivel 0: No hay automatización, puede contar con sistemas automáticos de advertencia y puede intervenir de manera momentánea pero no mantiene el control del vehículo.
- Nivel 1: Tanto el chofer como el sistema de automatización mantienen control del vehículo. Por ejemplo, el sistema de “cruise control” o estacionamiento asistido.
- Nivel 2: El sistema automático toma control total de la dirección, aceleración y frenado. Sin embargo, el chofer debe estar preparado para intervenir de inmediato en caso de fallo del sistema.
- Nivel 3: El chofer puede desatender el vehículo y el sistema automatizado toma control.
- Nivel 4: En este nivel la atención del conductor no es necesaria, el conductor puede incluso moverse del asiento y el vehículo tomara control absoluto del viaje. La automatización absoluta puede ser limitada a ciertas áreas y algunas circunstancias.
- Nivel 5: No se requiere de ninguna intervención humana.
Los vehículos comerciales han incorporado de forma común el nivel de automatización 1. El cruise control, donde el vehículo controla la velocidad mientras el conductor la dirección, estos sistemas cuentan con radares que permiten al vehículo mantener la velocidad del vehículo que se encuentra al frente. Sin embargo, en 2017 Audi presentó el primer vehículo comercial capaz de funcionar al nivel de automatización 3. Este vehículo cuenta con un sistema para situaciones de embotellamientos. El conductor puede activarlo y el vehículo tomará control de todos los aspectos mientras se mantenga por debajo de los 60 km/h.
En los Estados Unidos muchas universidades de élite cuentan con centros especializados de investigación para vehículos autónomos. El MIT (Massachussets Institute of Technology), Stanford, Michigan, por mencionar solo algunas, son parte de esta tendencia. Estos centros científicos en conjunto con el sector automotriz trabajan desarrollando métodos innovadores para reconocer el ambiente utilizando sensores, laser, LIDAR, GPS, visión por computadora y procesamientos con inteligencia artificial. Estos desarrollos permiten a los vehículos interpretar el entorno en el que se desplazan y prever las acciones a realizar ante diferentes condiciones.
La interacción entre vehículos (V2V por las siglas para vehicle to vechicle) permite la comunicación inalámbrica entre ellos, permitiendo conocer datos como la aceleración, intenciones de frenado e incluso la trayectoria de los vehículos del frente, lo que permite prevenir y atender de manera anticipada cualquier maniobra que se vaya a seguir.
Por su parte, la interacción de los vehículos con la infraestructura vial (V2I por las siglas para vehicle to infrastructure) permite que los sistemas de control de los vehículos autónomos sean capaces de monitorear el ambiente por el que se mueven. Conocer los carriles de la carretera, las rutas a seguir, las velocidades limite, cuando se acerca una intersección o cualquier zona de conflicto, atender indicaciones de tránsito como señales de alto, ceda, semáforos y otras, en fin, permite al sistema de control cumplir con las normas de seguridad y moverse de manera segura por las carreteras.
En el extremo, la interacción entre vehículos y “todo” (V2X por las siglas para vehicle to everything), permite el paso de información entre el vehículo y cualquier entidad que pueda afectar al vehículo y viceversa. Permite al vehículo reconocer la presencia de otros usuarios como ciclistas y peatones (V2P por la siglas para Vehicle to Pedestrian). Su mayor función es la seguridad.
Alrededor de esta tecnología existen diferencias de criterio. Algunos consideran que a menos que la gran mayoría de usuarios la adquiera, se vuelve inefectiva. [inlinetweet prefix=”” tweeter=”@BIDtransporte” suffix=””]Desde su auge se han generado debates legales, morales y éticos alrededor de los vehículos autónomos y su correcta implementación.[/inlinetweet] Se han abierto discusiones de corte social, como el riesgo de desaparición de la profesión de conductor, en cuanto se implemente su uso en sistemas de transporte masivo o empresas como Uber o Lyft.
Otros interesados naturales en estas tecnologías son las compañías de seguros vehiculares, que trabajan en políticas y regulaciones, pues en caso de accidente surge la gran pregunta: ¿quién tomaría la responsabilidad? Aún más grave, en caso de alguna fatalidad, ¿a quién se culparía? Estamos también ante profundos dilemas éticos tales como, ante un siniestro de tránsito inminente, ¿cómo decide el vehículo entre salirse de la vía o atropellar a un peatón para proteger a quienes transporta? Preguntas como estas son temas de discusión entre reguladores, investigadores, desarrolladores y todos los involucrados en estas tecnologías emergentes. Hay quienes están a favor, hay quienes están en contra.
No obstante, a pesar de que la industria avanza decididamente hacia la transformación y automatización del transporte, probablemente estimado lector, usted y quienes escribimos esta nota, aún deberemos seguir conduciendo nuestros vehículos, en ausencia de un robot que nos lleve a nuestro destino, como en el mundo de Los Supersónicos que muchos alguna vez soñamos de niños.
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* Coautora Ing. Silvia Barrantes. Silvia es ingeniera civil con grado de maestría en Transporte por el Virginia Tech. Ha trabajado en las áreas de seguridad vial y planificación del transporte en los sectores público y privado. Trabajó como consultora apoyando el portafolio de operaciones del BID en Costa Rica.
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