El uso de las motocicletas está en expansión en todo el mundo y América Latina no ha sido ajena a este fenómeno. Dentro de la región, Brasil cuenta con la mayor cantidad de motos en su parque vehicular; en los últimos años el país ha presenciado un boom en la dispersión de motocicletas, pasando de 4 millones en 2001 a más de 20 millones de unidades en la actualidad. En Colombia, de acuerdo con el Registro Único Nacional de Tránsito, actualmente hay 13,637,663 vehículos matriculados, ¡de los cuales el 57% son motos! Mientras hace dos décadas existían menos de 1 millón en el país, hoy superan los 7 millones. Similarmente en Argentina, la cantidad de motos ya supera los 6 millones, representando el 50% del total de vehículos en circulación.
¿A qué se debe la popularidad de las motos?
La versatilidad, el bajo costo de adquisición -que puede ser hasta 7 veces menor que el de un automóvil- los tiempos reducidos en los viajes, la economía en el consumo de combustible y la facilidad de estacionamiento son algunos de sus muchos beneficios.
Mientras años atrás las motocicletas eran percibidas como bienes de lujo y de recreación, hoy en día se han convertido en un bien necesario, sobre todo para las poblaciones de menores ingresos. Los habitantes de las zonas marginadas que, por lo general, están aisladas de las urbes, se enfrentan al problema de la baja cobertura, poca frecuencia y alto costo del transporte público y han encontrado en la motocicleta una alternativa razonable para solucionar sus problemas de movilidad. Incluso, la congestión que se genera en las grandes ciudades ha promovido que muchos conductores de automóvil prefieran movilizarse en moto.
En Colombia, según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida, que realiza anualmente el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, alrededor del 54% de los compradores de motos en el 2016 pertenecían a hogares de los estratos 1 y 2. Al analizar las motivaciones para adquirir una de ellas, se encontró que el 76% lo hizo para el transporte diario y el 22% como una alternativa para generar ingresos adicionales. Cerca de un 15% del total de motocicletas en este país, que representan a dos millones de personas con sus familias, se usan como herramientas de trabajo (ANDI, 2017).
Las ventajas que ofrece este vehículo lo han convertido en parte esencial de la economía del país, ya que ha facilitado el acceso al transporte para la población que se encuentra en la base de la pirámide de ingresos y ha contribuido incluso con el apoyo de varias actividades económicas.
Sin embargo, el importante aumento en el uso de este vehículo ha generado externalidades negativas que afectan la seguridad vial y aumentan la contaminación del aire.
El último informe publicado por la OISEVI mostró que el número de muertes ocasionadas por accidentes en motocicletas en el año 2014 fueron significativas en los países de Argentina, Colombia, Costa Rica, Nicaragua y Paraguay. En Colombia cada año mueren 3,000 personas en promedio y el número de lesionados sobrepasa los 20,000 afectados por siniestros con motocicletas. En otras palabras, alrededor de ocho motociclistas mueren al día en todo el territorio nacional. Y como si fuera poco, los accidentes en moto representan la principal causa de muerte en niños y adolescentes en el tránsito de América Latina, según la CAF y el Banco Mundial.
Por otro lado, desde la perspectiva de la contaminación del aire, un estudio realizado por la Universidad Nacional de Chile encontró que las motocicletas pueden exceder de 3 a 5 veces las emisiones de material particulado en comparación con las emisiones de los buses del Transmilenio de Bogotá en Colombia y según el Ministerio de Medio Ambiente de Chile, una moto sin control de emisiones, que no posea un convertidor catalítico, puede generar mayor contaminación que un auto nuevo.
A pesar de estos perjuicios, el auge en el uso de la motocicleta, la ha convertido en un modo de transporte de gran importancia en América Latina. En varios países de la región las motos son cruciales para una parte importante de la población, a la vez que tienen una relevancia socioeconómica significativa. Por esto no hay que excluirlas ni restringirlas, sino incorporarlas en la planeación del transporte y la movilidad urbana para proporcionarles un espacio vial donde no entren en conflicto con otros modos de transporte. Y por otro lado, la búsqueda de alternativas de movilidad más ecológicas se hace cada vez más urgente. Las e-bikes o bicicletas eléctricas, podrían constituir una versión más amigable con el medio ambiente para reemplazar a las motocicletas.
Después de todo, cualquier política de movilidad debe buscar la integración y conectividad de la población para que puedan trasladarse fácilmente a sus trabajos, colegios, hospitales y supermercados, a la vez de estar encaminadas hacia la reducción de los impactos ambientales y al desarrollo de planes estratégicos para la seguridad vial.
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